martes, 27 de enero de 2015

Las figuras


En una publicación reciente una estimada periodista llevó a cabo un análisis sobre el PRD y su conclusión, a grandes rasgos, es que este partido se encuentra en “grandes dificultades” porque se le fueron lo que ella identifica como “las figuras”. No quisiera, en esta ocasión, debatir acerca de si el PRD se ha debilitado, y mejor confronto la tesis —derivada de su análisis— de que lo importante en la política son las “figuras”.

Cierto es que resultaría insensato tratar de desligar a la política de los personajes, pues éstos le son intrínsecos, pero siendo importantes, no son lo verdaderamente sustantivo para alcanzar las transformaciones de fondo que reclaman las sociedades.

“Las figuras” son sustituibles, prescindibles y, en sentido contrario, hay que reafirmar que el principal —y éste sí insustituible— sujeto histórico de los cambios sociales, lo es el pueblo, la gente involucrada en procesos democráticos que transforman anacrónicas y falaces concepciones del quehacer político.

Por ello, cualquier proceso político que condujera a una profunda transformación del país no se sintetiza en la confrontación de “zutano versus mengano”, o para decirlo con nombres propios y llevado al extremo del absurdo, no depende de si figuras como Peña Nieto, Cárdenas Solórzano, Miguel Osorio, Gustavo Madero, Carlos Navarrete, López Obrador, Alberto Anaya, Manlio Fabio Beltrones, El Niño Verde o cualquier otro personaje, resultara “vencedor” en una de esas batallas campales de la lucha libre que se desarrollan en el cuadrilátero de la Arena Coliseo. ¡Como si la política se tratara de un combate de máscara contra cabellera, entre rudos y técnicos! Sin embargo, así, lamentablemente, observan algunos de nuestros acuciosos analistas el acontecer de la política mexicana, como de la misma manera entienden la política muchos de los políticos mexicanos.

¡No, no! Así no puede, no debe entenderse la ciencia de la política. No es, no puede ser observada como un espectáculo cuya atención se ubica en la “habilidad circense de las figuras”.

En sentido diametralmente diferente lo que debe estar en el centro de la contienda política deben ser los planteamientos programáticos, los idearios, las propuestas que presenta cada partido, para que desde ello, los ciudadanos —el verdadero sujeto histórico de los cambios— los ponderen, evalúen y en su caso los acepten o rechacen.

Por lo tanto, el cambio verdaderamente transformador de la vida en nuestro país debe implicar un cambio en la concepción de la cultura política, la que hasta ahora se ha sostenido, no en la democracia, no en la confrontación de ideas, pensamientos; no en la participación ciudadana en los asuntos públicos, sino en la existencia, finalmente efímera, de “las figuras”.

Observe, estimado lector, el inicio de las campañas. ¡Que si se fue Encinas del PRD; que si se fue Cervantes de Morena; que si a Margarita la corrieron  del PAN; que si se va Osorio del gabinete; que si Peña Nieto tiene cáncer; que si El Niño Verde caza elefantes! Para los que siguen fielmente la cultura política de las figuras como el todo, esto tristemente les lleva al éxtasis, al frenesí.

Ojalá que alguien, algún partido, hiciera algo diferente y privilegiara el debate programático por sobre la lucha libre entre “las figuras”. Ojalá fuera el PRD. Estamos apenas a tiempo.

                *Expresidente del PRD

                Twitter: @jesusortegam

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martes, 20 de enero de 2015

¿Es absoluta la libertad de expresión?

Excélsior

Hay quienes, equivocadamente, asumen que “su libertad de expresión” no tiene límite alguno y que por lo tanto en el nombre de dicha libertad, que consideran absoluta, pueden señalar, acusar, denostar, agraviar, deshonrar, estigmatizar a cualquier otra persona sin tener evidencia alguna...

