martes, 31 de enero de 2012

Hacer política en lugar de propaganda


En 1961 casi todos los partidos socialistas y comunistas se encontraban inmersos en un intenso debate acerca del futuro de la izquierda. Jrushchov ya había expuesto ante el mundo los horrendos crímenes del stalinismo y, además, evidenciaba la necesidad de profundos cambios en el régimen soviético y en las concepciones e ideas que hasta en ese entonces defendía la izquierda.

La democracia y la libertad se encontraban en el centro de las discusiones y se intentaba —en algunos partidos, de manera genuina— introducirse en un profundo proceso de cambio, de autocrítica. El partido comunista de Italia era de los que con mayor intensidad experimentaba ese estadio de “revisión”, y su principal dirigente, Palmiro Togliatti, enfrentaba las exigencias de una buena parte de los dirigentes para revisar, como pedía la federación juvenil, “toda la historia soviética, incluido el papel de Trotski”.

En algún momento de una de las fragorosas discusiones, Togliatti le hizo un comentario a uno de sus compañeros dirigentes, mismo que se destacaba por su insistencia para que el partido se dispusiera al abierto reconocimiento de los errores cometidos. Togliatti dejó escapar esta expresión: “Afortunado tú, que vuelves a hacer política; yo, como ves, deberé seguir haciendo propaganda”. El legendario secretario general del PCI se resignaba a defender la ortodoxia comunista, pero tenía clara conciencia de que hacer política implicaba necesariamente el reconocimiento de los errores cometidos y el impulso a los grandes y radicales cambios.

Esta anécdota sobre Togliatti busca evidenciar el hecho de que, en las actuales circunstancias del país, los líderes políticos deerían aprestarse a los cambios necesarios, partiendo del reconocimiento público de los errores cometidos.

Calderón, carente de la humildad indispensable en los grandes jefes de Estado, se resiste a reconocer que la estrategia de “la guerra” fue un error. En ese mismo ánimo están los aspirantes panistas, y sólo se dedican a “hacer propaganda” a la estrategia de Calderón. ¿Habrá alguno de los aspirantes que asuma que el gobierno panista equivocó las decisiones en el combate al narcotráfico?

Del lado de los priistas la situación es peor, pues se encuentran instalados en una insolente arrogancia para convencernos de que el pasado del régimen autoritario fue mejor, y de la necesidad, entonces, de reinstalarlo. ¿Algún reconocimiento de errores en los sexenios priistas? ¡Ninguno! Absolutamente ninguno.

En la izquierda resulta necesario aprender de la anécdota de Palmiro Togliatti, para que en la actual campaña electoral nos salgamos de la ortodoxia y nos alejemos de “hacer propaganda”. En sentido diferente, regresemos, volvamos a “hacer política”; ello implica que la izquierda y, principalmente, nuestro candidato presidencial, demostremos no sólo humildad, sino además capacidad —la que debe tener todo presidente demócrata— para reconocer las fallas y errores cometidos. Esto lo digo desde una reflexión esencialmente política y no desde una visión de moral.

A la luz de un nuevo discurso, que hay que celebrar en nuestro candidato presidencial y que refleja disposición para “hacer política”, el reconocimiento de nuestras fallas y errores nos haría (a diferencia de la arrogancia de Calderón y Peña) más genuinos y creíbles y, por lo tanto, con mejores condiciones para ganar los comicios.

martes, 24 de enero de 2012

Los monopolios: cáncer de la economía


Eso quedará en pura palabrería hueca y en demagogia si no se termina con los monopolios.

En México, un tema recurrente para el análisis de nuestra economía, han sido los monopolios. Es un asunto que se ha estudiado exhaustivamente en su “carácter distorsionador” y en su condición de obstáculo para el desarrollo económico del país. Cierto que se han tratado con mayor interés los monopolios estatales, y especialmente aquellos que están presentes en un área económica estratégica como lo es la energía. Pemex y CFE han estado sujetos, durante décadas, a una ofensiva de los sectores neoliberales que incluso han planteado la desaparición de estas empresas del Estado como la parte sustantiva de los que llaman: “la tercera generación de las reformas estructurales”.

