En días pasados el PRI anunció la presentación de una solicitud para la realización de una consulta popular. Se trata, según el presidente de ese partido, César Camacho Quiroz, de consultar a la ciudadanía sobre la reducción del número de integrantes en las Cámaras del Congreso de la Unión.
Camacho Quiroz sabe que esa consulta no es posible porque la Constitución Política en su artículo 35, fracción VIII, prohíbe las consultas populares en materia electoral. ¿Por qué entonces, sabiéndolo, hace tal anuncio? ¡Lo hace porque intenta una maniobra leguleya para tratar de impedir que se lleve a cabo la consulta popular que en materia energética el PRD está proponiendo desde hace meses!
Se trata de que, al ser rechazada la propuesta del PRI por ser, obviamente, inconstitucional, de pasada —con esas visiones de los “equilibrios políticos”— la Corte rechace la iniciativa perredista.
Veremos más adelante si nuestro máximo Tribunal cae en la trampa.
Sin embargo, la artimaña de los dirigentes priistas permite develar su intrínseco autoritarismo y del cual, pareciera —a pesar de los cambios que ha experimentado el país—, no son capaces de desprenderse.
En el fondo su propuesta responde al instinto —tan presente en muchos dirigentes priistas— de reconstruir el viejo presidencialismo absolutista mediante el debilitamiento del mayor de sus contrapesos, es decir, del Congreso de la Unión.
Con la insensatez que propicia el olvido de lo que fue el sistema de partido de Estado, con los “nuevos soldados del PRI” parapetados en el duopolio televisivo y a diario linchando al Congreso con la “gritería” que, desde la ignorancia, exigen que se termine con la pluralidad política; con todo ello los nostálgicos del régimen priista autoritario encuentran un escenario propicio para restablecer los ignominiosos tiempos del presidencialismo omnipotente.
La propuesta de Camacho Quiroz es contradictoria con los discursos del Presidente, en los cuales es frecuente su celebración al diálogo constructivo entre los partidos, en donde no falta el elogio al esfuerzo que dio origen al Pacto por México, el reconocimiento al Congreso de la Unión y tampoco deja de estar presente la alabanza a la nueva pluralidad política que se construyó durante tantos años y en no pocas ocasiones, a contrapelo del priismo. Sin embargo, todo esto aparecería como simulación si en lugar de ser consecuente con sus discursos, Peña Nieto hace causa común con los nostálgicos del viejo régimen autoritario.
La política, el sistema de partidos (en plural), la diversidad política que sustituyó desde hace décadas al régimen priista, es lo que le ha permitido al país estabilidad y mejores condiciones para el desarrollo democrático de nuestra sociedad. Ha pasado tiempo y hoy muchas personas ignoran las calamidades que el “Ogro filantrópico” ocasionó al país y a las y los mexicanos.
Será el olvido o serán los errores (y escándalos) de muchos de los políticos; las insuficiencias de los partidos y sus inconsecuencias, pero como dice Bernard Crick :“La política puede ser confusa, vulgar, carente (en ocasiones ) de resultados definitivos, enmarañada[…] pero lo máximo que podemos saber con seguridad es que la política es inevitable y que es una actividad viva, adaptable, flexible y conciliadora; es la forma de gobierno de las sociedades libres”.
Debilitar al Congreso de la Unión como pretende el PRI, es en el fondo, el inútil intento de debilitar a la política.
¡Debieran saberlo Peña Nieto y César Camacho!
¿O lo saben perfectamente y por eso su propuesta esencialmente antipolítica?
*Expresidente del PRD
Twitter: @jesusortegam
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