martes, 10 de mayo de 2016

La marcha de la locura


Así lo hace Barbara W. Tuchman, que escribió su texto La marcha de la locura: La sinrazón desde Troya hasta Vietnam (Fondo de Cultura Económica, reimpresión 2005) y en donde establece su teoría de que “en cuestiones de gobierno la humanidad ha mostrado peor desempeño que casi en cualquier otra actividad humana”.

Para Tuchman, los malos gobiernos son de cuatro especies que a menudo se combinan. El primero es la tiranía o la opresión, y de éstos hay tantos en la historia de la humanidad que a lo mejor resulta ocioso poner ejemplos. Y, sin embargo, cedo a la tentación porque las tiranías no son de la historia lejana, sino que se presentan en los tiempos actuales: Pol Pot, Pinochet, Videla, El Talibán.

Los segundos son los de la ambición excesiva: la autora pone el ejemplo de la Alemania durante las dos guerras mundiales del siglo XX.

El tercer tipo de malos gobiernos es el de la incompetencia o decadencia y un buen ejemplo de ello es el de la Rusia de los Romanov o, mucho tiempo antes, el de la caída del Imperio Romano.

Y el cuarto tipo, y el que ahora merece nuestra atención, es el de la insensatez o la locura.

Son para Tuchman gobiernos insensatos los que actúan contra el propio interés del Estado; los que, aun sabiendo de otros cursos de acción y de otras posibilidades, mantienen tercamente una sola vía que para ellos es inalterable y que la preservan de manera obcecada.

La insensatez es muy frecuente en gobiernos de un solo individuo y de ello existen muchos ejemplos en el mundo y, desde luego, en nuestro país. Pero la insensatez en los gobiernos es aún más grave cuando está presente en grupos políticos.

Un ejemplo de insensatez en contra del propio Estado lo es la política económica que impulsan los neoliberales en Estados Unidos, en Europa o en Latinoamérica. En México, después de más de tres décadas de neoliberalismo se han provocado grandes problemas al país; dentro de éstos el de la desigualdad es extremadamente grave.

Desde luego que esto es delicado, pero más aún ha sido que el Estado nacional esté viviendo —a causa de las políticas económicas neoliberales— un proceso de degradación y una situación de cuasi inexistencia frente a los grupos de la delincuencia organizada o los de la oligarquía económica nacional y extranjera.

Para los neoliberales en el mundo, y para los que gobiernan en México, su insensatez es del tamaño de su intransigencia y están cerrados, tapiados, hasta negarse a explorar posibilidades de nuevos rumbos. Son insensatos por dogmáticos y mantienen inalterable su dogma neoliberal por la insensatez que les ha invadido su visión política.

Vean, si no, su concepción sobre la política salarial. Son a tal grado insensatos que no entienden que una política razonable de aumento de los salarios contribuiría no sólo a aliviar de manera sustantiva la terrible desigualdad que se vive en nuestro país, sino que, además, serviría para alentar un crecimiento del mercado interno y, con ello, estar en posibilidades de superar los hasta ahora magros porcentajes de crecimiento en nuestra economía.

Pero lo más delicado es que no son ignorantes de ello; por el contrario, saben que de continuar con sus dogmas el país profundizará en la desigualdad y continuará el crecimiento de la pobreza entre los mexicanos.

¿Son los gobernantes mexicanos personas de mente perversa a los que no les importa el sufrimiento de los millones de mexicanos que no tienen siquiera asegurado el derecho humano a un empleo, a la salud, a una vivienda digna?

Opino que no es ésta su circunstancia y que más bien son insensatos que marchan hacia el precipicio, que saben de su camino al fracaso, que saben de su marcha de la locura, pero, como les ha pasado a otros, son incapaces de parar un instante, de reflexionar, de entrar en razón y de cambiar.

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