miércoles, 17 de julio de 2013

Jesús Ortega responde a Alejandro Encinas por críticas al PRD


PRESENTE

Abusando de su amabilidad, le solicito pudiera ser publicado en su informativo digital una opinión respecto a las recientes declaraciones del senador Alejandro Encinas Rodríguez, con relación a las pasadas elecciones del 7 de julio.

De antemano agradezco su atención.

De nueva cuenta Alejandro Encinas dirige sus baterías en contra del PRD. Ahora, el motivo de sus descargas es, según el senador, que por culpa de la dirección nacional nuestro partido “cayó” en las pasadas elecciones, al tercer lugar en el escalafón de los partidos políticos en México.

Dice Alejandro Encinas: “pasamos (el PRD) de ser la segunda fuerza a la tercera”.

Creo que Alejandro se equivoca en su análisis porque suma “peras con manzanas”; es decir, equipara e iguala elecciones que por su propia naturaleza son sustantivamente diferentes. Comete ese yerro más motivado porque sus deseos se cumplan (“el PRD va hacia el fracaso”) que por un esfuerzo genuino de reflexión y crítica constructiva.

Veamos esto primero: A lo largo de la historia electoral del PRD, en ninguna de las elecciones inmediatamente siguientes a las presidenciales, hemos mantenido “el segundo lugar”. En los hechos, en la realidad, siempre -como dice Alejandro- el PRD “ha caído al tercer lugar”. Esto ha sido así, debido a que son elecciones diferentes. Comparar los datos de una elección presidencial con los obtenidos en elecciones locales en sólo algunas de las entidades de la República,  es un error de análisis electoral verdaderamente garrafal.

Para demostrar el  yerro,  recuerdo los datos y los números siguientes:

-En 1988, siendo Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano candidato presidencial del FDN (Frente Democrático Nacional, integrado por la Corriente Democrática del PRI, PARM, PFCRN, PPS) y del PMS (Partido Mexicano Socialista) y habiendo oficialmente ganado la elección, tres años después, en 1991, el PRD obtuvo el 8.79 por ciento de los votos (tercer lugar).

-En 1994, con Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano como candidato presidencial perredista, obtuvimos el 16.5 por ciento (tercer lugar),  y en 1997,  con el mismo Cuauhtémoc Cárdenas como candidato a jefe de gobierno de la ciudad capital, el PRD obtuvo el 25.7 por ciento a nivel nacional (tercer lugar). Resulta importante mencionar que en 1997, aún con ese porcentaje ganamos tres entidades federativas: Michoacán, Estado de México y el Distrito Federal, que como se sabe, en esta última resultó electo como jefe de gobierno el propio ingeniero Cárdenas.

-En el año 2000 con Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano como candidato presidencial y Andrés Manuel López Obrador (AMLO) como candidato a Jefe de Gobierno del Distrito Federal, el PRD obtuvo el 16.64 por ciento (tercera fuerza) y tres años después, en 2003 (elección de diputados mayoría relativa) obtuvo el 17.61 por ciento (tercera fuerza).

-En 2006 con AMLO como candidato presidencial, obtuvimos el triunfo con el 35.31 por ciento y aunque “oficialmente” fuimos segunda fuerza,   en 2009 obtuvimos el 13 por ciento (tercer lugar).

Todos los datos antes mencionados se refieren a elecciones federales, es decir, presidenciales y de representantes en el Congreso de la Unión -acompañadas estas- de elecciones locales en algunas entidades.

Como se puede observar, aún en aquellas presidenciales que ganamos, como las de 1988 y 2006, en las intermedias federales siguientes siempre hemos ocupado el tercer lugar. Faltará ver, desde luego,  el resultado de 2015.

Para mayor información: Si no son comparables las elecciones presidenciales con las de representantes en el Congreso de la Unión, menos los son las presidenciales del 2012 con las elecciones locales realizadas en 15 estados el pasado 7 de julio.