Imagine que un día cualquiera, usted, amable lector, va caminando por alguna avenida en donde otras personas hacen lo mismo. Transita rumbo a su trabajo o a la escuela y de pronto se topa con un sujeto al cual no conoce o que circunstancialmente sí lo ha visto o que hasta puede ubicarlo como su vecino. Imagine que el sujeto en cuestión se detiene frente a usted y, alzando la voz, comienza a increparlo acusándolo de asesino. Continúe en este ejercicio de imaginación para que entonces, sorprendido, observe que las personas a su alrededor voltean la vista hacia usted y hacia su desconocido acusador. Algunos de los transeúntes se acercan hacia ambos, pero a usted lo comienzan a observar con mirada inquisitoria e incluso otros más suman sus voces al del intempestivo acusador y de igual manera le gritan asesino. Desconcertado, usted reclama a su acusador del por qué de tales señalamientos y éste, blandiendo el dedo índice como espada le dice: “Estoy ejerciendo mi derecho a la libertad de expresión”.

Esta escena que para el lector parecerá irracional, es en sustancia lo mismo que argumentan algunos profesionales de la comunicación, para —dicen— defender su derecho a la libertad de expresión.

Por fortuna no todos comparten esta concepción de la libertad de expresión, pero otros, equivocadamente, asumen que “su libertad de expresión” no tiene límite alguno y que por lo tanto en el nombre de dicha libertad, que consideran absoluta, pueden señalar, acusar, denostar, agraviar, deshonrar, estigmatizar a cualquier otra persona sin tener evidencia alguna que elementalmente sostenga desde el punto de vista profesional, legal y éticamente lo que de ella dicen, escriben, difunden. Esta concepción sobre la libertad de expresión no es, a mi juicio, sensata.

En sentido diferente opino que la libertad de expresión, ciertamente no puede estar sujeta a censura o restricción y que el Estado y las leyes deben fijar con claridad el establecimiento de aquellas condiciones para que las personas puedan ejercer plenamente su derecho a la libertad de expresión. Sin embargo, para ejercer éste y otros derechos, las personas, los ciudadanos, como escribía Rousseau: “Perdemos la libertad natural y el derecho ilimitado a todo lo que intentamos y podamos alcanzar… lo que gana en él mismo es la libertad civil y la propiedad a todo lo que posee... podríamos añadir a ello la adquisición del Estado civil y la libertad moral, que sólo hace al hombre ser verdaderamente dueño de sí, puesto que la impulsión del solo apetito es esclavitud, y la obediencia a la ley que se ha prescrito uno a sí mismo es libertad”.

En el marco de un contrato social como el establecido en nuestra sociedad y nuestro país y que está regido por una Constitución y por otras leyes y por normas y reglas, nadie puede ejercer “su” libertad de manera absoluta, ilimitada y de la misma manera nuestros derechos individuales están, necesariamente, limitados al ejercicio de los derechos de los demás.

Por lo tanto nadie puede usar su derecho a la libertad de expresión si ello implica cancelar el derecho y la libertad de los otros, de los demás.

Éste es, ciertamente, un principio liberal, pero no es contrario a la izquierda libertaria y democrática.

                *Expresidente del PRD

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martes, 13 de enero de 2015

COMUNICADO DE PRENSA

 
Respecto a las declaraciones que ha hecho el senador Armando Ríos Piter en el noticiero de Carlos Loret de Mola y en las cuales hace referencia a mi persona, hago la aclaración siguiente:

1.- Soy, es conocido, Coordinador Nacional de Nueva Izquierda y como tal, mantuve, pues es mi obligación, una conversación el viernes pasado con el mencionado Senador el cual es miembro de la corriente que yo coordino.

2.- Analizamos, como será obvio para todos, la situación prevaleciente en el estado de Guerrero y además incluimos en nuestra conversación las acciones que deberíamos tomar el conjunto de las y los perredistas, para enfrentar el proceso electoral y finalmente con ello, refrendar el triunfo de nuestro partido en dicha entidad.

