martes, 27 de mayo de 2014

¿Y el gasto público?

El Pacto por México superó la dinámica de los partidos políticos de ponerse de acuerdo sólo en reformas electorales, para que, contrario a ello, se abordaran y consensuaran reformas que implicaban transformaciones del régimen político, del modelo económico y del sistema de seguridad social.


Entre 2013 y los primeros meses de 2014 —en el marco del Pacto por México— se llevaron a cabo importantes reformas de carácter político y económico que hacían prever que, por fin, la economía mexicana podría salir del estancamiento en el que durante más de tres décadas se ha mantenido.

A propósito del Pacto, Ricardo Becerra escribe que México cruzaba por un territorio al que Michel de Montaigne denominaba “el breve pasaje de razonabilidad”; ese momento en el cual las sociedades “pueden abandonar la dinámica y la inercia de sus intereses cortos y locuras diarias”. El Pacto por México superó la dinámica de los partidos políticos de ponerse de acuerdo sólo en reformas electorales, para que, contrario a ello, se abordaran y consensuaran reformas que implicaban transformaciones del régimen político, del modelo económico y del sistema de seguridad social.

Quienes participamos en el mencionado Pacto, coincidíamos en que la envergadura de tales reformas contribuiría a fortalecer al Estado, a sentar las bases para combatir de manera eficaz la desigualdad social y, además, para alentar el crecimiento de la economía de nuestro país.

La heterodoxia del Pacto (se puede dialogar y acordar entre los contrarios ideológicos en razón de los intereses superiores del país) y la perspectiva de sus enormes alcances enfrentarían, obviamente, las inercias conservadoras, los particularismos y las ortodoxias, tanto políticas como económicas, vigentes entre los principales factores de poder en México.

Una de esas ortodoxias es la que ahora enarbolan los grandes capitalistas mexicanos acompañados de los teóricos del neoliberalismo. Dicen que no hay ni habrá crecimiento de la economía porque se hizo una Reforma Fiscal que —al gravar más a quien más tiene— inhibe la inversión privada. Si esto fuese cierto, ¿cómo explicar entonces 30 años de estancamiento, con bajísimas tasas de ISR, con enormes privilegios fiscales o francamente sin pagar impuestos? En realidad, estos capitalistas en su mayoría, se dedicaron durante ese largo periodo y lo siguen haciendo ahora mismo, a aumentar sus capitales a partir de la especulación financiera y desdeñando casi toda forma de inversión productiva.

Otra inercia que alienta el estancamiento es el comportamiento del gobierno. El PEF de 2014 le da al Ejecutivo federal enormes recursos para que debieran utilizarse en grandes obras de infraestructura, en proyectos de inversión productiva estratégicos, en desarrollos productivos que generen empleos, especialmente en las zonas de mayor rezago y, sin embargo, no los están utilizando o los utilizan, en parte importante, en alimentar los programas asistencialistas (“la cruzada contra el hambre”) que ni son eficaces para resolver la desigualdad ni contribuyen al desarrollo económico. No estoy en contra de los subsidios a los más pobres, pues son indispensables, pero sí hay que resistirse a que sean utilizados con propósitos electorales o de control político.

El gobierno federal y los gobiernos estatales no están gastando lo que les ha autorizado el Congreso o, cuando gastan, lo hacen al margen de lo programado y, en consecuencia, de manera improductiva desde el punto de vista económico.

La pregunta es pertinente. ¿No gastan ahora, porque están guardando los recursos para utilizarlos en los tiempos electorales? O no han comprendido (por el dogma neoliberal) que la inversión pública productiva, la más posible y de manera más rápida, es vital para desatar el nudo que impide el crecimiento de la economía del país.

                *Expresidente del PRD

                Twitter: @jesusortegam

                http://ortegajesus.blogspot.com/

                ortegamartinezjesus@hotmail.com

jueves, 22 de mayo de 2014

Señalamientos de Jesús Ortega hacia Alejandro Encinas

Alejandro Jiménez
SUBDIRECTOR DE OPINIÓN
EL UNIVERSAL

Presente:

El día de hoy su prestigiado diario publicó un escrito del senador Alejandro Encinas en donde pretende explicar su intervención en la reforma política y su participación en el escandaloso hecho de haberse incluido en ella los haberes a los magistrados del TEPJF. En su “explicación” hace mención —obsesión— a mi persona. Su escrito, a mi juicio, merecería una aclaración y un desmentido.

Dice el senador Encinas que hay una “gran indignación popular” por el hecho de que en el Senado se haya aprobado, dentro de la reforma política, el escandaloso tema de “los haberes” a los magistrados del Tribunal Electoral de Poder Judicial de la Federación. El senador Encinas está en lo correcto: tal indignación existe contra “los haberes” pero también contra aquellos legisladores que admitieron este indignante hecho.