Es verdad que CFE y Petróleos Mexicanos requieren de una reestructuración de fondo y en ese proceso deberían dejarse de lado todo tipo de dogmas. Estrictamente Pemex ya no es un monopolio, pues en la extracción del crudo, refinación, transportación e incluso en la comercialización de los derivados participan muchas empresas de carácter privado tanto nacionales como  extranjeras.

En el fondo, la razón de la permanente ofensiva contra Pemex, no se encuentra tanto en cómo evitar un monopolio sino en cómo lograr su privatización.

Pero fijar la atención en estas dos empresas estatales, ha propiciado que se deje de lado la existencia de múltiples monopolios privados que, ciertamente, se han convertido en uno de los principales problemas que impiden que nuestro país pueda salir del estancamiento económico.

Los monopolios existen, a pesar de la prohibición constitucional, y son los que ejercen mayor concentración del mercado nacional.

Son varios los monopolios, pero de entre éstos, los de mayor importancia se encuentran en las telecomunicaciones. Esta es un área estratégica para los próximos 50 años y las empresas más grandes se encuentran en una batalla, no para alentar la competencia y un mercado diverso, sino para ver quién de ellas la monopoliza.

Si se abriera una tercera o cuarta cadena televisiva, tanto TV Azteca como Televisa están presionando para ser ellos mismos los concesionarios, y al mismo tiempo, Televisa se asocia con Azteca para juntos ser parte del control, al lado de Telmex, de la telefonía. De este hecho el gobierno es un mero espectador que no ejerce sus facultades para impedir la concentración y la Comisión Federal de Competencia observa impotente la consolidación de estos monopolios.

Todos los candidatos presidenciales han hablado de la necesidad de hacer crecer el mercado interno y lograr un crecimiento sustentable de la economía. Eso quedará en pura palabrería hueca y en demagogia si no se termina con los monopolios.

martes, 17 de enero de 2012

El falso dilema de Peña Nieto: eficacia o democracia

En sus planteamientos es fácil observar la nostalgia por el antiguo sistema priista así como la ausencia de toda voluntad para innovar en formas y contenidos en el tema de la gobernabilidad.

Excélsior

Enrique Peña Nieto se reunió el día de ayer con un grupo de periodistas y politólogos a los cuales externó su opinión sobre varios temas, pero puso énfasis en los relacionados a la gobernabilidad del país. El mexiquense dijo: Estoy a favor de un presidencialismo; hay que disminuir el número de legisladores de representación proporcional; hay que darle mayor peso cuantitativo a la cláusula de gobernabilidad; las minorías “eventualmente virulentas, rudas, difíciles”; hay que fortalecer al Ejecutivo; hay que evitar “la trampa de la relación del Ejecutivo-Legislativo”. En síntesis, el precandidato priista plantea la restauración plena del nocivo régimen político de autoritarismo y concentración de poder en un individuo, es decir: se propone restablecer el sistema presidencialista de partido casi único.

En sus planteamientos es fácil observar la nostalgia por el antiguo sistema priista así como la ausencia de toda voluntad para innovar en formas y contenidos en el tema de la gobernabilidad. Peña Nieto no le da vueltas al asunto y su propuesta se concentra en el regreso al pasado.

Pongamos atención a la expresión de “minorías eventualmente virulentas, rudas, difíciles”. En el fondo su planteamiento pretende que cualquier minoría opositora que con firmeza ejerza su derecho a confrontar al Presidente y a sus decisiones, la considerará no sólo una dificultad para lograr la eficacia en el gobierno, sino incluso peligrosa para la fuerza del Presidente.

Esa visión no sólo es conservadora sino es llanamente autoritaria y contraria a todo fundamento democrático. Peña Nieto no quiere minorías que cuestionen y menos que lo hagan con lo que él llama “rudeza” y no alcanza a comprender que en los tiempos modernos la eficacia gubernamental con contenido democrático, está necesariamente asociada a la existencia de mayorías y minorías; a la existencia de una oposición crítica; a la presencia de pesos y contrapesos; al reconocimiento de la pluralidad. Para Peña Nieto, la “eficacia del gobierno” no empata con la democracia y menos con el reconocimiento de la pluralidad política existente en el país. Por el contrario, el candidato del PRI asocia eficacia con autoritarismo.

