A 25 años de existencia del PRD, sus afiliados tienen muchos motivos para sentirse orgullosos de participar en esta organización política. Este, nuestro partido, ha contribuido —como pocas fuerzas lo han hecho en la historia contemporánea de México— a la democratización política y social de nuestro país.
Sería imposible, en tan poco espacio, enumerar y relatar la totalidad de nuestros aportes y por ello quiero, a propósito del discurso del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, dicho el día de ayer en nuestra ceremonia de conmemoración en la Ciudad de México, resaltar uno de los aportes principales del PRD a la vida política y social de México.
Me refiero al esfuerzo por dotar a México de una fuerza de izquierda moderna, contemporánea y en consecuencia verdaderamente capaz de enfrentar con éxito los desafíos que conlleva la transformación progresista del México del siglo XXI.
Dijo el ingeniero Cárdenas: “Solamente al régimen entreguista y neoliberal le sirve este discurso que dice que hay que ser una izquierda moderna o alejada del radicalismo”. “Los principios no son una moda”.
El concepto de modernidad aparece en el siglo XVIII y surge para diferenciar los tiempos nuevos (modernos) frente a la edad antigua y la edad media. La modernidad está identificada, nada menos, que con los tiempos de la ilustración, es decir, con el pensamiento que confronta la razón con los dogmas religiosos, con los prejuicios, las supersticiones, la idolatría, con lo antiguo enraizado en la ignorancia, en la barbarie y el atraso.
La izquierda, en ese sentido, es hija genuina de la ilustración, de la modernidad; porque la izquierda, en la lucha política, combate, precisamente, los prejuicios, dogmas, ignorancia, conservadurismo y, desde luego, el atraso en las sociedades.
Una izquierda útil a la sociedad mexicana de nuestro tiempo será aquella que enfrenta con decisión, es decir, radicalmente, las visiones que hicieron identificar a la izquierda con el estalinismo, con el autoritarismo, con la visión de que existe una verdad absoluta y que hay individuos —como los sumos sacerdotes, mesías y salvadores— que la poseen; con el fetichismo, con el culto a la personalidad que tanto daño le hizo y le sigue haciendo a la izquierda en el mundo y en México.
La izquierda que México necesita debe radicalmente alejarse —tanto más, mejor— del “ideologismo revolucionario” que hace de dogmas y evangelios, “principios”; alejarse del “ideologismo” que tergiversa los genuinos principios de la izquierda (la igualdad jurídica y social, la democracia, tolerancia, libertad, inclusión, bienestar social para todas y todos, etcétera) hasta convertirlos en “ocurrencias tácticas” o en caprichos personales. Stalin, ejemplo de barbarismo, convirtió el asesinato de todos los disidentes a su dictadura, en “principios del marxismo-leninismo”.
La izquierda que México necesita debe superar —y el PRD debe aportar a ello— al antiguo pensamiento del “nacionalismo revolucionario”. Este programa político sirvió al país durante una etapa de nuestra historia, pero después fue utilizado como instrumento político y sostén ideológico del régimen priista autoritario de la misma manera en que el neoliberalismo es ahora soporte ideológico del panismo y del actual gobierno priista.
Para vencer a unos y otros, para vencer al neoconservadurismo (neoliberalismo) la izquierda mexicana debe actualizarse, modernizarse, hacerse contemporánea, es decir: reconocerse en la nueva realidad del siglo XXI, y ello implica, necesariamente, desprenderse de los dos grandes fardos que aun la encorvan: El marxismo dogmatizado y el nacionalismo revolucionario del priismo autoritario.
Afortunadamente estoy afiliado a un partido en donde se respeta (este sí es un principio de la izquierda democrática) la libertad de expresión y puedo disentir de la opinión de un hombre tan destacado como el ingeniero Cárdenas.
En efecto, el PRD debe modernizarse para poder hacer realidad sus principios.
*Expresidente del PRD
Twitter: @jesusortegam
http://ortegajesus.blogspot.com/
ortegamartinezjesus@hotmail.com
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