martes, 27 de noviembre de 2012

La oportunidad



Muchos analistas de la política mexicana escriben y hablan acerca de la perspectiva inmediata del país ¿Qué nos pasará —se preguntan— durante los próximos años? Y para encontrar respuestas algunos recurren a “su bola de cristal” para relatarnos lo que “ven”. Otros, son los que “tiran las cartas o los huesos” para presentarnos sus adivinanzas como si fuesen sesudos análisis. En realidad algunos cuantos son los que no se despegan del suelo y están logrando reflexiones verdaderamente serias que nos acercan a la realidad.

César Cansino es uno de estos últimos y lo hace desde el análisis más general para aproximarse a lo más concreto. Dice Cansino: “que cuando los pueblos descienden a lo más elemental o sea a la preservación de la vida (y eso es lo que sucede ahora en muchas regiones del país en donde la preocupación principal de la gente es preservar la vida frente a la violencia y frente a la extrema pobreza) es cuando pueden hacer las cuentas con su pasado y con las convicciones que alguna vez abrazaron con entusiasmo. Es entonces, continúa Cansino, cuando los pueblos se reinventan, cuando llenan de nuevos contenidos los valores colectivos o los llevan a terrenos nunca antes ensayados, cuando derrumban fronteras que parecían infranqueables, en una palabra, cuando maduran” (RevistaVariopinto Nº 5).

Eso es lo que pasó cuando el pueblo español avaló los pactos de la Moncloa; cuando el pueblo sudafricano atendió la necesidad de una reconciliación nacional que —aparte de hacer a Mandela presidente— terminara con el Apartheid; cuando los estadunidenses dejaron atrás dos siglos de resabios raciales y étnicos para elegir y reelegir a un presidente afroamericano.

En esa circunstancia (de debilidad extrema del Estado y apenas sobrevivencia para la mayoría de los mexicanos) se encuentra nuestro país y por ello mismo, dice Cansino, “hay que ir a terrenos nunca antes ensayados y derrumbar fronteras que parecen infranqueables”.

Nuestros dilemas como nación están entre regresar a lo ya vivido (el sistema priista autoritario) o ensayar, como decía AMLO, la necesaria reconciliación nacional; entre un nuevo gobierno prepotente, arrogante, aislado y por ello mismo incapaz de enfrentar con éxito los grandes problemas del país o... una nueva gobernabilidad democrática asentada en un acuerdo entre los principales actores políticos y sociales para llenar de nuevos contenidos las indispensables respuestas que las y los mexicanos demandan.

Como lo desprendo de las palabras del multicitado profesor Cansino, estos dilemas no los podrá resolver Peña Nieto, pues están mas allá de sus alcances y posibilidades reales. Las lecciones son claras: sin el reconocimiento de nuestra pluralidad política y social; sin el reconocimiento de que nadie podrá gobernar solo, la perspectiva inmediata será aún más dolorosa.

En sentido diferente, tales dilemas los tendrá que resolver el conjunto de la sociedad mexicana y a ello debieran —como un asunto de responsabilidad con el país— aprestarse, para los grandes acuerdos estratégicos, las diversas fuerzas y partidos políticos.

martes, 20 de noviembre de 2012

Izquierda contemporánea



Nuestro país necesita de una izquierda que responda a sus desafíos. Esto es: una izquierda contemporánea que, superando visiones añejas, se pertenezca al presente. La izquierda debe romper con paradigmas del pasado para ser los mexicanos, parafraseando a Octavio Paz, contemporáneos de todos los hombres.



Inspirada primero en la ideología de la lucha de clases como único motor de la historia, una parte de la izquierda mexicana adoptó una actitud defensiva frente al enemigo de clase, pero ese comportamiento lo extendió erróneamente más allá de la burguesía a todo aquel que simplemente pensara de manera diferente.

Esta visión se expresaba de diversas maneras, una de ellas fue en la de adoptar como único pensamiento válido el dogma marxista. Otra expresión fue la de encerrarse en un discurso chauvinista, de tal manera que durante décadas un sector importante ha limitado su acción y pensamiento a un anacrónico discurso nacionalista, atizando sobre todo las fobias contra lo que no fuera autóctono.

Actualmente existe también por parte de algunos actores un menosprecio hacia lo que sucede más allá de las fronteras, al parecer bajo la premisa de que México necesita estar aislado y por lo tanto no necesitamos nutrirnos de las vivencias y experiencias de las luchas políticas y sociales que se suceden en otras latitudes y regiones.

Este chauvinismo se manifiesta en una confortación contra “el otro”, que se da por medio de la falta de su reconocimiento. Existe en una parte de la izquierda, la negación del derecho del otro a pensar diferente.

