viernes, 26 de abril de 2013

La izquierda y la sociedad de derechos


Antes que nada debo agradecer la invitación que me ha hecho el Dip. Sebastián de la Rosa para escribir unas línea en la revista que el edita y que pronto podrán leer y consultar las y los guerrerenses, especialmente aquellos que asumen, desde el punto de vista del pensamiento político, como de izquierda.

Debo decir, además, que me parece de gran valía la iniciativa del compañero Sebastián por que contribuirá –así lo pienso—a superar un serio problema que daña a la izquierda mexicana y de manera particular a nuestro partido. Me refiero a la ausencia de reflexión colectiva, de discusión sobre la problemática nacional y la de Guerrero; a la ausencia del debate sobre las ideas y las concepciones y, desde luego, a la carencia de la indispensable confrontación de opiniones, tesis y planteamientos entre los militantes del PRD.

La izquierda debe diferenciarse de la derecha en muchos aspectos. Diferenciarnos en nuestro comportamiento político diario ante la ciudadanía para evidenciar que participamos en la lucha política porque abrazamos la convicción, principalmente, de que nuestro actuar no tiene otro objetivo que no sea el de lograr que nuestro país viva una profunda transformación que termine con la desigualdad, la pobreza, la inseguridad, las injusticias, las realidades todas que nos laceran como nación y que nos conducen no solo a la inestabilidad política, sino más grave aún, nos conducen aceleradamente a la disgregación social.

Nos debemos diferenciar de la derecha, primordialmente, en el terreno del pensamiento político. La derecha es conservadora en estos terrenos y la izquierda debería estar en un permanente proceso de cambio, de innovación, de actualización de su ideario político. La izquierda debe caracterizarse con una actitud alejada de la ortodoxia; alejada de las visiones dogmáticas; de los pensamientos absolutistas y de las concepciones anacrónicas que, por un lado, nos alejan del conocimiento de la realidad. La izquierda mexicana debe modernizarse en muchos sentidos, pero principalmente, modernizarse en el pensamiento que postula para con ello salir de las obscuras cavernas de la ignorancia y el fanatismo. Una izquierda moderna debe ser receptiva a todos los pensamientos; abrirse, sin temores, a conocer lo que piensan los otros y decididos a poner a prueba ante los ciudadanos, nuestras tesis, nuestras propuestas y nuestros actuales paradigmas.

Nos debemos diferenciar de la derecha, también, en nuestra actitud abierta para encontrar diferencias, pero también para encontrar coincidencias con los demás, incluidos nuestros contrincantes. La vida en general y la vida política en particular , no se sintetiza en la simpleza de una indubitable polarización social y política, en el absurdo de entender a la sociedad siempre dividida y confrontada en dos bandos, del reduccionismo de que en la sociedad existimos los buenos en constante enfrentamiento contra los malos, como lo reiteran permanentemente  los sectores de derecha más reaccionaria y conservadora en México y el mundo.  George Bush, el ex presidente de los Estados Unidos, sustentó su gobierno ultra conservador y belicista en la tesis de que el poderío y la subsistencia de Norteamérica se sustentaban en una cruzada en contra de la maldad. Desde luego, él identificaba a los malos como aquellos que no se asumían como subordinados de los intereses de Estados Unidos y a las concepciones del grupo político del que formaba parte. Esta absurda tesis de entender la política como una “misión” para enfrentar la maldad tiene desde luego una connotación fanáticamente religiosa y peligrosamente está adoptada no sólo  por la ultraderecha sino incluso por sectores que se fincan dentro de la izquierda. Por el contrario la izquierda debe asumir que las sociedades, especialmente la de nuestro país, están constituidas por una amplia pluralidad cultural, étnica, religiosa, política, y por ello mismo, la izquierda debe abrirse para comprender esa diversidad social, para tratar de representarla en el esfuerzo de hacer realidad sus derechos propios, los colectivos y los individuales; la izquierda debe adentrarse en tal diversidad para que –la izquierda- pueda recrear y reelaborar su pensamiento y sus paradigmas. Frente a un comportamiento universalista y tolerante de una izquierda contemporánea, existe una visión que aunque se diga de izquierda , en realidad postula posiciones de la derecha y que tiende al absolutismo, a la edificación de verdades absolutas, a la permanencia de dogmas, en doctrinas totalitarias que se pretenden indiscutibles.

En la historia de México y de otras latitudes, expresiones de ultraderecha y de ultra izquierda se han identificado en estas visiones totalitarias y ambas lo han hecho en el nombre del Pueblo. El ejemplo más sobresaliente lo es del fascismo hitleriano y la dictadura salinista.
Por ello, una izquierda moderna debe intentar representar los intereses y los derechos de las personas más pobres y desamparadas. Esto desde luego debemos reafirmarlo permanentemente, pero también debemos representar a los trabajadores en su acepción más amplia, a las clases medias, a los empresarios (la mayoría de ellos víctimas de la voracidad de una poderosa oligarquía económica), a las personas que están, por diversas razones, impedidas de ejercer los más elementales derechos humanos y constitucionales, y ello independientemente de su condición social, su origen étnico, su profesión, su cultura. La izquierda debe representar los afanes de las y los jóvenes que son la mayoría en el país y que muchos de ellos viven en condiciones de pobreza y sin ninguna expectativa de desarrollarse en sus potencialidades para lograr condiciones de vida con dignidad y bienestar; debemos representar a las mujeres es su legitimo derecho a la igualdad, a no ser discriminadas, a ejercer plenamente su libertad y su derecho a una vida sin violencia en la familia y en la sociedad; representar a quienes luchan por preservar un medio ambiente sano; a los trabajadores de la cultura, a los artistas y en fin a la gran mayoría de la sociedad que con justeza reclama vivir con prosperidad y con bienestar. Esta nueva visión de una izquierda moderna nos hace diferentes de la  derecha que pregona el mantenimiento de un Estado de cosas injusto y de profundas desigualdades, pero también nos hace diferentes a quien asumiéndose de izquierda, en los hechos, contribuye- con sus actitudes dogmáticas, con su autoritarismo, con su sectarismo- a preservar ese status quo de desigualdad e injusticia.