Pero aún, hay que mencionar que en 8 de estas entidades, los resultados históricos del PRD en este mismo tipo de comicios han sido, casi siempre, menores a dos dígitos; me refiero a Aguascalientes, Sonora, Baja California, Sinaloa, Chihuahua, Durango, Coahuila y Tamaulipas; debo resaltar que en el caso de Durango, hace tres años, en alianza con el PAN ganamos en las urnas aunque nos despojaron del triunfo en los órganos electorales y en los tribunales.

Con estos datos ¿se puede sostener que por causa de la dirección nacional “caímos al tercer lugar”? Creo, francamente, que tal afirmación busca, al margen del examen riguroso, continuar en un conflicto estéril en contra del PRD.  

Otra parte de la crítica de Alejandro Encinas hacia el PRD es la que refiere a las alianzas con el PAN. Para dar respuesta a ella, tendré que mencionar no sólo cifras y datos sino también los hechos políticos que resultan del conjunto de la política de alianzas de nuestro partido en su historia. Veamos lo siguiente:

- En Aguascalientes la alianza PAN-PRD ganó los tres municipios que política, económica y demográficamente son los más importantes, especialmente la capital del estado que concentra el 65 por ciento de los electores.

¿Qué se buscaba con tal alianza? ¡Eso precisamente! Es decir, apuntalar ciertas condiciones políticas para que el PRI con todo y su respectivo señor feudal perdiera territorios estratégicos y con ello se obstaculizara su permanencia en el gobierno de la entidad. ¿Y por qué la importancia de quitarle el gobierno al PRI? ¡Para impedir, territorio por territorio, la restauración del régimen de partido de Estado en el país!

Pero aparte de este objetivo político general, un perredista ganó por primera ocasión una diputación de mayoría y también por primera ocasión el PRD tendrá un grupo parlamentario de 2 diputados y ello, desde luego, nos dará mejores condiciones para crecer electoral y políticamente en este estado. No pudimos tener mayoría en municipios con candidatos perredistas pues el gobernador, mediante una maniobra, destinó todo su apoyo a Nueva Alianza en uno de los municipios con fuerte presencia del PRD y al PT en otro similar. Tanto Nueva alianza como el propio PT se prestaron a tal maniobra.   

-En Baja California, la alianza PAN-PRD ganó la gubernatura, la capital del Estado y Rosarito ¿Qué pretendía esta alianza electoral? ¡Eso precisamente! Es decir, que el PRI no ganara la única gubernatura en juego y con ello no se extendiera el territorio en posesión de los señores feudales. Que no ganara el PRI en BC,  debilitará la pretensión de la restauración en el país del viejo régimen de partido casi único. Pero además, en la península norteña, por primera ocasión, un perredista ganó un distrito de mayoría y lo hizo en Tijuana, la ciudad más importante del estado. Ahora tendremos un Grupo parlamentario de tres diputados en el Congreso local.

-En Sinaloa, a pesar del confuso comportamiento gubernamental de Mario López Valdez, la alianza hizo posible que ganáramos en Mazatlán, Guasave y Angostura. Pudimos hacerlo también en Sinaloa de Leyva y San Ignacio,  pero el narcotráfico aliado con los candidatos priistas, mantuvo permanentemente las amenazas en contra de los perredistas en tales municipios. Como se sabe, mataron al coordinador de nuestra campaña en Sinaloa de Leyva y con ello lograron que nuestro candidato se retirara de la contienda.

-En Oaxaca la alianza PRD-PAN cumplió discretamente con sus propósitos y el principal de estos era que el PRI no recuperara la mayoría en el Congreso del Estado. Los diputados de PAN, PRD, Movimiento Ciudadano (partido aliado del gobernador) hacen mayoría en el Congreso local. Cierto que se perdieron algunos municipios, pero Alejandro no contabiliza los nuevos que se ganaron por el PRD como Juchitán o Ixtepec y otros no menos importantes. Por cierto, en esta pasada elección,  la coalición PAN-PRD obtuvo cien mil votos más que en 2010.

-En Puebla, la alianza completó sus propósitos, especialmente ganando la capital del estado y compañeros perredistas serán alcaldes en 25 municipios, algunos tan importantes como Izúcar de Matamoros o Huauchinango, además, compañeros militantes de nuestro partido resultaron triunfadores en tres distritos de mayoría lo que significa que tendremos en esta entidad federativa un grupo parlamentario de cuando menos cinco diputados.  