3.- No hubo de mi parte “insinuaciones” de ninguna naturaleza. Al senador Ríos Piter le hablé llanamente, sin recovecos ni lenguaje críptico. Le hice planteamientos claros y directos para que contribuyera, junto con los demás precandidatos, a que en el Consejo Estatal del PRD en Guerrero —instancia que estatutariamente resuelve las candidaturas— decidiera en unidad quien debería ser nuestro candidato a gobernador. Para ello, le decía a Armando, resultaba indispensable que todos los precandidatos —especialmente él mismo— platicaran con todos los integrantes de ese órgano decisorio. A este Consejo Estatal también pertenece el gobernador con licencia Ángel Aguirre y otros dirigentes que son, ciertamente, representantes y líderes de diversas corrientes al interior de nuestra organización.

4.- La recomendación a Armando, como la reiteré a otros precandidatos, fue acerca de dialogar con y entre todos los consejeros. Insisto, no fue ninguna “insinuación”, fue expuesta de manera directa y clara y no tenía ningún otro propósito que el ya mencionado, más aún cuando Armando Ríos Piter —como se sabe— encabezaba las encuestas. Armando no tenía que pasar “la aduana” de Aguirre, esa no es la importante. La que estaba obligado a pasar, es la del Consejo Estatal en donde participan, deciden y votan cientos de compañeras y compañeros.

5.- En el PRD nadie, tampoco Armando, podría ser declarado candidato por decisión exclusiva de algún individuo. Eso se puede hacer en otros partidos, no en el PRD. En el nuestro, el candidato a gobernador de Guerrero o de cualquier otra entidad tiene que ser decidido en un proceso electivo, democrático y por el órgano correspondiente.

6.- Con Loret de Mola, Armando habló de ética y me parece que un comportamiento de esa naturaleza, por demás necesario, no se encuentra en contradicción con la necesidad de dialogar, concertar, coincidir con todos aquellos compañeros que son consejeros estatales y que lo son, debido a que tienen a salvo sus derechos políticos y estatutarios, como es el caso de Ángel Aguirre, gobernador con licencia de Guerrero. En un proceso de esa naturaleza fue electo Armando como candidato a senador.

7.- Sin embargo, si el compañero Ríos Piter considera que ahora no debería hablar con Ángel Aguirre porque asume que éste se ha situado al margen de la ley, está en su derecho de no hacerlo, pero también se encuentra obligado, desde su convicción ética, a denunciarlo penalmente ante las instancias correspondientes. Si Armando no quiere ser “tapadera” de posibles actos de corrupción, si no quiere ser omiso ante presuntas irregularidades, si no quiere ser cómplice de alguna eventual impunidad, entonces debe presentar ante la Procuraduría de Justicia del estado o ante la PGR la información, los datos, las evidencias, las pruebas con las que cuenta para que se aplique la ley y se castigue a todos aquellos que pudieron cometer cualquier ilícito. No hacerlo así, contradice la convicción ética que enarbola y en sentido diferente, actúa como “tapadera” e incluso corre el riesgo de hacer apología del delito. Interponer tal denuncia es lo elementalmente congruente para que cumpla con sus obligaciones como senador por Guerrero, como ciudadano y como perredista.

8.- Armando es un político experimentado y sabe que sus argumentos para decidir el no participar como precandidato a gobernador motivarán, como ya está sucediendo, una polémica, la que sin duda está siendo aprovechada por los contrincantes políticos del partido para dañarlo y con ello obstaculizar nuestro posible triunfo en las próximas elecciones. Armando, no puede pasar por alto, que especialmente ahora, nos están “disparando obuses de alto calibre” desde algunos de los más poderosos medios de comunicación.

¿Es gratuito políticamente que Televisa, por un lado, niegue el derecho de réplica al presidente del partido, a un servidor, a dirigentes del partido, para que por otro, le abra al senador todos sus programas informativos y lo entrevisten todos sus conductores?

¡Desde luego que no! Televisa interviene conforme a su conveniencia y esta circunstancia se la facilita, al margen de intenciones el senador Ríos Piter. ¡El camino del infierno está empedrado de buenas (y de malas) intenciones!

