Antes que nada debo
agradecer la invitación que me ha hecho el Dip. Sebastián de la Rosa para
escribir unas línea en la revista que el edita y que pronto podrán leer y
consultar las y los guerrerenses, especialmente aquellos que asumen, desde el
punto de vista del pensamiento político, como de izquierda.
Debo decir, además, que me
parece de gran valía la iniciativa del compañero Sebastián por que contribuirá
–así lo pienso—a superar un serio problema que daña a la izquierda mexicana y
de manera particular a nuestro partido. Me refiero a la ausencia de reflexión
colectiva, de discusión sobre la problemática nacional y la de Guerrero; a la
ausencia del debate sobre las ideas y las concepciones y, desde luego, a la
carencia de la indispensable confrontación de opiniones, tesis y planteamientos
entre los militantes del PRD.
La izquierda debe
diferenciarse de la derecha en muchos aspectos. Diferenciarnos en nuestro
comportamiento político diario ante la ciudadanía para evidenciar que
participamos en la lucha política porque abrazamos la convicción,
principalmente, de que nuestro actuar no tiene otro objetivo que no sea el de
lograr que nuestro país viva una profunda transformación que termine con la
desigualdad, la pobreza, la inseguridad, las injusticias, las realidades todas
que nos laceran como nación y que nos conducen no solo a la inestabilidad
política, sino más grave aún, nos conducen aceleradamente
a la disgregación social.
Nos debemos diferenciar de
la derecha, primordialmente, en el terreno del pensamiento político. La derecha
es conservadora en estos terrenos y la izquierda debería estar en un permanente
proceso de cambio, de innovación, de actualización de su ideario político. La
izquierda debe caracterizarse con una actitud alejada de la ortodoxia; alejada
de las visiones dogmáticas; de los pensamientos absolutistas y de las
concepciones anacrónicas que, por un lado, nos alejan del conocimiento de la
realidad. La izquierda mexicana debe modernizarse en muchos sentidos, pero
principalmente, modernizarse en el pensamiento que postula para con ello salir
de las obscuras cavernas de la ignorancia y el fanatismo. Una izquierda moderna
debe ser receptiva a todos los pensamientos; abrirse, sin temores, a conocer lo
que piensan los otros y decididos a poner a prueba ante los ciudadanos,
nuestras tesis, nuestras propuestas y nuestros actuales paradigmas.
Nos debemos diferenciar de
la derecha, también, en nuestra actitud abierta para encontrar diferencias,
pero también para encontrar coincidencias con los demás, incluidos nuestros
contrincantes. La vida en general y la vida política en particular , no se
sintetiza en la simpleza de una indubitable polarización social y política, en
el absurdo de entender a la sociedad siempre dividida y confrontada en dos
bandos, del reduccionismo de que en la sociedad existimos los buenos en
constante enfrentamiento contra los malos, como lo reiteran
permanentemente los sectores de derecha
más reaccionaria y conservadora en México y el mundo. George Bush, el ex presidente de los Estados
Unidos, sustentó su gobierno ultra conservador y belicista en la tesis de que
el poderío y la subsistencia de Norteamérica se sustentaban en una cruzada en
contra de la maldad. Desde luego, él identificaba a los malos como aquellos que
no se asumían como subordinados de los intereses de Estados Unidos y a las
concepciones del grupo político del que formaba parte. Esta absurda tesis de
entender la política como una “misión” para enfrentar la maldad tiene desde
luego una connotación fanáticamente religiosa y peligrosamente está adoptada no
sólo por la ultraderecha sino incluso
por sectores que se fincan dentro de la izquierda. Por el contrario la
izquierda debe asumir que las sociedades, especialmente la de nuestro país,
están constituidas por una amplia pluralidad cultural, étnica, religiosa,
política, y por ello mismo, la izquierda debe abrirse para comprender esa
diversidad social, para tratar de representarla en el esfuerzo de hacer
realidad sus derechos propios, los colectivos y los individuales; la izquierda
debe adentrarse en tal diversidad para que –la izquierda- pueda recrear y
reelaborar su pensamiento y sus paradigmas. Frente a un comportamiento universalista
y tolerante de una izquierda contemporánea, existe una visión que aunque se
diga de izquierda , en realidad postula posiciones de la derecha y que tiende
al absolutismo, a la edificación de verdades absolutas, a la permanencia de
dogmas, en doctrinas totalitarias que se pretenden indiscutibles.
En la historia de México y
de otras latitudes, expresiones de ultraderecha y de ultra izquierda se han
identificado en estas visiones totalitarias y ambas lo han hecho en el nombre
del Pueblo. El ejemplo más sobresaliente lo es del fascismo hitleriano y la
dictadura salinista.
