Hace cinco años, por estos mismos meses, en el PRD comenzaba a discutirse un tema del cual conocíamos a profundidad su trascendencia. Me refiero a las elecciones para gobernador en el Estado de México para el periodo 2012-2016. La importancia de tal elección resultaba del hecho de que el Estado de México era —es— la entidad federativa con el mayor número de electores en todo el país. Además, la discusión se llevaba a cabo dos años antes de la elección presidencial del 2012, y cualesquiera que fuese su resultado, influiría enormemente.
Fue el Estado de México, el de 2011, como Babel, aquel filme de González Iñárritu en donde diversas personas —sin relación personal entre ellas— son unidas por ciertos eventos trágicos, los cuales se suceden, unos de otros, a miles de kilómetros de distancia. Dichos eventos aparentemente inconexos, en la realidad cotidiana de las personas han creado ciertas circunstancias que los relacionan y determinarán para éstas, el resto de su existencia.
Una mujer norteamericana que viaja de turista por el desierto es herida gravemente por el disparo accidental de un niño pastor de ovejas, el cual portaba incidentalmente un fusil, el cual había sido regalado por un cazador japonés a familiares del niño pastor, quien finalmente es muerto por la policía de su país.
No con la dramática y artística narración del filme, pero hay que decir que en las tierras mexiquenses en pleno proceso de aridez, se desarrolló una especie de Babel político durante 2011. Lea usted lo siguiente:
-AMLO, buscando ser por segunda ocasión candidato presidencial, pone en juego una estrategia surrealista —mucho más allá de Breton— que comenzaba impidiendo a toda costa que el PRD y el PAN llevaran a cabo una alianza electoral, la que seguramente derrotaría al PRI y su candidato.
¿Cuál era el objetivo de dicha estrategia de AMLO? ¡Sigue siendo un misterio!
-Por su lado —obviamente-—, en su lógica elemental, el PRI y Peña Nieto, utilizando todos los recursos, hacen todo lo necesario para evitar, como lo quería López Obrador, la alianza entre el PAN y el PRD.
-Y en sentido contrario a los objetivos de AMLO y Peña Nieto, el PRD y el PAN acordaban una alianza para derrotar al PRI y con ello asestar un formidable golpe político al candidato presidencial priista. El candidato de tal alianza sería… ¡El entonces perredista Alejandro Encinas!
-Pero de nueva cuenta el surrealismo, y entonces Alejandro Encinas… ¡Se niega a ser gobernador, negándose a ser candidato aliancista!
De suceder de manera diferente los eventos relatados: si se hubiese llevado a cabo la alianza del PRD y PAN, otra hubiese sido la historia reciente del país, pues seguramente Encinas fuese el gobernador; Eruviel sería diputado local o federal; Peña Nieto, en ese entonces gobernador mexiquense, no sería candidato presidencial y menos aún el Presidente de la República.
Han pasado cinco años de esa Babel mexiquense, pero como si estuviéramos experimentando un Déjà Vu —como en la película que protagoniza Denzel Washington— hay un momento político que parecería que ya vivimos cinco años antes. Tengo hoy la sensación que lo que observamos este mes de julio del 2016 ya lo vivimos en julio del 2011.
Todo mundo con sentido común quisiera la alianza entre el PAN y el PRD porque ésa es la fórmula más clara y precisa para derrotar el continuismo priista, pero además es la ecuación con la cual se alcanza la alternancia en el Estado de México, y sobre todo se avanza para desplazar al priismo de la Presidencia de la República. Pero contra el sentido común, Alejandro Encinas y AMLO quieren reproducir —un Déjà Vu— la tragedia política de 2011 y 2012.
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