-La última entidad en donde hubo alianza PAN-PRD fue Zacatecas. Cierto que el resultado no fue el esperado y cierto que como partido tenemos problemas, pero ello no debe hacer olvidar, por meros afanes revanchistas, la agresiva actitud del gobernador en contra del PRD. Quizás para algunos compañeros, las agresiones del señor feudal no tengan ninguna importancia: quizás piensen que los secuestros de varios compañeros, las amenazas para otros o el asesinato de nuestro coordinador de campaña en el municipio de Guadalupe, Aquiles González Mayorga sucedido apenas 48 horas antes de la elección, deben minimizarse.

Mencionar estos acontecimientos podrían verlo algunos como justificación, pero lo verdaderamente injustificable, es perder de vista el terror que prevaleció en esta entidad durante toda la campaña y especialmente durante la jornada electoral. No refrendamos triunfos en algunos municipios, pero sin duda alguna en ello influyó de manera determinante “la furia de los conversos”, es decir la del gobernador y la  del procurador de justicia antes perredistas y ahora priistas. Son ellos los responsables de asesinato de Aquiles y lo son de una elección marcada por la violencia y el fraude.

-En Quintana Roo no participó la alianza del PRD y PAN debido a que el gobernador Borge se encargó personalmente de bloquearla (sólo en México se requiere de la anuencia de los gobernadores para hacer alianzas). Borge  la impidió y para eso utilizó al órgano electoral local y al tribunal respectivo; hostigó violentamente a nuestros candidatos y además adoptó como esquirol a Gregorio Sánchez para hacerlo candidato del PT.  A pesar de ello la votación del PRD hace tres años fue de 15.4 por ciento y ahora —trapacerías del gobernador y del PRI incluidas— nuestra votación alcanzó el 17.9 por ciento.

¿Hubo en Quintana Roo errores del PRD? Los hubo y ciertamente graves, pero ello no puede ser utilizado para justificar la actitud fraudulenta y agresiva del Señor feudal en el estado.

En otras de las entidades no hubo alianza como tampoco ha habido alternancia en los gobiernos locales. Aún así el PRD creció porcentualmente. Por ejemplo:

-En Durango, el PRD creció de 4.5 por ciento en 2010 a 6.0 por ciento en 2013

-En Coahuila crecimos de 2.7 por ciento en 2010 a 4.1 por ciento en 2013

-En Veracruz crecimos de 9.5 por ciento en 2010 a 12.9 por ciento en 2013 y de 15 a 33 municipios ganados (más del 100%) y ello a pesar de la violencia del sindicato petrolero, de los caciques y del propio gobernador.
-En Tlaxcala —que si ha habido alternancia— crecimos, el PRD de 16 por ciento en 2010 a 18 por ciento en 2013 y ganamos 10 municipios aparte de que en los tribunales continuamos defendiendo nuestro triunfo en Huamantla.

Debo mencionar el caso de Hidalgo en donde se frustró la posibilidad de una Alianza y el resultado de ello, fue también “el carro completo”, la nefasta reproducción del Estado autoritario que elimina toda disidencia y combate cualquier forma de pluralidad política se apareció de nueva cuenta en Hidalgo.
Por último están los estados de Chihuahua y Tamaulipas en donde nuestra votación fue similar a la obtenida tres años antes.

Quizás, señor Director, pudiese parecerle enfadoso un análisis tan detallado de las elecciones pasadas y de nuestra participación en todos los procesos federales, pero lo creo necesario para no obtener conclusiones sobre percepciones o generalidades que como en muchos casos, resultan  en análisis fallidos.

Debo decir que lo que Alejandro Encinas relató en Sin Embargo me resulta extraño,  debido a que el senador perredista siempre ha puesto énfasis y atención  en “los detalles” que hicieron fraudulenta la elección del 2006. Tiene razón en señalar enérgicamente tales ilegalidades, pero se contradice a sí mismo cuando menosprecia y olvida “los detalles” del fraude,  de los asesinatos, de las amenazas, del hostigamiento en contra del PRD en las entidades que realizaron elecciones el pasado 7 de julio.

