Señor
Director de la Agencia Informativa de la Izquierda Mexicana
PRESENTE
Abusando
de su amabilidad, le solicito pudiera ser publicado en su informativo digital
una opinión respecto a las recientes declaraciones del senador Alejandro
Encinas Rodríguez, con relación a las pasadas elecciones del 7 de julio.
De
antemano agradezco su atención.
De
nueva cuenta Alejandro Encinas dirige sus baterías en contra del PRD. Ahora, el
motivo de sus descargas es, según el senador, que por culpa de la dirección
nacional nuestro partido “cayó” en las pasadas elecciones, al tercer lugar en
el escalafón de los partidos políticos en México.
Dice
Alejandro Encinas: “pasamos (el PRD) de ser la segunda fuerza a la tercera”.
Creo
que Alejandro se equivoca en su análisis porque suma “peras con manzanas”; es
decir, equipara e iguala elecciones que por su propia naturaleza son
sustantivamente diferentes. Comete ese yerro más motivado porque sus deseos se
cumplan (“el PRD va hacia el fracaso”) que por un esfuerzo genuino de reflexión
y crítica constructiva.
Veamos
esto primero: A lo largo de la historia electoral del PRD, en ninguna de las elecciones
inmediatamente siguientes a las presidenciales, hemos mantenido “el segundo
lugar”. En los hechos, en la realidad, siempre -como dice Alejandro- el PRD “ha
caído al tercer lugar”. Esto ha sido así, debido a que son elecciones
diferentes. Comparar los datos de una elección presidencial con los obtenidos
en elecciones locales en sólo algunas de las entidades de la República, es un error de análisis electoral verdaderamente
garrafal.
Para
demostrar el yerro, recuerdo los datos y los números siguientes:
-En
1988, siendo Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano candidato presidencial del FDN (Frente
Democrático Nacional, integrado por la Corriente Democrática del PRI, PARM,
PFCRN, PPS) y del PMS (Partido Mexicano Socialista) y habiendo oficialmente ganado
la elección, tres años después, en 1991, el PRD obtuvo el 8.79 por ciento de
los votos (tercer lugar).
-En 1994,
con Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano como candidato presidencial perredista, obtuvimos
el 16.5 por ciento (tercer lugar), y en
1997, con el mismo Cuauhtémoc Cárdenas
como candidato a jefe de gobierno de la ciudad capital, el PRD obtuvo el 25.7
por ciento a nivel nacional (tercer lugar). Resulta importante mencionar que en
1997, aún con ese porcentaje ganamos tres entidades federativas: Michoacán,
Estado de México y el Distrito Federal, que como se sabe, en esta última resultó
electo como jefe de gobierno el propio ingeniero Cárdenas.
-En el
año 2000 con Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano como candidato presidencial y Andrés
Manuel López Obrador (AMLO) como candidato a Jefe de Gobierno del Distrito
Federal, el PRD obtuvo el 16.64 por ciento (tercera fuerza) y tres años después,
en 2003 (elección de diputados mayoría relativa) obtuvo el 17.61 por ciento (tercera
fuerza).
-En
2006 con AMLO como candidato presidencial, obtuvimos el triunfo con el 35.31
por ciento y aunque “oficialmente” fuimos segunda fuerza, en
2009 obtuvimos el 13 por ciento (tercer lugar).
Todos
los datos antes mencionados se refieren a elecciones federales, es decir, presidenciales
y de representantes en el Congreso de la Unión -acompañadas estas- de
elecciones locales en algunas entidades.
Como
se puede observar, aún en aquellas presidenciales que ganamos, como las de 1988
y 2006, en las intermedias federales siguientes siempre hemos ocupado el tercer
lugar. Faltará ver, desde luego, el
resultado de 2015.
Para
mayor información: Si no son comparables las elecciones presidenciales con las
de representantes en el Congreso de la Unión, menos los son las presidenciales
del 2012 con las elecciones locales realizadas en 15 estados el pasado 7 de
julio.
Pero
aún, hay que mencionar que en 8 de estas entidades, los resultados históricos
del PRD en este mismo tipo de comicios han sido, casi siempre, menores a dos dígitos;
me refiero a Aguascalientes, Sonora, Baja California, Sinaloa, Chihuahua,
Durango, Coahuila y Tamaulipas; debo resaltar que en el caso de Durango, hace
tres años, en alianza con el PAN ganamos en las urnas aunque nos despojaron del
triunfo en los órganos electorales y en los tribunales.