Por ello, una izquierda
moderna debe intentar representar los intereses y los derechos de las personas
más pobres y desamparadas. Esto desde luego debemos reafirmarlo permanentemente,
pero también debemos representar a los trabajadores en su acepción más amplia,
a las clases medias, a los empresarios (la mayoría de ellos víctimas de la
voracidad de una poderosa oligarquía económica), a las personas que están, por diversas
razones, impedidas de ejercer los más elementales derechos humanos y
constitucionales, y ello independientemente de su condición social, su origen
étnico, su profesión, su cultura. La izquierda debe representar los afanes de
las y los jóvenes que son la mayoría en el país y que muchos de ellos viven en
condiciones de pobreza y sin ninguna expectativa de desarrollarse en sus
potencialidades para lograr condiciones de vida con dignidad y bienestar;
debemos representar a las mujeres es su legitimo derecho a la igualdad, a no
ser discriminadas, a ejercer plenamente su libertad y su derecho a una vida sin
violencia en la familia y en la sociedad; representar a quienes luchan por
preservar un medio ambiente sano; a los trabajadores de la cultura, a los
artistas y en fin a la gran mayoría de la sociedad que con justeza reclama vivir
con prosperidad y con bienestar. Esta nueva visión de una izquierda moderna nos
hace diferentes de la derecha que
pregona el mantenimiento de un Estado de cosas injusto y de profundas
desigualdades, pero también nos hace diferentes a quien asumiéndose de
izquierda, en los hechos, contribuye- con sus actitudes dogmáticas, con su
autoritarismo, con su sectarismo- a preservar ese status quo de desigualdad e injusticia.
La izquierda debe
diferenciarse de la derecha en la defensa de las libertades. Una izquierda
moderna debe ser libertaria y por lo tanto rechazar aquella anacrónica concepción
de que la libertad puede sacrificarse en aras de alcanzar el objetivo del
poder. La derecha, frecuentemente, pretende cancelar libertades en el nombre de
la “moral”. Un ejemplo de esto lo es el tratar de impedir que personas del
mismo sexo puedan formar una familia. Lo intentan en “razón” de “su” moral y su
moral la pretenden imponer a toda la sociedad.
En sentido sustantivamente diferente,
la izquierda debe procurar por un Estado democrático, de derecho y de ejercicio
pleno de libertades. En una sociedad democrática el limite al ejercicio de la
libertad de cada persona o de grupo social determinado lo fijan las leyes
elaboradas y constituidas por una representación democrática del conjunto de la
sociedad, y no por un concepto de moral que puede ser compartido por una parte
de esa sociedad. Lo mismo sucede con el derecho de las mujeres a decidir sobre
su propio cuero. Para la derecha, ese derecho de las mujeres debe ser suprimido
y debe hacerse en el nombre de “una moral”
que sólo es, en todo caso, compartida por una parte de la sociedad. La
derecha pugna por un Estado regido por “sus” normas morales; para la izquierda el
Estado debe ser democrático, debe respetar todas las visiones morales, pero
debe regirse por la ley y ésta necesariamente debe apegarse a la laicidad y en
respeto a la pluralidad social.
Otra diferencia sustantiva
entre la derecha y la izquierda es aquella que tiene que ver precisamente con
el concepto de la sociedad de derechos,. Para la izquierda los derechos humanos
no son concedidos por el Estado o por alguno de sus representantes, como por
ejemplo, el gobierno. Todas las personas desde el momento de nuestro nacimiento
y hasta el momento de nuestra muerte, tenemos natural y originariamente los
mismo derechos humanos y constitucionales, y esa igualdad deber ser protegida y
garantizada por el Estado. El derecho a la salud, por ejemplo, no es una
concesión de un gobernante o de alguna autoridad y lo mismo debe de suceder con
todos los demás derechos. En razón de ello, la izquierda debe caracterizarse por
hacer que estos derechos sean plenamente exigibles y cumplibles. La derecha
piensa de manera diferente y supone que el ejercicio de un derecho está
condicionado a la circunstancia de la condición social que se nace o se vive, a
una “determinación divida” que debe ser inalterable o en el mejor de los casos,
a una concesión del Estado o del gobierno. La izquierda, entonces trabaja y
lucha por que la sociedad mexicana sea una sociedad de derechos iguales para
todos, y la derecha pugna por preservar una sociedad en donde la desigualdad es
una condición “natural” de las sociedades y por lo tanto todo esfuerzo por
transformarlas es inútil.
Hay desde luego muchas otras
diferencias entre un pensamiento de izquierda y otro conservador y de derecha,
pero por ahora mencionamos sólo algunos con el propósito de que quienes nos
asumimos de izquierda nos esforcemos por evidenciar estas diferencias y ello en
razón de darle sentido a nuestra militancia del PRD.
Cada vez con mayor
frecuencia se observan comportamientos y actitudes de compañeros del PRD que es
difícil diferenciarlas del comportamiento de la derecha. Cada vez más aparece
un individualismo que se hace acompañar de esfuerzos con propósitos
estrictamente de beneficio personal o grupal; no se pone en primer término para
nuestra acción política, el contenido de nuestro programa sino la búsqueda de
posiciones de poder i de representación que sólo buscan ascensos personales, y
lo mismo sucede en la actuación de nuestros compañeros que actúan en posiciones
de gobierno o en los órganos legislativos, y el resultado es que los ciudadanos
no logran encontrar la diferencia entre un gobierno perredista y uno de
derecha.
Por este rumbo, el futuro de
nuestro partido será incierto y más aun se presenta la posibilidad de que el
PRD se desvíe de sus propósitos originarios y se instale en el statu quo de un sistema político que
propicia la desigualdad y la injusticia, y en donde todos los actores,
incluidos los del PRD admitimos su permanencia.
Sin embargo, estamos a
tiempo de corregir, especialmente en Guerrero, en donde la historia del PRD ha
sido ejemplar, en donde las y los perredistas guerrerenses han aportado grandes
esfuerzos para contribuir a los indispensables cambios que se requieren en esta
entidad para terminar con la pobreza, con la desigualdad, con las injusticias,
y podamos lograr que Guerrero pueda ser un estado en donde se avanza hacia la
construcción de una sociedad de derechos para todas y todos.