Para analizar las presidenciales del 2012, Alejandro ha buscado, con ahínco,   demostrar la existencia de un fraude en contra del PRD,  pero en su análisis sobre los comicios del pasado 7 de julio,  trata con el mismo ahínco, demostrar que ¡el PRI ganó limpiamente! para con ello “evidenciar” ¡la ineficacia de la dirección nacional del PRD!

El análisis serio de los procesos electorales no depende, como dice Campoamor, “del color del cristal con que se miran”. ¡Con gafas de color animadversión! no es posible hacer exámenes rigurosos. Con visiones de tal color sólo se contribuye a la confusión y a una confrontación política destructiva.

La frase de Campoamor resalta subjetivismo puro y no debe aplicarse a la política. La realidad es imposible ajustarla a los deseos y menos transformarla con tan sólo cambiar el color del cristal con el que la observemos. Por ello, trato de ser objetivo y puedo decir que a la luz de la realidad los resultados obtenidos no fueron los mejores pero se distorsiona la verdad cuando se afirma que era posible mantener o hacer crecer en las elecciones locales de 2013 el porcentaje obtenido en las presidenciales de 2012.  Tal pretensión sería, evidentemente, descabellada.

La otra parte sustantiva de la crítica hacia la dirección nacional del PRD se concentra en la política de alianzas. Frente a tal opino lo siguiente:

Las alianzas electorales son consustanciales (una obviedad) a la política electoral, al PRD y la izquierda —dependiendo de las circunstancias y los tiempos— las  ha hecho con actores y fuerzas políticas diversas. Diseñamos y aplicamos, por ejemplo,  una estrategia de alianzas con disidentes e inconformes priistas. Tal es el caso de Ricardo Monreal en Zacatecas, de Leonel Cota en BCS, de Sánchez Anaya en Tlaxcala, de Marcelo Ebrard y Manuel Camacho en el DF.

También el PRD hizo en varios procesos electorales alianzas con partidos tan disímbolos como el PSN (Partido de la Sociedad Nacionalista), con el PT (Partido del Trabajo), con Dante Delgado y su partido Convergencia y desde hace décadas,  ha hecho alianzas electorales con el PAN,  para por ejemplo, apoyar al Dr. Nava en San Luis Potosí, a Javier Corral en Chihuahua para apoyar en Yucatán, en Nayarit y mas recientemente en Sinaloa, Puebla, Oaxaca a movimientos cívicos  ciudadanos y que en su momento y circunstancia fueron útiles para derrotar a gobernantes atrabiliarios o para obstaculizar la permanencia del sistema priista en el poder.

En el año 2000, otro ejemplo, el PRD estuvo en pláticas con el PAN para hacer una alianza electoral durante las elecciones presidenciales de ese año, la cual se frustró sólo porque no pudimos ponernos de acuerdo, no en asuntos doctrinarios, sino más pragmáticamente en el método —encuesta o consulta abierta a la ciudadanía— para obtener un candidato común. Las alianzas electorales como táctica fueron útiles para el crecimiento del PRD y lo fueron para que se lograra la alternancia en el Ejecutivo federal y son igualmente útiles —después de 2012— para impedir la restauración del viejo régimen autoritario de partido casi único.

Cierto que no todas han resultado exitosas, como no todos los gobernantes resultantes de alianzas han cumplido cabalmente con los objetivos esperados. Pero si no perdemos de vista la razón política y la razón práctica de las alianzas que la izquierda ha hecho con ex priistas, con el PT, el PSN, Convergencia o con el PAN; si no ignoramos que hay y seguirá habiendo alianzas electorales que no son ni doctrinarias ni principistas; si no reconocemos que sólo son parte de una estrategia que —dependiendo del tiempo y la circunstancia que se viven— buscan determinados objetivos tácticos; si no olvidamos, en fin, los objetivos estratégicos principales, como el impedir la restauración del viejo régimen autoritario,  avanzar hacia una sociedad de derechos y lograr la transformación democrática del país, entonces podría comprenderse la  utilidad táctica de las alianzas electorales.

Atentamente

Jesús Ortega Martínez




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