México,
Distrito Federal 20 octubre, 2013
Con atención a Julio Hernández López
Una opinión frente “Astillero” del 18 octubre, 2013
En propósitos de crítica no es correcto generalizar y en
consecuencia, un señalamiento crítico hacia un periodista en particular, no
debe generalizarse hacia todas aquellas personas que ejercen tal profesión. En
el periodismo —como en cualquier otra actividad— hay personas, individuos,
empresas que llevan a cabo su trabajo de manera profesional y lo hacen
cumpliendo con la norma aquella que les es consustancialmente imprescindible;
la de informar con veracidad, la de opinar con autenticidad.
Sin embargo, como muchas personas se habrán dado cuenta, en
algunos sectores de lo que podríamos llamar con amplitud el periodismo mexicano,
se está presentando (desde hace ya varios años) un fenómeno que es contrario y
lesivo al noble oficio de informar, de difundir conocimiento.
Un ejemplo de esto último, lo son las “columnas despersonalizadas”,
es decir, aquellas que nadie en lo particular firma y que por lo tanto nadie se
responsabiliza de lo que en ellas se dice. Ya es costumbre casi generalizada de
que se escribe en este tipo de columnas encubriendo con el consabido
“trascendió”, con el “se dice en los corrillos”, “se rumora”, “se especula”,
etcétera, etcétera.
Hay otras columnas periodísticas que son firmadas con seudónimos (nombres
diferentes al verdadero) con el propósito de evitar la responsabilidad de lo
que se escribe. Pero en el caso de los seudónimos hay que hacer una necesaria
consideración, pues si bien es cierto
que el uso de seudónimos en el periodismo e incluso en la literatura en general,
ha sido y sigue siendo utilizado por necesidad; por ejemplo: para evitar las represalias y venganzas políticas o como en el
caso de George Sand, para superar las
discriminaciones, los prejuicios conservadores o la misoginia. Amandine Aurore Lucile Dupin (el verdadero
nombre de George Sand) se vio obligada a dejar en el armario su ropaje femenino
y más aún, adoptar un nombre masculino, es decir, un seudónimo para de esa
manera lograr ser tomada en cuenta como la gran escritora que lo fue.
Pero este caso, el de Sand y el de muchos escritores o periodistas
que se encuentran en el riesgo de perder hasta la vida por lo que escriben, no
es el de otros periodistas que utilizan seudónimos para calumniar, desinformar
y con ello evitar las consecuencias y responsabilidades de las mentiras que
difunden.
Y hablando de difundir mentiras, también existen otros columnistas
—que si bien firman sus escritos y no utilizan seudónimos— dañan al periodismo
porque lo que escriben no es información verificable sino meras figuraciones y hasta
delirios motivados por animadversiones políticas, pero más que eso, por la
ausencia de una elemental búsqueda de información (y de investigación ya ni
hablamos).
No son pocos los casos de este tipo y no ayudan al propósito de
que nuestra sociedad se encuentre informada verazmente sobre los
acontecimientos, especialmente los políticos.
Para ejemplificar uno de ellos, haré referencia a Astillero, la
columna de Julio Hernández publicada el pasado viernes 18 del mes presente. La
mencionada columna se titula: “Apoyo al DF ¿A cambio de qué?”.
Julio Hernández no hace ni investigación ni análisis político y su
escrito es una ejemplar pieza de suposiciones y especulaciones sin ningún
sustento.
Veamos: Julio afirma que “El PRD decidió vender su alma votante a
cambio de un cuantioso respaldo presupuestal en la capital del país”.
¡No! Julio. La mayoría de los legisladores del GPPRD en la Cámara
de Diputados decidieron votar a favor de la Reforma Hacendaria por que en esta
se encuentran contemplados algunos de los más importantes puntos programáticos
del PRD en materia fiscal, a saber: no se permitió el IVA en alimentos y medicinas;
se eliminan gran parte de los regímenes especiales, especialmente el existente
para las grandes empresas agropecuarias y del trasporte; se elimina (en tres
años culmina el proceso) el régimen de consolidación fiscal con el cual se eludía
el pago de impuestos por los grandes conglomerados empresariales; se logran
modificar las tasas impositivas del ISR para elevarlas para quienes más
ingresos obtienen y en sentido contrario, reducirlas para quien menos ingresos
obtiene; se gravarán las ganancias obtenidas en la especulación financiera y en
la bolsa; se elimina el IETU y el IDE; se logra aumentar la recaudación para
una mayor intervención del Estado en la economía; se rompe con el dogma del
déficit cero, para con ello obtener más recursos destinados a la inversión productiva
y la generación de empleos; se gravan los productos chatarra y se aumenta el
impuesto para aquellos que son dañinos a la salud; se hará una mejor y mas
justa distribución para los estados y municipios de todos los recursos fiscales
que obtenga la federación y desde luego (¿por qué te escandaliza?) trabajamos
por más recursos, como lo hemos hecho siempre, para la capital del país.
Te preguntas: ¿a cambio de qué? ¡De nada que no sea una oportuna,
necesaria y eficaz negociación en la Cámara de Diputados y en el Pacto por
México, que logró estos puntos y otros verdaderamente importantes para el país!
Yerras en tus análisis porque como lo admites, sólo haces “primeras
lecturas” y escribes basado en la “especulación en lo automático”. Entiendo que
especular es un proceso válido para alcanzar conocimiento, pero te equivocas
cuando confundes la especulación con la invención. La especulación es un método
que contribuye a discernir, pero eso es diametralmente diferente a la invención,
la que frecuentemente es resultado de delirios. Y lo que escribes acerca de
maquinaciones, negociaciones, condicionamientos para “cerrarle el paso a
Ebrard, minar la fuerza a López Obrador, candidaturas para los chuchos”, es
francamente delirante, fantasioso. Sin embargo, comprendo que toda esta fantasía
es producto de una visión, elemental, simplista y reduccionista de la política
y que tu logras sintetizar impecablemente con cuatro palabras: ¿A cambio de qué?
Entender a la política de esa manera conduce irremediablemente a
análisis sosos y equivocados.
Hay esquemas mentales que, como si fuesen cicatrices, son
difíciles de eliminar. Por ello mismo te puede parecer imposible entender a la
política de manera diferente al vulgar toma y daca. Pero sí es posible, y el
Pacto por México lo está evidenciando.
Jesús Ortega Martínez
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