9.- Considero, por último, que el tema en cuestión implica tratarlo con la suficiente madurez política, a sabiendas de que el PRD, sus candidatos y militantes en Guerrero conocen de la compleja situación de su entidad y del país. Y por lo tanto, para ser candidato a gobernador se requiere, en primer término, de actuar con decisión, sin dudas, sin temores, convencidos de aportar el mayor esfuerzo sin egoísmos, sin veleidades y dispuesto a enfrentar los obstáculos más grandes y las más duras presiones. Si no se está preparado para ello, ciertamente, la actitud más recomendable para cualquier político es declinar a asumir tal encargo y responsabilidad.

Jesús Ortega Martínez

Coordinador Nacional de Nueva Izquierda

¿De quién es el derecho a la libertad de expresión?


Se ha suscitado una controversia entre Televisa, Joaquín López-Dóriga, que es su principal conductor en sus espacios informativos, y en el lado contrario, algunos ciudadanos —entre ellos el que esto escribe— que se encuentran afiliados al PRD. No ha podido ser, evidentemente, un debate, porque éste, por definición, se debe dar ante uno o varios temas específicos, en igualdad de condiciones, con equidad para que los participantes puedan exponer libremente sus pensamientos e ideas y controvertir las de su o sus interlocutores. Ha habido, insisto, una controversia (que no un debate) en donde se han tocado diversos tópicos, entre ellos, el de la libertad de expresión.

Motivadas por dicha controversia, algunas personas han llegado a la insensatez de afirmar que controvertir o criticar (en las redes sociales o por otros medios) lo que dice el señor Joaquín López-Dóriga u otro profesional de la comunicación en sus noticiarios, atenta contra la libertad de expresión.

Digo insensatez porque según la declaración de principios sobre la libertad de expresión de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos: “La libertad de expresión, en todas sus formas y manifestaciones, es un derecho fundamental e inalienable, inherente a todas las personas”.

Dice además, que “la libertad de expresión no es un derecho limitado a los comunicadores sociales o a aquellas personas que ejercen este derecho a través de los medios de comunicación. El derecho a la libertad de expresión abarca las expresiones artísticas, culturales, sociales, religiosas, políticas o cualquier otra índole”.

Pero además, la CIDH establece que “todas las personas deben contar con igualdad de oportunidades para recibir, buscar e impartir información por cualquier medio de comunicación sin discriminación, por ningún motivo, inclusive los de raza, color, religión, sexo, idioma, opiniones políticas o de cualquier otra índole”.

Apoyado en estos principios que son norma en nuestro país, considero que es un despropósito afirmar que si algunos ciudadanos que ejercen su derecho constitucional de agruparse en un partido político, hacen un señalamiento —a través de las redes sociales o de cualquier medio— acerca de un manejo falaz, tendencioso, “de real malicia” en información difundida en un programa noticioso, ello pudiese atentar contra la libertad de expresión. Menos aun lo sería, si consideramos que los medios de comunicación masiva como la televisión, radio y prensa, tienen un innegable poder en la formación cultural, política, religiosa, etcétera, de todos los habitantes y que especialmente en México, estos medios son controlados por un reducido número de individuos. “La carencia de pluralidad en la información —de nueva cuenta cito a la CIDH— es un serio obstáculo para el funcionamiento de la democracia”. La democracia necesita del enfrentamiento de ideas, del debate, de la discusión. Cuando este debate no existe o está debilitado debido a que las fuentes de información son limitadas, se ataca directamente el pilar principal del funcionamiento democrático.

Por lo anterior, considero que ningún poder institucional o fáctico, que ningún grupo político, económico, delincuencial; que ningún individuo debe, en una sociedad democrática, atentar contra la libertad de expresión de los medios de comunicación, pero igualmente, ningún medio de comunicación, por más poderoso que sea, puede —constitucional, legal y éticamente— cancelar la libertad de expresión de los individuos, se encuentren estos, asociados o no políticamente. Y el Estado —el INE incluido— es el responsable de garantizar esta libertad fundamental a los medios de comunicación y, desde luego, a los ciudadanos.