La izquierda debe diferenciarse de la derecha en la defensa de las libertades. Una izquierda moderna debe ser libertaria y por lo tanto rechazar aquella anacrónica concepción de que la libertad puede sacrificarse en aras de alcanzar el objetivo del poder. La derecha, frecuentemente, pretende cancelar libertades en el nombre de la “moral”. Un ejemplo de esto lo es el tratar de impedir que personas del mismo sexo puedan formar una familia. Lo intentan en “razón” de “su” moral y su moral la pretenden imponer a toda la sociedad.
En sentido sustantivamente diferente, la izquierda debe procurar por un Estado democrático, de derecho y de ejercicio pleno de libertades. En una sociedad democrática el limite al ejercicio de la libertad de cada persona o de grupo social determinado lo fijan las leyes elaboradas y constituidas por una representación democrática del conjunto de la sociedad, y no por un concepto de moral que puede ser compartido por una parte de esa sociedad. Lo mismo sucede con el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuero. Para la derecha, ese derecho de las mujeres debe ser suprimido y debe hacerse en el nombre de “una moral”  que sólo es, en todo caso, compartida por una parte de la sociedad. La derecha pugna por un Estado regido por “sus” normas morales; para la izquierda el Estado debe ser democrático, debe respetar todas las visiones morales, pero debe regirse por la ley y ésta necesariamente debe apegarse a la laicidad y en respeto a la pluralidad social.

Otra diferencia sustantiva entre la derecha y la izquierda es aquella que tiene que ver precisamente con el concepto de la sociedad de derechos,. Para la izquierda los derechos humanos no son concedidos por el Estado o por alguno de sus representantes, como por ejemplo, el gobierno. Todas las personas desde el momento de nuestro nacimiento y hasta el momento de nuestra muerte, tenemos natural y originariamente los mismo derechos humanos y constitucionales, y esa igualdad deber ser protegida y garantizada por el Estado. El derecho a la salud, por ejemplo, no es una concesión de un gobernante o de alguna autoridad y lo mismo debe de suceder con todos los demás derechos. En razón de ello, la izquierda debe caracterizarse por hacer que estos derechos sean plenamente exigibles y cumplibles. La derecha piensa de manera diferente y supone que el ejercicio de un derecho está condicionado a la circunstancia de la condición social que se nace o se vive, a una “determinación divida” que debe ser inalterable o en el mejor de los casos, a una concesión del Estado o del gobierno. La izquierda, entonces trabaja y lucha por que la sociedad mexicana sea una sociedad de derechos iguales para todos, y la derecha pugna por preservar una sociedad en donde la desigualdad es una condición “natural” de las sociedades y por lo tanto todo esfuerzo por transformarlas es inútil.

Hay desde luego muchas otras diferencias entre un pensamiento de izquierda y otro conservador y de derecha, pero por ahora mencionamos sólo algunos con el propósito de que quienes nos asumimos de izquierda nos esforcemos por evidenciar estas diferencias y ello en razón de darle sentido a nuestra militancia del PRD.

Cada vez con mayor frecuencia se observan comportamientos y actitudes de compañeros del PRD que es difícil diferenciarlas del comportamiento de la derecha. Cada vez más aparece un individualismo que se hace acompañar de esfuerzos con propósitos estrictamente de beneficio personal o grupal; no se pone en primer término para nuestra acción política, el contenido de nuestro programa sino la búsqueda de posiciones de poder i de representación que sólo buscan ascensos personales, y lo mismo sucede en la actuación de nuestros compañeros que actúan en posiciones de gobierno o en los órganos legislativos, y el resultado es que los ciudadanos no logran encontrar la diferencia entre un gobierno perredista y uno de derecha.

Por este rumbo, el futuro de nuestro partido será incierto y más aun se presenta la posibilidad de que el PRD se desvíe de sus propósitos originarios y se instale en el statu quo de un sistema político que propicia la desigualdad y la injusticia, y en donde todos los actores, incluidos los del PRD admitimos su permanencia.

Sin embargo, estamos a tiempo de corregir, especialmente en Guerrero, en donde la historia del PRD ha sido ejemplar, en donde las y los perredistas guerrerenses han aportado grandes esfuerzos para contribuir a los indispensables cambios que se requieren en esta entidad para terminar con la pobreza, con la desigualdad, con las injusticias, y podamos lograr que Guerrero pueda ser un estado en donde se avanza hacia la construcción de una sociedad de derechos para todas y todos. 

1 comentario:

  1. Me parece un artículo que aclara muy bien la posición de la izquierda, entonces porque en el Estado de Quintana Roo, se le entrega en charola de plata las candidaturas a priistas disfrazados de peredistas o de panistas, vamos a permitir que gane el Pri, por no analizar a fondo la aninza en en nuestro estado solo favorece la ganancia del Pri?, el candidato en solidaridad Playa del Carmen, Orlando Muñoz es un priista de muchos años, que se disfrazo de PRD y que ahora sale trinfante por el Pan, sólo para hacer el juego y que gane el Pri, compañero, hechos son amores y no buenas razones
    tu compañera y amiga Gerrie Lejtik

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