El aspirante priista encuentra contradicción entre pluralidad política y eficacia del Estado y por lo tanto, él mismo se pregunta: ¿Cuál de los dos escenarios privilegiamos? En otras palabras nos dice: o hay eficacia o hay democracia. Asumir como cierto este dilema es una barbaridad y con ello Peña Nieto se desnuda para enseñarnos su verdadero pensamiento: Un autoritarismo no ilustrado.

El dilema de efectividad o democracia no debe existir y más aún,  hay que evidenciar que no hay eficiencia en el gobierno para lograr mínimos de bienestar para tod@s sino hay democracia y respeto a la pluralidad.

Como bien dice Arturo Camou: “El ejercicio eficiente del poder no excluye sino que incorpora la dimensión del consenso como insumo del proceso de toma de decisiones e implementación de políticas. […] ningún actor puede disponer de todo el poder; más bien, los distintos actores sociales y políticos poseen una parte del poder que ejercen tomando en cuenta el conjunto de expectativas de los otros al momento de tomar decisiones.” (Gobernabilidad y Democracia. Cuadernos de divulgación de la cultura democrática. IFE).

                *Integrante del PRD
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martes, 10 de enero de 2012

México pone los muertos y en EU se hace el negocio

La cercanía entre ambas naciones no debería ser una fatalidad.

“Pobre México tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”. Esta frase se le atribuye a Porfirio Díaz, pero al margen de conocer con precisión al autor, el hecho real es que muchos mexicanos la siguen creyendo cierta y para ellos en esto se sintetizaría el origen de nuestros males y la causa de nuestras desgracias.

El arzobispo primado de México dijo el 26 de diciembre pasado que “Jesús está en medio de nosotros para recomponer ese tejido social dañado, para rehacerlo, y que ese tejido sea más humano”. Es cierto, lo digo respetuosamente, que en un ministro religioso encomendarse a Jesucristo parece lógico y en cierto modo obligado. Y aunque ya no es tan obligado en otros, sí estamos observando que los aspirantes a la Presidencia de México están haciendo todo lo necesario para acercarse a Dios y con ello, supongo, hacer menor la distancia (aquella de la que hablaba el tuxtepecano) entre éste con México.

Uno de los aspirantes tiene a la Biblia como libro de cabecera; otro sustenta su propuesta en “que podamos ser más justos, más humanos, o sea más cristianos”; y de los otros ni se diga, pues son parte de un partido cuyo cuerpo doctrinario tiene origen en el catolicismo y más recientemente en los fundamentos de la democracia cristiana.

De tal manera, que nuestra “lejanía de Dios”, es decir, la primer parte del “problema” planteado por Porfirio Díaz, ya casi la resolvemos.

La segunda parte –nuestra cercanía con los EU– está resultando más preocupante. Porque es verdad que una parte sustancial de nuestra problemática nacional, se encuentra estrechamente vinculada al contenido de nuestra relación con los vecinos del norte. Así es, por ejemplo, con el asunto de la violencia en nuestro territorio. Este flagelo se recrudece –aparte de la errónea estrategia de Calderón– porque el gobierno norteamericano no asume la corresponsabilidad que le pertenece. Sigue consintiendo el tráfico de armas hacia México (por el enorme interés económico que a ellos le significa) y continúa igualmente consintiendo el impresionante negocio que representa el tráfico y consumo de drogas en su propio territorio.

Según la OMS los norteamericanos consumen un tercio de la producción mundial de la cocaína; las autoridades confiscan apenas 1% de las drogas que ahí se comercializan, y el tráfico y consumo de estupefacientes le significa un negocio de más de 100 mil millones de dólares anualmente. Aparte, en el caso de la mariguana, la producción legal en EU alcanza las 10 mil toneladas métricas y su utilidad es ahora mayor que la derivada de la producción de soya o maíz. Es decir, México pone los muertos y en los EU se hace el negocio.

Esta perversa relación debe de cambiar y los candidatos deben de dar a conocer sus propuestas sobre cómo enfrentar comúnmente este terrible problema.

Pero existen otros temas a tratar puntualmente con Obama, o con quien resulte presidente en las elecciones de noviembre. Tenemos el caso de nuestra relación comercial siempre sujeta a los intereses de las grandes corporaciones empresariales y los sindicatos norteamericanos, o la situación de fragilidad en la protección de los derechos más elementales de los trabajadores mexicanos en EU.