Uno de esos legisladores es precisamente el senador Encinas el cual fungió como responsable principal del Grupo Parlamentario del PRD en el Senado de la República en las negociaciones de la mencionada reforma política. Su “explicación” del por qué dejó pasar el indignante hecho de “los haberes” es tan rebuscado que lo que busca es que tal decisión sea francamente inentendible e incomprensible.

Pero el hecho concreto es que el senador Encinas dejó pasar un dictamen que incluía los indignantes “haberes” a los magistrados y ello lo aceptó, sabiendo perfectamente, que en la instancia del Pleno del Senado es prácticamente imposible que alguna reserva sea admitida por la mayoría de los legisladores.

El senador Encinas sabe, por sus muchos años de legislador, que se discute, se negocia, acuerda, aprueba y legisla; básica y principalmente en las comisiones dictaminadoras ¡Y en una de las cuales, el senador Encinas es el Presidente!

¿No se dio cuenta, el senador Encinas, que el dictamen que surgió de la comisión de la que él es Presidente, incluía lo de los “haberes” a los magistrados?

¿No sabe que siendo Presidente de una de las comisiones dictaminadoras, él tiene la responsabilidad intransferible de escribir y redactar el dictamen que se presentó a discusión?

Si no participó en la redacción, ¿quién, entonces, redactó el dictamen?

¿Cuándo se dio cuenta que el dictamen sobre la reforma política, incluía, absurdamente, lo de los “haberes”?

¿Siendo Presidente de la comisión dictaminadora, no revisó el mencionado dictamen antes de que pasara al Pleno?

¿Se dio cuenta del contenido de “su dictamen” hasta que se dio lectura de este en la sesión del Pleno del Senado?

¡Ciertamente hay que indignarse por tal cantidad de yerros e indignarse de tamaña irresponsabilidad!

Por último, el senador Barbosa, Coordinador del Grupo Parlamentario del PRD en el Senado declaró a los medios que:

“Los senadores del PRD no fueron chamaqueados y sabían de la reforma que otorgaba una pensión de retiro a los magistrados electorales”.

Expuso que fue el Gobierno el que introdujo dicha reforma, pese a que el PAN y PRD lo habían rechazado en las mesas de negociación de la reforma política-electoral.

Al aparecer en el dictamen, al calor del forcejeo final de la reforma política-electoral, la reforma que beneficiaba a los magistrados se quedó para no entorpecer más las negociaciones.

Como es de notarse la declaración del senador Barbosa contradice la “explicación, la justificación” del senador Alejandro Encinas.

Cualquiera puede equivocarse. Lo que no es correcto es la permanente incapacidad para no admitirlo. Y lo más grave aún es la perniciosa costumbre de algunos políticos de culpar a otros de sus propios desatinos.

Atentamente
Jesús Ortega Martínez

martes, 20 de mayo de 2014

La gran desigualdad

Enseña Piketty en su libro la terrible y escandalosa concentración de la riqueza en tan poquísimas personas.


Carlos Marx publicó en 1867 el primer tomo de El capital, su magna obra de economía que, literalmente, revolucionó al mundo durante los siglos XIX y XX. Primero a toda Europa y, posteriormente, la influencia de esta obra se extendió a los otros continentes, sin excepción.

Pocas obras de investigación científica han tenido tal impacto sobre el desarrollo de las sociedades y de la humanidad misma. Podría mencionar a Revolutionibus Orbium Coelestium, de Nicolás Copérnico; Philosophiae Naturalis Principia Mathematica, de Isaac Newton; El contrato social, de Jean-Jacques Rousseau; El origen de las especies, de Charles Darwin; La Teoría de la Relatividad, de Albert Einstein, entre otras, cuya influencia ha transformado y revolucionado todo lo existente y el concepto mismo de la vida.

En nuestra contemporaneidad hay otras obras que igualmente transforman la vida de las sociedades, y es a una de estas últimas a la que quiero referirme. El libro que lleva por nombre Le capital au XXIe siècle, de Thomas Piketty, cuyo tema principal es el de la desigualdad en la distribución de la riqueza en el mundo.

Enseña Piketty en su libro la terrible y escandalosa concentración de la riqueza en tan poquísimas personas. En Francia, por ejemplo, el 10% más rico posee  60% del patrimonio; en el Reino Unido ese 10% acumula 70% y en Estados Unidos 70 por ciento.

Si esto sucede en los países llamados desarrollados, en los identificados como subdesarrollados (los más pobres) la desigualdad es aún mayor y mayor la tragedia que vive gran parte de la población.

