martes, 21 de enero de 2014

La reforma en el campo

Para los neoliberales que han dirigido el gobierno durante los últimos 30 años, el campo ha sido considerado como un lastre para el desarrollo de la economía en gene-ral y esta consideración ha dado como resultado que 70% de la superficie con potencial para la producción agrícola presente algún grado de degradación química, eólica, hídrica o física; que los mantos acuíferos, en una gran proporción, se encuentren con sobreexplotación o más grave aún, con una intrusión salina.


En el Pacto por México se estableció una reforma estructural en el campo mexicano y se consideraba que ésta debería ser de carácter estratégico y, por lo tanto, tenerla como prioritaria dentro del conjunto de reformas que el país necesita. Las razones para estas consideraciones son tantas y además son tan evidentes que nadie, con elemental sensatez, podría soslayarlas.

El problema principal que padece el campo mexicano es de carácter conceptual, es decir: de la función que los gobiernos federal y estatales le han asignado al campo dentro del modelo económico vigente.

Para los neoliberales que han dirigido el gobierno durante los últimos 30 años, el campo ha sido considerado como un lastre para el desarrollo de la economía en general y esta consideración ha dado como resultado que 70% de la superficie con potencial para la producción agrícola presente algún grado de degradación química, eólica, hídrica o física; que los mantos acuíferos, en una gran proporción, se encuentren con sobreexplotación o más grave aún, con una intrusión salina; que la mayor parte de los cuerpos de agua superficiales estén contaminados con descargas residuales, industriales y con aguas negras sin tratamiento alguno; que de ser un país autosuficiente durante el periodo del desarrollo estabilizador (1941-1965)  ahora seamos altamente dependientes y con un creciente déficit en la balanza comercial agroalimentaria; que la mayoría de los productores agrícolas (sean privados, ejidales, comunales) se encuentren en condiciones de pobreza, y que sea en este sector de la población donde se presenta con mayor intensidad el fenómeno migratorio hacia las ciudades del país o hacia fuera de éste.

La visión de los neoliberales mexicanos sobre el campo ha convertido a una gran parte de los productores en “meros peticionarios de ayuda gubernamental” y consecuentemente, las políticas e inversiones gubernamentales en acciones para la asistencia o incluso para la sobrevivencia de los campesinos y sus familias.

El campo mexicano es en realidad una zona de desastre y el Estado utiliza los programas gubernamentales como “ayuda para atemperar la contingencia”.

El cambio debería ser radical y en lugar de esa especie de “filantropía del ogro” en proceso de reconstrucción, debiera verse al campo como un área que es fundamental en cualquier economía moderna. Para ello debe reconstruirse al campo mexicano desde sus cimientos, como un sector altamente productivo y lo suficientemente sólido para satisfacer la demanda interna de alimentos y materias primas agropecuarias hasta lograr la seguridad y soberanía alimentaria, y hacerlo una parte muy importante de nuestras exportaciones.

La reforma del campo mexicano debe ser de carácter estratégico y consecuentemente debe contener, en primer término, una reconceptualización de su importancia en los propósitos de crecimiento de la economía y de la generación de empleos.

El campo mexicano requiere inversiones productivas para transformarlo en agente principalísimo para el desarrollo de la economía nacional.

                *Ex presidente del PRD

                Twitter: @jesusortegam

                http://ortegajesus.blogspot.com/

                ortegamartinezjesus@hotmail.com

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