¡No más impuestos! ¡No a la
reforma hacendaria!, dice López Obrador y en esa proclama, es acompañado por el
presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE); por Ernesto Cordero, ex
presidente del Senado; algunos de los principales dirigentes del PAN; Luis
Pazos, ex director de Banobras en el gobierno de Fox, y por otros personajes
identificados por su pensamiento neoliberal y conservador.
Como habrán notado, esta
coincidencia (la de AMLO con personajes reivindicadores de la derecha) en
planteamientos de política económica provoca algún desconcierto. Lo común es
que sus respectivas posiciones se enfrentan, pero en realidad no debiera de
sorprender la coincidencia, porque como he dicho antes: la política tiene
tantos caminos que en determinados momentos y circunstancias, quienes los
recorren se pueden juntar. Entonces, como es el caso, pueden apoyarse, caminar
juntos un trecho, aunque tengan cada uno de ellos destinos y propósitos
diferentes.
El caminar juntos entre
diferentes no siempre implica acuerdos explícitos; por el contrario, es más
frecuente que estos acuerdos sean implícitos. Un ejemplo de estos lo fue el
apoyo del PRI a Calderón en 2006 hasta finales de 2009. Mediante este acuerdo
implícito, el PRI pasó de ser la tercera fuerza a convertirse en la primera en
tan sólo tres años. En 2006 ambos se necesitaban como náufragos aferrados a un
solo salvavidas: A Calderón el acuerdo le significaba la permanencia y al PRI
le significaba la sobrevivencia.
La actual coincidencia de AMLO,
el CCE, PAN, Cordero y Pazos en contra de la reforma hacendaria es diferente en
la forma, pero tiene el mismo contenido, es decir: la necesidad política.
El PAN necesita recuperar a
quienes considera aliados naturales, esto es, a las cúpulas empresariales y
algunos sectores de la población de clase media alta. Ambos se le fueron en el
periodo de Fox y principalmente en el de Calderón. Esta necesidad electoral los
conduce a oponerse a la terminación de los regímenes especiales; a negarse a
una mayor progresividad en el ISR; a resistir la terminación del régimen de
consolidación fiscal; a oponerse a terminar con la deducibilidad para las
grandes empresas; a que se graven las ganancias de la bolsa, etcétera,
etcétera.
Esta definición del PAN es
esencialmente la misma que enarbolan algunos (no todos, por supuesto) de los
grandes empresarios que durante décadas han gozado de un paraíso fiscal en
México. Y la necesidad de éstos que es obvia (no quieren pagar los impuestos
que les corresponden) empata con las necesidades políticas del PAN.
En el caso de Cordero y el de
otros personajes de la derecha hay necesidades más mundanas, pero desde luego
que también hay convicciones que podríamos llamar ideológicas. La derecha en el
mundo y la de México no son muy diferentes, procuran por un Estado débil,
pequeño, sin recursos, sin capacidad de regular e influir en la política
hacendaria y en el rumbo de la economía; rechazan al Estado inversor en áreas
como la energía, telecomunicaciones y por eso mismo buscan afanosamente sacar
al Estado de estos sectores estratégicos; empujan por generalizar los impuestos
indirectos como el IVA (regresivos); pretende disminuir el peso de los
impuestos directos como el ISR y, desde luego, que se oponen a su mayor
progresividad; no quieren que se grave al capital y siempre persisten en
mantener para los grandes causantes los regímenes especiales; no quieren mayor
gasto público y menos desean que éste se destine a la construcción de sistemas
de seguridad social.
Esto que demandan en México, es
decir: ¡No más impuestos! (desde luego para los sectores de mayores ingresos)
es básicamente lo que pelean los Republicanos y el Tea Party en Estados Unidos,
el Frente Nacional de Marine Le Pen en Francia, Merkel en Alemania, Piñera en
Chile… es decir, la derecha conservadora.
Si algo hace diferente a la
izquierda de la derecha en política fiscal es que la primera procura que el
Estado cobre los impuestos debidos y que lo haga de manera progresiva, porque
esto implica redistribución del ingreso, pero además significa capacidad del
Estado para gasto e inversión pública. La segunda sigue creyendo en la mano
invisible del mercado.
¿Pero entonces… por qué AMLO
coincide con la derecha en que no se cobren impuestos? ¿Por razones programáticas?
Opino que no es esa la razón, porque en su propuesta electoral de 2012 se
contempla lo que precisamente aprobó la Cámara de los Diputados, es decir: que
se cobren impuestos y que se haga con justicia.
En su campaña electoral AMLO
propuso la terminación de los regímenes especiales; la eliminación del régimen
de consolidación fiscal; que los más ricos paguen sus impuestos; se graven las
ganancias en la especulación financiera, en la Bolsa; que el ISR sea progresivo
para que paguen más quienes más tienen. Pero su exigencia principal fue que
para que hubiese justicia tributaria no se generalizaran los impuestos
indirectos como el IVA, y… para sorpresa
de muchos, los diputados, principalmente los del PRD, han aprobado las propuestas de AMLO.
Si no hay razón programática,
¿entonces por qué la coincidencia?
Por la necesidad política —igual
que el PAN y los otros partidos— de mantener o hacer crecer clientelas
electorales.
¿La búsqueda de satisfacer esta
necesidad es una perversión que debe ser condenable? Nada de eso; pero me
parece que la izquierda ganará más simpatías entre la población, si haciendo
uso de todos los recursos de la política —especialmente del diálogo y los
acuerdos— hace posible que sus propuestas se materialicen y se hagan realidad para
con ello contribuir —desde el gobierno o en la oposición— a resolver los
grandes problemas nacionales.
*Ex presidente del PRD
@jesusortegam
http://ortegajesus.blogspot.com/
ortegamartinezjesus@hotmail.com
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