Piketty explica las razones y los procesos económicos y políticos para el aumento casi exponencial de la desigualdad, pero también pone atención a las medidas, ciertamente posibles, para terminar con esta inercia que genera enormes crisis, que impide el crecimiento y que genera más y más pobreza para la gran mayoría de los seres humanos.

El autor pone énfasis en:

1. Reducir la deuda pública de los Estados. Esta deuda afecta siempre a los más pobres.

2. Hay que implementar políticas hacendarias para progresivamente gravar más a quien más ingresos tiene y menos al porcentaje de la población de menores ingresos.

3. Gravar el capital y el gran patrimonio porque eso no afectará a 60 o 70% de las personas. Esta parte de la población (los que no tienen capital, los asalariados y los de patrimonios pequeños o medianos) estaría exenta del impuesto sobre el patrimonio.

4. Gravar fuertemente con el ISR a ese 1% de la población que concentra 25% (o hasta 35% en los países más pobres) del ingreso nacional.

5. Como la desregulación históricamente ha propiciado la concentración, hay, en consecuencia, que aumentar y fortalecer la regulación del Estado sobre la economía.

6. Hay que aumentar el patrimonio público (la Reforma Energética en México va en sentido contrario).

7. Y es urgente y hasta vital para la economía de las naciones aumentar los salarios y el ingreso del sector más pobre de la población.

Estas son, según Piketty, medidas específicas y concretas para realizar cambios estructurales y, con ello, alentar el crecimiento de las economías y reducir sustantivamente la desigualdad social.

Los que se escandalizaron porque en este año fiscal se aumentó el impuesto sobre la renta a ese 10% de la población que concentra la riqueza nacional, debieran leer El capital. No el de Marx, sino el de Thomas Piketty.

                *Expresidente del PRD

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martes, 13 de mayo de 2014

¡Ni sancionar el embarazo! ¡Ni penalizar la interrupción del embarazo!

El estado de Guerrero es una de las entidades de la República con mayor pobreza, ello a pesar de que cuenta con dos de los puertos turísticos de mayor demanda nacional, pero al mismo tiempo, es una de las entidades con menor cantidad de tierra apta para el cultivo de extensión. Este segundo dato es significativo porque un porcentaje importante de la población de Guerrero vive (sobrevive) de la agricultura (obviamente, de la agricultura para autoconsumo).


Según datos del Coneval, en 2012 en Guerrero más de 900 mil personas padecen de alguna forma de rezago educativo; cerca de dos millones tienen alguna forma de carencia en servicios básicos de vivienda; dos millones y medio tienen carencia de servicios de seguridad social, especialmente en el acceso a la salud y se podrían dar más datos, pero los anteriores son suficientes para dar cuenta de las difíciles condiciones de vida de los habitantes de este estado, especialmente de las mujeres.

En Guerrero como en otras entidades del sur del país las personas más pobres son mujeres y de ellas dependen económicamente un alto número de familias (muy superior a otras entidades y superior al promedio nacional). Además, en estas entidades del sur mexicano es donde una gran cantidad de mujeres tienen su primer embarazo en la adolescencia. Guerrero es uno de los estados con el mayor número de adolescentes (de 12 a 19 años) que ya han experimentado un embarazo y supera el promedio nacional, que es de 26.7 por ciento. Decía un ponente en el Encuentro Internacional de la Izquierda Democrática, que “la pobreza tiene cara de mujer y madre adolescente”, más si vive en zonas marginales de las ciudades y de las zonas rurales e indígenas. “El embarazo en adolescentes es una de las causas más graves de pobreza familiar”.

Son muchas las acciones que debe hacer todo gobierno (especialmente si se asume de izquierda) para superar esta terrible situación. Pero de entre estas acciones de nuevas políticas públicas, son dos las que resultan urgentes e indispensables. La primera tiene que ver con hacer efectivos los derechos sociales básicos como son la educación, la salud, el seguro de desempleo y la pensión universal para todas y todos.

La segunda implica hacer aplicable el derecho humano fundamental de las mujeres a decidir sobre su vida y su propio cuerpo.

Sobre la primera se ha establecido una reforma constitucional que establece el derecho de todas y todos los mexicanos a la seguridad social universal. Pero este derecho debe ser exigible y el Estado debe estar obligado a hacerlo tangible. De otra manera habrá otro párrafo sobre derechos en nuestra Carta Magna, pero la pobreza en México continuará creciendo.

