martes, 13 de agosto de 2013

Los espíritus del pasado

En entregas anteriores he insistido que en México vivimos una crisis del Estado nacional y que ésta tiene diversas manifestaciones.

Excélsior


El Estado no controla, con sus instituciones —entre ellas la ley— una parte importante del territorio nacional; los monopolios determinan el rumbo de la economía. Instituciones básicas del Estado (las de la administración y procuración de justicia, por ejemplo) evidencian inoperancia o son claramente inútiles; igual sucede con aquellas encargadas de aplicar “la fuerza legítima del Estado”, como lo son una buena parte de las policías y las Fuerzas Armadas del país.

Son otras más las expresiones de dicha crisis, pero ahora quiero poner énfasis en la debilidad del sistema de representación política.

Hay en los partidos políticos de México un desafío común del cual no se han dado cuenta cabalmente: superar su débil inserción social mediante un urgente proceso de modernización que deba contemplar el diseño de nuevas formas de representación política de las y los ciudadanos. Los partidos políticos necesitamos recrearnos, necesariamente, en un impecable comportamiento ético y en un nuevo y contemporáneo programa político.

Insisto que el problema abarca a todos, pero me referiré ahora a las izquierdas y principalmente al PRD.

El PRD está experimentando los efectos del agotamiento de sus formas organizativas internas, las cuales se sostuvieron —durante 24 años— en dos personajes fuertes (Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y Andrés Manuel López Obrador fueron la columna vertebral del partido desde nuestro surgimiento).

Y sin embargo, ahora mismo, algunos perredistas, con sentimiento de orfandad, se empeñan en buscar “al padre ausente”, al “nuevo hombre fuerte”, y con el mismo empeño, algunos aparecen para tratar de “llenar ese vacío”. 

Pero más notable aún es el desfasamiento del programa político que enarbolamos durante todo ese periodo. No nos atrevemos a superar los que han sido nuestros dos pilares ideológicos, ya claramente agotados: el nacionalismo revolucionario y el “socialismo” estatista, dogmático y autoritario.

Carlos Marx decía que “las revoluciones del siglo XIX (su siglo) no pueden sacar poesía del pasado, sino del porvenir”. Así, la izquierda mexicana (y el país en su conjunto) no encontrará sus respuestas “conjurando en nuestra ayuda los espíritus del pasado, tomando prestados sus nombres, sus consignas de guerra, sus ropajes para que con ese disfraz de vejez venerable y ese lenguaje prestado representemos una nueva escena de la historia” (18 Brumario de Luis Bonaparte. Carlos Marx).

Las respuestas que México y la izquierda necesitan ahora no se encontrarán vistiendo la levita negra del presidente Juárez, ni recorriendo el país en su carruaje; no vendrán reproduciendo mecánicamente las revoluciones decimonónicas.

La respuesta a la problemática agrícola del país no se encuentra en la reproducción mecánica de los modos de producción comunal que postulaban Villa y Zapata; no está en una economía estatizada, ni en un modelo político de monarquía sexenal y de presidencialismo autoritario priista.

Por el contrario, el país y la izquierda necesitamos grandes reformas estratégicas que recuperen la fortaleza del Estado, que construyan una moderna forma de representación ciudadana con partidos renovados estructuralmente y con genuina representación ciudadana.

Con una economía en crecimiento fuera del anacrónico neoliberalismo; con un gran mercado interno que genere los empleos que los jóvenes demandan; con una verdadera seguridad social universal que garantice los mínimos de bienestar para todas y todos. Grandes reformas, como las que se plantean en el Pacto por México, para un moderno sistema político de representación y una sociedad de derechos.

*Ex presidente del PRD
@jesusortegam
http: //ortegajesus.blogspot.com/ 
ortegamartinezjesus@hotmail.com

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