En otro sentido hay quienes consideramos que una izquierda contemporánea, necesariamente debe estar vinculada con el resto del mundo y necesita ser cosmopolita y adoptar un nuevo pensamiento universalista, que sea capaz de entender el momento en que vive México como parte, y hacerlo parte de la comunidad internacional.

Esta izquierda moderna comparte el principio democrático de la tolerancia, entendida ésta como el respeto, la aceptación y el aprecio de la rica pluralidad en nuestro país y el mundo; en el reconocimiento de la diversa forma de expresión y de los medios para la convivencia entre los diferentes.

La tolerancia consiste en la armonía en la diferencia y no es lo mismo que concesión, condescendencia o indulgencia. Ante todo, la tolerancia es una actitud activa de reconocimiento de los derechos y las libertades fundamentales de los demás. Lo anterior no significa tolerar la injusticia social ni renunciar a las convicciones personales o atemperarlas. Significa asumir que toda persona es libre de adherirse a sus propias convicciones y aceptar que los demás se puedan adherir a las suyas.

Significa entender el hecho de que los seres humanos, naturalmente caracterizados por su diversidad, su origen, su situación, su forma de expresarse, su comportamiento y sus propios valores, tienen derecho a ser reconocidos como parte de la comunidad y el derecho a participar y ser reconocidos como interlocutores.

El diálogo entre diferentes es un elemento esencial de cualquier izquierda contemporánea para poder proponer soluciones viables y que deben tomar en cuenta el carácter multidimensional de los procesos globales como los financieros, económicos, ambientales, políticos y culturales, todo lo cual repercute en lo regional, en lo nacional y en lo mundial.

Todo lo anterior no significa estar en sincronía con el pensamiento neoliberal ni con el conservadurismo.

Por el contrario una izquierda moderna aspira a construir una globalidad distinta a la actualmente dominante.

El nuevo paradigma de la contemporaneidad se basa en los principios de solidaridad, bienestar, democracia e igualdad para todos los seres humanos.

martes, 13 de noviembre de 2012

Obama y la reforma migratoria.


La reelección de Barack Obama como presidente de Estados Unidos de América representa una oportunidad para evaluar la situación del tema migratorio en la actual administración demócrata.

Una de las promesas que hizo durante su campaña en 2008 Obama fue impulsar una reforma migratoria “viable, práctica y humana”.

Recordemos que dicha reforma migratoria planteada por Obama decía: 1) la creación de un sistema de apoyo para los indocumentados que cumplan con los requisitos para legalizar su estatus migratorio y allane el camino a la ciudadanía previo pago de multas, impuestos y de que los migrantes aprendan inglés; 2) atacar y desmantelar las organizaciones de contrabando y combatir la delincuencia asociada al narcotráfico; 3) ayudar con políticas que generen desarrollo y crecimiento económico en los países expulsores, para frenar la migración desde el origen; 4) terminar con las redadas, porque reconocen lo ineficiente que resulta esta política de criminalización de los migrantes y 5) reformar la burocracia disfuncional que evita la reunificación familiar y con ello incrementar el número de visas para miembros de las familias que viven en Estados Unidos y para los migrantes que puedan ejercer empleos no cubiertos con mano de obra local.
Al término de su primer periodo, podemos constatar que los anteriores objetivos no fueron cumplidos por el gobierno de Obama. Si bien se dieron algunos pasos en la dirección correcta, como con el impulso a la Dream Act (Ley de Fomento para el Progreso, Alivio y Educación para Menores Extranjeros) que daría un camino hacia la ciudadanía estadunidense a estudiantes indocumentados que hubiesen llegado a Estados Unidos siendo menores de edad, así como la reforma de las normas del Departamento de Ciudadanía y Servicios de Inmigración (USCIS) que facilitan el proceso de regularización migratoria de familiares de ciudadanos en dicho país, en la mayoría de los casos, no se dieron ni siquiera los primeros pasos para concertar los objetivos planteados.

Consciente del déficit en el tema migratorio de su administración, Obama mencionó el tema migratorio durante el mas reciente debate presidencial de Estados Unidos: “Somos una nación de paredes y de inmigrantes... debemos arreglar el sistema de migración”, sostuvo.

Argumentó que se debe poner más seguridad en la frontera, pero no para perseguir a estudiantes: “Los estudiantes que entonan el himno, estudian en nuestro país y atienden a todas sus clases, ellos no deberían de tener problemas”.

El gobierno mexicano tiene que aprovechar el discurso de Obama, muy alejado del discurso republicano que inclusive plantea deportaciones masivas, para sensibilizar aún más a la clase política norteamericana y cabildear una reforma migratoria profunda e integral. Lo anterior no es únicamente un buen deseo, ya que como afirma el diario Washington Post, las encuestas muestran que la mayoría del público estadunidense apoya un arreglo a las leyes de migración, por lo que no hacer nada conlleva sus propios riesgos políticos.

