martes, 2 de agosto de 2016

Jugando con fuego


Supongo que muchas personas podemos ver los anuncios que sobresalen en las avenidas, en los cuales aparece la fotografía de Jorge Castañeda y, atravesándola en letras de color contrastante, la frase: “Yo inventé las candidaturas independientes”.

Tengo en buen aprecio a Jorge y considero importante su esfuerzo, pero no estoy seguro de que expresiones como ésa le ayuden a ganar simpatías. Semejante falsedad hará, seguramente, que su libro se venda más, pero dudo que eso le ayude a su candidatura presidencial independiente.

Veamos: en la historia de las sociedades organizadas políticamente, desde que existían las ciudades-Estado en la Grecia antigua, ya se elegían ciudadanos, aun sin existir partidos. En realidad lo más reciente son los partidos políticos y, ésos, tampoco los inventó Jorge.

Pero en la publicidad que hago referencia, Castañeda difunde, sin percibir y creo que sin comprender cabalmente, que las llamadas candidaturas independientes pudieran ser utilizadas como un gran ariete en contra de la democracia y las libertades en México.

Entiendo y comparto, desde luego, el que debiera preservarse como garantía constitucional el que cualquier ciudadana o ciudadano, pertenezca o no a un partido político, pudiera postularse y ser electo gobernante o representante. Esto es un derecho político fundamental que en México debemos proteger.

A lo que hago referencia como posibilidad lesiva hacia nuestra incipiente vida democrática es que para algunos de los grupos económicos que impulsan las candidaturas independientes, la desaparición de los partidos políticos está implícita. Eso —como es ampliamente conocido en la historia— ya lo han intentado antes otros y no han sido precisamente quienes comparten convicciones libertarias, sino sus opuestos, es decir: aquellos de pensamiento totalitario y absolutista.

Es cierto y también hay que considerar que, en determinadas coyunturas de crisis sociales o económicas, amplios sectores de las masas populares, que son siempre los más afectados, localizan casi de manera inmediata a los partidos y a los políticos como los causantes de todos sus males.

Esto último ya lo hemos tratado antes y, por lo tanto, lo que ahora me interesa resaltar es ubicar el propósito plenamente consciente en algunos de los promotores de los independientes por degradar y minusvalorar todo lo público, por desaparecer a los partidos políticos y, con ello, por terminar con la democracia como sistema de vida y de gobierno.

Son conscientes de ello porque consideran que más que distribuir el poder, hay que concentrarlo en lugar de equilibrarlo, hay que entregarle la supremacía a uno (al Presidente) por sobre todo lo demás; ampliar, casi sin límites, sus facultades en lugar de responder al interés general; que el poder político se ponga al servicio del particular; y antes de privilegiar lo público quieren hacer preponderante lo privado. En todo esto hay convicciones ideológicas y programáticas, pero seguro que también existen intereses y privilegios económicos.

No voy a desconocer los graves errores de los partidos y las tropelías que cometen muchos políticos. Pero este reconocimiento no debiera conducir a que se desconociera que las sociedades, especialmente la mexicana, son manifiestamente diversas y plurales y que tal amplitud de pensamientos en lo cultural, religioso, social, geográfico, étnico, se expresa de variadas formas. Pero la diversidad política esencialmente se expresa dentro de las sociedades democráticas a través de los partidos.

En las sociedades modernas, tan grandes y complejas, la pluralidad política y la democracia no podrían entenderse sin los partidos; pretender la civilidad democrática sin éstos es simplemente una aberración, la cual generalmente termina en regímenes de partido único, en sistemas de poder concentrado en un solo individuo, en cancelación de libertades civiles y ciudadanas y en desastres en la administración del Estado. Esto es: en sistemas absolutistas y totalitarios a los que luego hay que sustituir —después de grandes sacrificios sociales, de enormes daños que son irreparables— con un régimen democrático y plural… de partidos.

Jugando con el fuego del antipartidismo pueden incendiar la casa… la de todas y todos.

Twitter: @jesusortegam

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