martes, 26 de julio de 2016

El cassette


Atraen mi atención, mi curiosidad, aquellos futbolistas que, instantes previos al inicio de un partido, se hincan, elevan los brazos y rezan esperando que su Dios los escuche, les ayude a meter un gol. Le hablan como si cada sábado o domingo o cualquier día, Él estuviera pendiente de cada uno de los partidos que se juegan, al mismo tiempo, en miles y miles de canchas y estadios futboleros en el mundo.

Como si Dios estuviera viendo los partidos, y los futbolistas —que así como disputan el balón— se disputan la preferencia divina. Por poner un ejemplo: durante la pasada Copa América fue evidente que Dios no quiso escuchar los ruegos de El Chicharito y prefirió escuchar, por mucho, los de Alexis Sánchez.

Pero eso mismo pasa en la política. Muchos se encomiendan a su Dios y esperan que les favorezca, aun sea de manera ilegal. Veamos: uno de los candidatos a gobernador en Aguascalientes contó, durante las pasadas elecciones, con el apoyo decidido del obispo católico. Me pregunto: ¿contar con el apoyo de Dios o de uno de sus representantes en la Tierra podría inclinar la balanza, ser ilegal y, por lo tanto, merecería la intervención del INE?

Hacer depender de la providencia la vida de las naciones, el devenir de los pueblos, el resultado de las elecciones, el desenlace de un conflicto político o electoral o el de un partido de futbol, resulta, aparte de parcial, ausente de la más elemental ética pública o privada.

Pondré otro ejemplo: era —si mal no recuerdo— el mes de septiembre de 2006 y me encontraba en el Zócalo de la Ciudad de México durante las protestas en contra del fraude en la elección presidencial.

-¡Que le llegó este sobre a su oficina! —me dicen.

-¡Se lo mandan porque, quien lo dejó, dijo que era urgente!

Eran esas horas en que el techo de la gran ciudad se va convirtiendo en nubes grises y el viento acerca unas a otras, hasta lograr que se abracen.

Entro a mi otra oficina, la de techo y paredes de plástico que estaba situada dentro del campamento que instalamos en el Zócalo, a unos 200 metros de la puerta principal de Palacio Nacional; me siento en una de esas sillas blancas que pareciera que están hechas para los plantones y me apresto a abrir un sobre amarillo al que una cinta Diurex le daba muchas vueltas. Era tanta la cinta que opté por rasgar el sobre y me encontré dos cassettes. Le pido a un compañero de Zacatecas que me consiga una casetera, y cuando ésta llega, ya me acompañan dos dirigentes del partido, de esos que, durante semanas, vivimos en el Zócalo.

Al hacer correr la cinta de uno de los cassettes, identificamos claramente la voz de la entonces poderosa Elba Esther Gordillo y de algunos gobernadores priistas que, por teléfono, se mandaban mutuos elogios por su desempeño, ciertamente fraudulento, durante la elección presidencial.

-Me voy —dije a los compañeros y, corriendo, salgo del campamento.

-¡¿Bueno?!, ¡¿bueno?! —grito al teléfono. -¡¿Me escuchas?! Voy hacia tu casa, es muy urgente.

-¿Qué pasa? —me pregunta Andrés Manuel por el celular.

-¡Ahorita te digo!, pero es muy importante.

Llegué al departamento: enchufé la casetera y, junto a Andrés Manuel y sus hijos, escuchamos la cínica conversación de los priistas que favorecieron al panista.

-¡Yo lo sabía! ¡Podría tardar, pero sabía que llegaría! —Dijo a sí mismo Andrés.

Yo me quedé atónito y en silencio me preguntaba -¿Y cómo sabía Andrés que alguien nos entregaría la grabación?

-¿Lo dices en el mitin? —me pregunta López Obrador. La pregunta la hace escudriñando, calando, como siempre. Él sólo confía en él.

-¡Yo lo hago! —le respondo, sin admitir sus dudas.

-Pues entonces vete al Zócalo y allá me esperan —me dice.

-¡Acompáñalo al elevador! —le dice a uno de sus hijos.

Mientras el elevador baja, su hijo me dice apenas susurrando, pero con una seguridad sorprendente -¡Sabíamos que la providencia no nos olvidaría! 

Y entonces caí en cuenta: ¡Él, nuestro candidato, se refería a la providencia! Y no, como yo suponía, y que me resultaba elementalmente racional: alguien, algún mortal que era enemigo de Calderón, nos filtró la conversación.

La providencia, denlo por seguro, ayudará al PRI en el Estado de México si la oposición va dividida. En sentido diferente, si la oposición es capaz de hacer una gran alianza opositora, con Él de nuestro lado, podríamos derrotar al continuismo priista.

Twitter: @jesusortegam

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