Sobre la segunda, es decir, el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo, implica igualmente llevar a cabo cambios legislativos y acciones de gobierno que impidan —como debe ser en un Estado laico— la conversión de ciertos postulados religiosos o criterios morales particulares en preceptos legales de aplicación universal. Este es el caso de la presentación por parte del gobernador de Guerrero de una iniciativa de reforma legal para despenalizar la interrupción —en ciertas circunstancias— de un embarazo. Las razones con las cuales el gobernador argumenta su iniciativa en comento, son de salud pública, de fomento a la educación sexual y de garantía a derechos humanos y sociales de las mujeres.

Cierto que el gobierno no puede imponer —tremendo gazapo de Rosario Robles— que las mujeres “tengan como máximo tres hijos”, pero de igual manera ninguna iglesia puede imponer que las mujeres vayan a la cárcel por decidir interrumpir un embarazo. Esas dos visiones son igualmente autoritarias; ambas penalizan la pobreza; ambas violentan derechos fundamentales de las mujeres.

                *Expresidente del PRD

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martes, 6 de mayo de 2014

25 años del PRD

A 25 años de existencia del PRD, sus afiliados tienen muchos motivos para sentirse orgullosos de participar en esta organización política. Este, nuestro partido, ha contribuido —como pocas fuerzas lo han hecho en la historia contemporánea de México— a la democratización política y social de nuestro país.


Sería imposible, en tan poco espacio, enumerar y relatar la totalidad de nuestros aportes y por ello quiero, a propósito del discurso del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, dicho el día de ayer en nuestra ceremonia de conmemoración en la Ciudad de México, resaltar uno de los aportes principales del PRD a la vida política y social de México.

Me refiero al esfuerzo por dotar a México de una fuerza de izquierda moderna, contemporánea y en consecuencia verdaderamente capaz de enfrentar con éxito los desafíos que conlleva la transformación progresista del México del siglo XXI.

Dijo el ingeniero Cárdenas: “Solamente al régimen entreguista y neoliberal le sirve este discurso que dice que hay que ser una izquierda moderna o alejada del radicalismo”. “Los principios no son una moda”.

El concepto de modernidad aparece en el siglo XVIII y surge para diferenciar los tiempos nuevos (modernos) frente a la edad antigua y la edad media. La modernidad está identificada, nada menos, que con los tiempos de la ilustración, es decir, con el pensamiento que confronta la razón con los dogmas religiosos, con los prejuicios, las supersticiones, la idolatría, con lo antiguo enraizado en la ignorancia, en la barbarie y el atraso.

 La izquierda, en ese sentido, es hija genuina de la ilustración, de la modernidad; porque la izquierda, en la lucha política, combate, precisamente, los prejuicios, dogmas, ignorancia, conservadurismo y, desde luego, el atraso en las sociedades.

Una izquierda útil a la sociedad mexicana de nuestro tiempo será aquella que enfrenta con decisión, es decir, radicalmente, las visiones que hicieron identificar a la izquierda con el estalinismo, con el autoritarismo, con la visión de que existe una verdad absoluta y que hay individuos —como los sumos sacerdotes, mesías y salvadores— que la poseen; con el fetichismo, con el culto a la personalidad que tanto daño le hizo y le sigue haciendo a la izquierda en el mundo y en México.

La izquierda que México necesita debe radicalmente alejarse —tanto más, mejor— del “ideologismo revolucionario” que hace de dogmas y evangelios, “principios”; alejarse del “ideologismo” que tergiversa los genuinos principios de la izquierda (la igualdad jurídica y social, la democracia, tolerancia, libertad, inclusión, bienestar social para todas y todos, etcétera) hasta convertirlos en “ocurrencias tácticas” o en caprichos personales. Stalin, ejemplo de barbarismo, convirtió el asesinato de todos los disidentes a su dictadura, en “principios del marxismo-leninismo”.

La izquierda que México necesita debe superar —y el PRD debe aportar a ello— al antiguo pensamiento del “nacionalismo revolucionario”. Este programa político sirvió al país durante una etapa de nuestra historia, pero después fue utilizado como instrumento político y sostén ideológico del régimen priista autoritario de la misma manera en que el neoliberalismo es ahora soporte ideológico del panismo y del actual gobierno priista.

Para vencer a unos y otros, para vencer al neoconservadurismo (neoliberalismo) la izquierda mexicana debe actualizarse, modernizarse, hacerse contemporánea, es decir: reconocerse en la nueva realidad del siglo XXI, y ello implica, necesariamente, desprenderse de los dos grandes fardos que aun la encorvan: El marxismo dogmatizado y el nacionalismo revolucionario del priismo autoritario.

Afortunadamente estoy afiliado a un partido en donde se respeta (este sí es un principio de la izquierda democrática) la libertad de expresión y puedo disentir de la opinión de un hombre tan destacado como el ingeniero Cárdenas.

En efecto, el PRD debe modernizarse para poder hacer realidad sus principios. 

                *Expresidente del PRD

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