Con
estos datos ¿se puede sostener que por causa de la dirección nacional “caímos
al tercer lugar”? Creo, francamente, que tal afirmación busca, al margen del
examen riguroso, continuar en un conflicto estéril en contra del PRD.
Otra
parte de la crítica de Alejandro Encinas hacia el PRD es la que refiere a las
alianzas con el PAN. Para dar respuesta a ella, tendré que mencionar no sólo
cifras y datos sino también los hechos políticos que resultan del conjunto de
la política de alianzas de nuestro partido en su historia. Veamos lo siguiente:
- En
Aguascalientes la alianza PAN-PRD ganó los tres municipios que política,
económica y demográficamente son los más importantes, especialmente la capital
del estado que concentra el 65 por ciento de los electores.
¿Qué
se buscaba con tal alianza? ¡Eso precisamente! Es decir, apuntalar ciertas
condiciones políticas para que el PRI con todo y su respectivo señor feudal
perdiera territorios estratégicos y con ello se obstaculizara su permanencia en
el gobierno de la entidad. ¿Y por qué la importancia de quitarle el gobierno al
PRI? ¡Para impedir, territorio por territorio, la restauración del régimen de
partido de Estado en el país!
Pero
aparte de este objetivo político general, un perredista ganó por primera ocasión
una diputación de mayoría y también por primera ocasión el PRD tendrá un grupo
parlamentario de 2 diputados y ello, desde luego, nos dará mejores condiciones
para crecer electoral y políticamente en este estado. No pudimos tener mayoría
en municipios con candidatos perredistas pues el gobernador, mediante una
maniobra, destinó todo su apoyo a Nueva Alianza en uno de los municipios con
fuerte presencia del PRD y al PT en otro similar. Tanto Nueva alianza como el
propio PT se prestaron a tal maniobra.
-En
Baja California, la alianza PAN-PRD ganó la gubernatura, la capital del Estado
y Rosarito ¿Qué pretendía esta alianza electoral? ¡Eso precisamente! Es decir,
que el PRI no ganara la única gubernatura en juego y con ello no se extendiera
el territorio en posesión de los señores feudales. Que no ganara el PRI en BC, debilitará la pretensión de la restauración en
el país del viejo régimen de partido casi único. Pero además, en la península
norteña, por primera ocasión, un perredista ganó un distrito de mayoría y lo
hizo en Tijuana, la ciudad más importante del estado. Ahora tendremos un Grupo
parlamentario de tres diputados en el Congreso local.
-En
Sinaloa, a pesar del confuso comportamiento gubernamental de Mario López Valdez,
la alianza hizo posible que ganáramos en Mazatlán, Guasave y Angostura. Pudimos
hacerlo también en Sinaloa de Leyva y San Ignacio, pero el narcotráfico aliado con los
candidatos priistas, mantuvo permanentemente las amenazas en contra de los
perredistas en tales municipios. Como se sabe, mataron al coordinador de
nuestra campaña en Sinaloa de Leyva y con ello lograron que nuestro candidato
se retirara de la contienda.
-En
Oaxaca la alianza PRD-PAN cumplió discretamente con sus propósitos y el
principal de estos era que el PRI no recuperara la mayoría en el Congreso del
Estado. Los diputados de PAN, PRD, Movimiento Ciudadano (partido aliado del gobernador)
hacen mayoría en el Congreso local. Cierto que se perdieron algunos municipios,
pero Alejandro no contabiliza los nuevos que se ganaron por el PRD como Juchitán
o Ixtepec y otros no menos importantes. Por cierto, en esta pasada elección, la coalición PAN-PRD obtuvo cien mil votos más
que en 2010.
-En
Puebla, la alianza completó sus propósitos, especialmente ganando la capital
del estado y compañeros perredistas serán alcaldes en 25 municipios, algunos tan
importantes como Izúcar de Matamoros o Huauchinango, además, compañeros militantes
de nuestro partido resultaron triunfadores en tres distritos de mayoría lo que
significa que tendremos en esta entidad federativa un grupo parlamentario de
cuando menos cinco diputados.