                *Expresidente del PRD

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martes, 6 de enero de 2015

La tómbola


En aquella antigua Ley de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales (LOPPE), resultado de la reforma política de 1977-1978, se estableció la fórmula de que la Cámara de Diputados se conformaría, en una parte, con representantes de mayoría relativa y otra, con legisladores de representación proporcional. Era aquella fórmula un primer paso de apertura del régimen, concertado con los dirigentes de algunos partidos de izquierda para que éstos pudieran participar en las contiendas electorales. Desde luego —como ya sucedía en algunos sistemas parlamentarios, principalmente los europeos—, los partidos integraban en sus listas de representación proporcional a sus principales dirigentes, aquellos que por su conocimiento, convicción y experiencia, llevaran al Congreso lo fundamental del programa y de la plataforma electoral de su partido. La presencia de esos dirigentes en el debate congresual es, entre otros, uno más de los acertados motivos de nuestro sistema mixto de representación.

Cierto es que los partidos no siempre han sido consecuentes con este principio y en las listas que presentan cada tres años se ha notado la presencia de indebidas influencias o colusión de intereses personales y de grupo que se confrontan a los ideales del partido que los postula. Siendo ésta una nociva práctica de nuestro actual sistema de partidos, ¿qué se debería hacer, me pregunto, para superar esta deficiencia que avanza hacia un proceso degenerativo?

Los nostálgicos del viejo régimen de partido de Estado no cambian su fórmula, la cual consiste llanamente en que el solitario de Palacio palomee las candidaturas de su partido y que, junto a ello, propongan la desaparición de la representación proporcional en el Congreso. Saben que eso conduciría de nueva cuenta al presidencialismo omnímodo y a un Congreso mono o bipartidista. Por ello, César Camacho y algunos panistas insisten en esa regresión.

Hay otros, igualmente nostálgicos del presidencialismo, que tienen otra forma, la que finalmente concluye en el mismo objetivo del presidente del PRI. Me refiero al dirigente de Morena, que a través de una rifa designará a sus candidatos de representación proporcional. En principio, nadie podrá negar que el método es novedoso, pero imagine usted la escena del consejo nacional de cualquier partido en el mundo en donde los aspirantes a legisladores, la mayoría con gran experiencia y vastos conocimientos, se encuentran reunidos, expectantes, cruzando los dedos y con la mirada puesta en una tómbola, a la que da vueltas un dirigente vestido de color rojo y sombrero de tubo, y de vez en vez, gritando los nombres de los afortunados, impresos en las bolitas de un sorteo igual al de Melate. ¡Ni a Buñuel se le hubiese ocurrido tal imagen surrealista!

Ese “método” ciertamente extravagante, desnaturaliza la representación proporcional, a los propios partidos y convierte a los aspirantes a legisladores en compradores de un billete de lotería.

Pero entonces, ¿qué hacer para corregir las graves desviaciones que existen en todos los partidos, incluido el PRD?

¿Desaparecer la representación proporcional? ¡No!

¿Sortear las candidaturas? ¡Tampoco!

La fórmula adecuada, en todo caso, debería incluir tanto la meritocracia como a la democracia, es decir, los candidatos a cualquier cargo de elección deberían también ser electos por los órganos internos de los partidos facultados para ello y deberían ser hombres y mujeres que por sus méritos militantes, sus conocimientos, su representatividad ciudadana y su identidad política puedan representar mejor el programa, las propuestas, la plataforma y el proyecto partidario.

Ahora es una oportunidad (¿la última?) para que los partidos postulen a candidat@s que con las características antes mencionadas, no sólo quieran, sino que además sean capaces de reivindicar a la política como el mejor instrumento para solucionar los grandes problemas del país y su gente.

                *Expresidente del PRD

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