Roger Bartra, en el año 2002 escribió en su prólogo a Anatomía del mexicano, que la transición democrática en nuestro país se desarrollaba en dos ciclos: uno largo, que venía desde el movimiento estudiantil de 1968 hasta las fuertes tensiones de 1994, y otro corto, que iniciaba en ese año y culminaba en 2000 con el resultado electoral que condujo al PAN y a Vicente Fox a la Presidencia de la República. Bartra argumentaba que a partir de este acontecimiento se iniciaba un nuevo proceso que ponía fin al régimen autoritario priista y al mismo tiempo comenzaba la vigencia de un sistema democrático.
Sin embargo, para que ese acontecimiento de carácter histórico realmente sucediese, se tenía que cumplir con una condición: la construcción de una nueva legitimidad política. “Lo que no sabemos, decía Bartra, es si el gobierno de Vicente Fox podrá auspiciar ese profundo proceso de cambio o se contentará con una gestión hábil y decorosa que en el mejor de los casos impida la quiebra del país”.
Han pasado 12 años desde que Bartra escribió esto y me parece, lamentablemente, que no se presentó ni la “gestión decorosa” en Fox ni en Felipe Calderón y menos aún, se gestó la nueva legitimidad política que permitiese la consolidación de tal sistema democrático.
¿Qué es entonces lo que sucedió en ese tiempo y que ahora nos mantiene en una crisis política del Estado mexicano, la que ciertamente, amenaza con la quiebra del país?
Aventuro algunas hipótesis: los gobiernos panistas no llevaron a cabo, como bien alertaba Bartra, ningún intento serio por terminar con las viejas fórmulas de legitimidad del antiguo régimen, sino que por el contrario, las mantuvieron en aras de privilegiar la estabilidad que propiciaba mantener el statu quo antes que enfrentar a la inestabilidad obligada de romper con éste. Así, la expectativa de las profundas reformas se diluyó, lastimosamente, en la realidad de una mediocre gestión gerencial de Fox y en una desastrosa conducción presidencial de Calderón.
Al preservarse durante la alternancia las viejas fórmulas de legitimidad política (el corporativismo, asistencialismo, corrupción, resistencia a la creación de derechos sociales y ciudadanos, asociación con la oligarquía económica y otros poderes fácticos como la Iglesia, entre otras) se propiciaron las condiciones para el regreso al poder de quienes inventaron —y quienes mejor conocen y manejan— el software de lo que Octavio Paz identificó como “El ogro filantrópico”, es decir, el priismo. La alternancia se dio, pero las reformas para la construcción de una nueva legitimidad política quedaron en suspenso… hasta ahora.
¿Y la izquierda? Para desgracia del país, mantuvo en ese periodo sus anacrónicos paradigmas del mesianismo y del nacionalismo revolucionario como únicas propuestas frente al panismo gobernante y al entonces acechante priismo. Ciertamente el PRD pudo ganar las elecciones de 2006, pero sin cambiar de paradigmas hubiese sido difícil construir esa nueva legitimidad democrática.
Para 2015 será necesario que la izquierda consiga triunfos electorales. Pero eso no será suficiente para aumentar nuestra influencia política en las decisiones que le den rumbo nuevo al país. Más que ello, requerimos de cambiar de paradigmas y de evidenciar ante la ciudadanía nuestra genuina voluntad y determinación de dejar atrás, definitivamente, un quehacer político más identificado con el antiguo régimen que con las nuevas estructuras de una nueva y democrática legitimidad política. Eso nos obliga a la izquierda, a la lucha por una radical reforma del Estado como a una, igualmente radical, reforma del PRD.
Este nuevo desafío comienza en 2015.
*Expresidente del PRD
Twitter: @jesusortegam
http://ortegajesus.blogspot.com/
agsjom52@gmail.com