-La
última entidad en donde hubo alianza PAN-PRD fue Zacatecas. Cierto que el
resultado no fue el esperado y cierto que como partido tenemos problemas, pero
ello no debe hacer olvidar, por meros afanes revanchistas, la agresiva actitud
del gobernador en contra del PRD. Quizás para algunos compañeros, las
agresiones del señor feudal no tengan ninguna importancia: quizás piensen que
los secuestros de varios compañeros, las amenazas para otros o el asesinato de nuestro
coordinador de campaña en el municipio de Guadalupe, Aquiles González Mayorga sucedido
apenas 48 horas antes de la elección, deben minimizarse.
Mencionar
estos acontecimientos podrían verlo algunos como justificación, pero lo
verdaderamente injustificable, es perder de vista el terror que prevaleció en
esta entidad durante toda la campaña y especialmente durante la jornada
electoral. No refrendamos triunfos en algunos municipios, pero sin duda alguna
en ello influyó de manera determinante “la furia de los conversos”, es decir la
del gobernador y la del procurador de
justicia antes perredistas y ahora priistas. Son ellos los responsables de
asesinato de Aquiles y lo son de una elección marcada por la violencia y el
fraude.
-En Quintana
Roo no participó la alianza del PRD y PAN debido a que el gobernador Borge se
encargó personalmente de bloquearla (sólo en México se requiere de la anuencia
de los gobernadores para hacer alianzas). Borge la impidió y para eso utilizó al órgano
electoral local y al tribunal respectivo; hostigó violentamente a nuestros
candidatos y además adoptó como esquirol a Gregorio Sánchez para hacerlo
candidato del PT. A pesar de ello la
votación del PRD hace tres años fue de 15.4 por ciento y ahora —trapacerías del
gobernador y del PRI incluidas— nuestra votación alcanzó el 17.9 por ciento.
¿Hubo
en Quintana Roo errores del PRD? Los hubo y ciertamente graves, pero ello no
puede ser utilizado para justificar la actitud fraudulenta y agresiva del Señor
feudal en el estado.
En
otras de las entidades no hubo alianza como tampoco ha habido alternancia en los
gobiernos locales. Aún así el PRD creció porcentualmente. Por ejemplo:
-En Durango,
el PRD creció de 4.5 por ciento en 2010 a 6.0 por ciento en 2013
-En
Coahuila crecimos de 2.7 por ciento en 2010 a 4.1 por ciento en 2013
-En
Veracruz crecimos de 9.5 por ciento en 2010 a 12.9 por ciento en 2013 y de 15 a 33
municipios ganados (más del 100%) y ello a pesar de la violencia del sindicato
petrolero, de los caciques y del propio gobernador.
-En Tlaxcala
—que si ha habido alternancia— crecimos, el PRD de 16 por ciento en 2010 a 18
por ciento en 2013 y ganamos 10 municipios aparte de que en los tribunales
continuamos defendiendo nuestro triunfo en Huamantla.
Debo
mencionar el caso de Hidalgo en donde se frustró la posibilidad de una Alianza
y el resultado de ello, fue también “el carro completo”, la nefasta
reproducción del Estado autoritario que elimina toda disidencia y combate
cualquier forma de pluralidad política se apareció de nueva cuenta en Hidalgo.
Por
último están los estados de Chihuahua y Tamaulipas en donde nuestra votación
fue similar a la obtenida tres años antes.
Quizás,
señor Director, pudiese parecerle enfadoso un análisis tan detallado de las
elecciones pasadas y de nuestra participación en todos los procesos federales,
pero lo creo necesario para no obtener conclusiones sobre percepciones o
generalidades que como en muchos casos, resultan en análisis fallidos.
Debo
decir que lo que Alejandro Encinas relató en Sin Embargo me resulta extraño, debido a que el senador perredista siempre ha
puesto énfasis y atención en “los
detalles” que hicieron fraudulenta la elección del 2006. Tiene razón en señalar
enérgicamente tales ilegalidades, pero se contradice a sí mismo cuando
menosprecia y olvida “los detalles” del fraude,
de los asesinatos, de las amenazas, del hostigamiento en contra del PRD
en las entidades que realizaron elecciones el pasado 7 de julio.