La cercanía entre ambas naciones no debería ser una fatalidad, pero ello depende de la actitud de los gobiernos, especialmente del nuestro. Es decir; de que nuestro próximo Presidente pueda plantear el dotar de un contenido sustantivamente nuevo y diferente a nuestra vecindad, para que ello implique beneficios a los estadunidenses, pero que también signifiquen nuevas y mejores condiciones para nuestro desarrollo.

Es cierto que tenemos que ampliar el horizonte de nuestras relaciones económicas y políticas con el resto del mundo, pero resulta imposible soslayar los tres mil kilómetros de frontera común y nuestra codependencia en la economía, la seguridad, el combate al crimen, etcétera.

Puede ser que algunos de nuestros aspirantes apuesten a la providencia para resolver los problemas del país, pero no estaría mal que tomaran en cuenta la necesidad de una nueva política internacional, especialmente con Estados Unidos.
                                                              *Integrante del PRD
                                                        @jesusortegam
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martes, 3 de enero de 2012

Con deseos no se ganan votos

La ausencia de propuestas estructuradas sólidamente estructuradas es un fenómeno recurrente en las campañas electorales.


En un mitin en Huejutla, Hidalgo, Enrique Peña Nieto dijo que en las próximas elecciones de julio, el PRI ganará los comicios locales, la mayoría en la Cámara de los Diputados, de los Senadores y la Presidencia de la República. Andrés Manuel López Obrador ha dicho que “ahora sí ganará las elecciones pues el movimiento que enarbola cuenta con una sólida estructura de cuatro millones de ciudadanos organizados, capaces de conseguir 20 millones de votos”.

Los precandidatos del PAN, igualmente, aseguran que cuentan con la suficiente fuerza para “obtener la victoria”. A nadie extraña que los contendientes a la Presidencia auguren su victoria.

Lo que sí deberíamos preguntarnos es: ¿Para qué quieren ganar? Y lamentablemente, al inicio del año, los electores no tienen una respuesta clara y ninguno de los precandidatos ha presentado un programa de gobierno.

La ausencia de propuestas estructuradas sólidamente, y que sean resultado de análisis profundos de la realidad, es un fenómeno recurrente en las campañas electorales de nuestro país, que desprestigia a la política y aumenta el escepticismo de los electores en los asuntos públicos.

“¡Voy a terminar con la violencia, voy a lograr el crecimiento de la economía, voy a generar millones de empleos, voy a garantizar el acceso de todos los niños y jóvenes a la educación de calidad, voy a garantizar salud para todos, etcétera!” ¡Bien por esas palabras! Pero lo que se necesita es más que repetir una aspiración. Lo que los electores requieren, es conocer cómo lo harían posible cada uno de los aspirantes.

En ese sentido es que el candidato de las izquierdas debe asumir que “la inestabilidad endémica de la gran mayoría de la población, es la causa última de la actual crisis de la República y por lo tanto del estrechamiento del espacio privado-público, que es el único del que pueden surgir la solidaridad humana y el reconocimiento de las causas comunes. La inseguridad (en el sentido más amplio) engendra más inseguridad, la inseguridad se autoperpetúa. Tiende a atar un nudo gordiano imposible de desatar y que sólo puede ser cortado. El verdadero problema es encontrar el lugar donde el cuchillo de la acción política pueda aplicarse con mayor efecto” (Zygmunt Bauman: En busca de la política).

Ese “lugar para la acción política eficaz” debe de ser, por un lado, la reforma política del Estado que termine con cualquier resabio del antiguo régimen político priista y por el otro, la creación del sistema universal de seguridad social que le garantice a tod@s los mexicanos (tengan empleo o no) el acceso a los derechos humanos fundamentales como la salud, educación, alimentación y vivienda digna.

El estar bien con uno mismo es importante; el amor a los semejantes es una virtud moral a la que se debe aspirar siempre, pero ahora se requieren propuestas específicas y viables, que recuperen en los ciudadanos la credibilidad en la acción política y en los personajes que la materializan.

Integrante del PRD

@jesusortegam

http://ortegajesuss.blogspot.com/

ortegamartinezjesus@hotmail.com

2012-01-03 00:33:00