El encuentro del próximo 27 de noviembre entre Barack Obama y Enrique Peña Nieto debe trascender el mero encuentro protocolario y convertirse en una reunión de trabajo en donde se acuerden compromisos claros y medibles en el tema migratorio, reconociendo que si bien para concretar una reforma integral es necesaria la participación de los poderes legislativos mexicano y norteamericano, se pueden dar pasos importantes por medio de acciones ejecutivas.

Sin ser ingenuos, México debe ser enérgico y convencer a Estados Unidos de que una reforma migratoria puede ser en beneficio de ambas naciones, pero sobre todo en beneficio de más de 11 millones de seres humanos que actualmente viven a la sombra.

viernes, 9 de noviembre de 2012

El PAN traicionó sus principios al votar a favor de la Reforma laboral

  • PRD trabajará por un Gran Acuerdo Nacional
La fractura de la alianza opositora en el Congreso tiene como beneficiarios al Partido Revolucionario Institucional (PRI) y a la oligarquía sindical, expresó Jesús Ortega Martínez, coordinador nacional de la expresión Nueva Izquierda.


Ante el cambio de posición del Partido Acción Nacional (PAN) con relación a la Reforma Laboral el día de ayer, el ex Presidente Nacional del Partido de la Revolución Democrática (PRD) dijo que “es lamentable que en el PAN hayan prevalecido los intereses partidistas, de grupos internos, por sobre el interés nacional”.



Asimismo, expresó que “la prevalencia de esos intereses tengan como resultado que parte importante de los trabajadores de México sigan siendo prácticamente esclavos de la oligarquía sindical mafiosa”.


Por otro lado, indicó que Acción Nacional traicionó sus principios tras haber votado en ese sentido la Reforma Laboral, ya que los fundadores del blanquiazul estuvieron siempre en contra de las mafias sindicales, la corrupción y la secrecía en que se manejaban los sindicatos.



Sin embargo, el fundador del PRD, dijo que su partido seguirá trabajando por un gran Acuerdo Nacional que beneficie no sólo a unos cuantos, sino a favor de toda la ciudadanía.

martes, 6 de noviembre de 2012

El PRD en un punto de inflexión.

Excélsior

Hablamos de la necesidad de cambiar pero tal cambio lo ceñimos a un pensamiento ya preconcebido y establecido por los revolucionarios decimonónicos.

En poco más de un mes el PRD llevará a cabo su Congreso Nacional. Ese acontecimiento se encuentra enmarcado en situaciones específicas que en alguna u otra manera influirán en su desenlace. La más importante es la salida de AMLO del PRD, que si bien no ha significado, hasta ahora, que muchos perredistas lo sigan, sí tendrá diversas implicaciones que podrían ser determinantes para el futuro de nuestro partido.

Relacionado con lo anterior se encuentra un elemento de gran importancia, sin embargo, un buen número de perredistas se niegan a reconocer: Nos encontramos en un punto de inflexión desde el cual podemos ir hacia la modernidad de la izquierda mexicana o, ignorándolo, mantenernos en un statu quo que más temprano que tarde nos conducirá no sólo a perder capacidad de influencia en el acontecer político y social del país, sino más grave aún, a anularnos como opción de gobierno nacional.

Salvador Gallardo Cabrera un filósofo hidrocálido escribió: “Hoy, decenas de analistas políticos escriben y opinan a diario sobre nuestra actualidad. Pero en realidad esos analistas nunca escriben para pensar nuestro presente […] anclan su mirada desde un terreno ya construido [...] Los opinadores siempre tienen ideas justas cuando de lo que se trata es tener, como dice Godard, justo ideas. Ideas de vida, renglones de resistencia a nuestro presente”.

Esto nos pasa en la izquierda ahora mismo. Hablamos de la necesidad de cambiar pero tal cambio lo ceñimos a un pensamiento ya preconcebido y establecido por los revolucionarios decimonónicos; aquel pensamiento del “asalto al cielo”; de la renovación social que deberá ser total, absoluta, de una vez y para siempre; del cambio que habrá de venir por que —razonaban y así lo seguimos haciendo— “somos los buenos”; porque “el triunfo de la reacción —dicen— es “moralmente” imposible. (Aunque política y materialmente sí sea posible).

Somos, en la izquierda mexicana, persistentemente redundantes en un pensamiento político claramente anacrónico que predica moral —como si de una iglesia se tratara— en lugar de presentar a la sociedad ideas nuevas, propuestas concretas, políticas públicas viables, contemporáneas para transformar un presente que es injusto y lacerante.

Uno de los cambios indispensables en el Congreso del PRD será trascender la imposición de una “ideología de la moralidad” que en su propia condición es subjetiva y relativa para reencontrarse y sustentarse en un pensamiento político innovador, contemporáneo que traduzca el imperativo ciudadano (este sí objetivo) por una República democrática y por un Estado de derecho.