Para
analizar las presidenciales del 2012, Alejandro ha buscado, con ahínco, demostrar la existencia de un fraude en contra
del PRD, pero en su análisis sobre los
comicios del pasado 7 de julio, trata con
el mismo ahínco, demostrar que ¡el PRI ganó limpiamente! para con ello
“evidenciar” ¡la ineficacia de la dirección nacional del PRD!
El
análisis serio de los procesos electorales no depende, como dice Campoamor,
“del color del cristal con que se miran”. ¡Con gafas de color animadversión! no
es posible hacer exámenes rigurosos. Con visiones de tal color sólo se
contribuye a la confusión y a una confrontación política destructiva.
La frase
de Campoamor resalta subjetivismo puro y no debe aplicarse a la política. La
realidad es imposible ajustarla a los deseos y menos transformarla con tan sólo
cambiar el color del cristal con el que la observemos. Por ello, trato de ser
objetivo y puedo decir que a la luz de la realidad los resultados obtenidos no
fueron los mejores pero se distorsiona la verdad cuando se afirma que era
posible mantener o hacer crecer en las elecciones locales de 2013 el porcentaje
obtenido en las presidenciales de 2012.
Tal pretensión sería, evidentemente, descabellada.
La
otra parte sustantiva de la crítica hacia la dirección nacional del PRD se
concentra en la política de alianzas. Frente a tal opino lo siguiente:
Las
alianzas electorales son consustanciales (una obviedad) a la política
electoral, al PRD y la izquierda —dependiendo de las circunstancias y los
tiempos— las ha hecho con actores y
fuerzas políticas diversas. Diseñamos y aplicamos, por ejemplo, una estrategia de alianzas con disidentes e
inconformes priistas. Tal es el caso de Ricardo Monreal en Zacatecas, de Leonel
Cota en BCS, de Sánchez Anaya en Tlaxcala, de Marcelo Ebrard y Manuel Camacho en
el DF.
También
el PRD hizo en varios procesos electorales alianzas con partidos tan disímbolos
como el PSN (Partido de la Sociedad Nacionalista), con el PT (Partido del
Trabajo), con Dante Delgado y su partido Convergencia y desde hace décadas, ha hecho alianzas electorales con el PAN, para por ejemplo, apoyar al Dr. Nava en San
Luis Potosí, a Javier Corral en Chihuahua para apoyar en Yucatán, en Nayarit y
mas recientemente en Sinaloa, Puebla, Oaxaca a movimientos cívicos ciudadanos y que en su momento y
circunstancia fueron útiles para derrotar a gobernantes atrabiliarios o para obstaculizar
la permanencia del sistema priista en el poder.
En
el año 2000, otro ejemplo, el PRD estuvo en pláticas con el PAN para hacer una
alianza electoral durante las elecciones presidenciales de ese año, la cual se
frustró sólo porque no pudimos ponernos de acuerdo, no en asuntos doctrinarios,
sino más pragmáticamente en el método —encuesta o consulta abierta a la
ciudadanía— para obtener un candidato común. Las alianzas electorales como
táctica fueron útiles para el crecimiento del PRD y lo fueron para que se
lograra la alternancia en el Ejecutivo federal y son igualmente útiles —después
de 2012— para impedir la restauración del viejo régimen autoritario de partido
casi único.
Cierto
que no todas han resultado exitosas, como no todos los gobernantes resultantes
de alianzas han cumplido cabalmente con los objetivos esperados. Pero si no
perdemos de vista la razón política y la razón práctica de las alianzas que la
izquierda ha hecho con ex priistas, con el PT, el PSN, Convergencia o con el
PAN; si no ignoramos que hay y seguirá habiendo alianzas electorales que no son
ni doctrinarias ni principistas; si no reconocemos que sólo son parte de una
estrategia que —dependiendo del tiempo y la circunstancia que se viven— buscan
determinados objetivos tácticos; si no olvidamos, en fin, los objetivos
estratégicos principales, como el impedir la restauración del viejo régimen
autoritario, avanzar hacia una sociedad
de derechos y lograr la transformación democrática del país, entonces podría comprenderse
la utilidad táctica de las alianzas
electorales.
Atentamente
Jesús
Ortega Martínez
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