La cruda realidad nos dice, implacablemente, que seguimos
igual o peor en materia de creci-miento económico. Y entonces, vuelven necias
las preguntas que cada año de los últimos 30 transcurridos nos hacemos todos:
¿Cómo se pone remedio a es-to?, ¿cómo crecemos?, ¿qué llave abrimos, qué
resorte utilizamos?
A pesar de que la gran mayoría de los indicadores
nacionales y extranjeros prevén para este año la continuidad del estancamiento
de la economía mexicana, el secretario de Hacienda tiene un diagnóstico
diferente y persiste en tratar de transmitir optimismo. Dice Luis Videgaray que
para 2013: “Se mantiene la expectativa de un crecimiento del 3.1%”. Suponiendo
que así sucediera, esta cifra sólo reafirma precisamente tal estancamiento, y
francamente no hay motivo alguno para que cualquiera —menos el encargado de las
finanzas nacionales— se muestre optimista.
La cruda realidad nos dice, implacablemente, que seguimos
igual o peor en materia de crecimiento económico. Y entonces, vuelven necias
las preguntas que cada año de los últimos 30 transcurridos nos hacemos todos:
¿Cómo se pone remedio a esto?, ¿cómo crecemos?, ¿qué llave abrimos, qué resorte
utilizamos?
Y entonces, puestas de nueva cuenta las preguntas,
vuelven necios aquellos mismos que cada año durante los últimos 30 nos han dado
la misma respuesta que ha resultado en un enorme fracaso. La llave, dicen, es
la aplicación de ¡las reformas estructurales neoliberales de tercera
generación!
¿Tercera generación? ¡Sí! Porque las de primera y segunda
generación no funcionaron, replican los dogmáticos neoliberales en el PAN, PRI,
en el Consejo Mexicano de Hombres de Negocios, en el Consejo Coordinador
Empresarial y en el gobierno, y por lo tanto, repiten machaconamente hay que
continuar debilitando al Estado en cualquier ámbito, principalmente en la
economía; hay que impulsar una reforma fiscal regresiva; hay que seguir
reduciendo el mercado interno disminuyendo al mínimo los salarios; hay que
“cuidar” la especulación financiera y las exportaciones manufactureras y… con
la exportación del petróleo como el “gran alfiler”, hay que sostener la
economía del país.
Por ello, la propuesta de “liberalizar” el sector
energético atiende, desde luego, los intereses de las grandes empresas
petroleras, pero más responde a esa visión de dogmatismo neoliberal que ha
apresado durante más de 30 años, el pensamiento económico de la clase
gobernante mexicana.
Se equivocan al grado de desatino, los que siguen
pensando en Pemex como el “gran alfiler” porque ya no se trata de sostener la
economía. En sentido sustancialmente diferente, se trata de desarrollarla y
para lograr ello, en primer término, hay que “despetrolizarla”.
El gran cambio que México necesita no está en privatizar
el negocio del petróleo. Mucho más que eso, el cambio que haría crecer la
economía está localizado, como lo han demostrado otros países, en el impulso de
una poderosa industria nacional que comprenda, ciertamente, a las diversas
formas de generación de energía, pero que además incluya al agro, turismo, la
industria del conocimiento y las nuevas tecnologías, a las manufacturas (que va
más allá de las maquiladoras), las telecomunicaciones, minería sustentable,
infraestructura de comunicación terrestre y aérea, la construcción, etcétera.
Lograr esto obliga, contrario al dogma neoliberal, a un
Estado políticamente fuerte y financieramente capaz para cumplir con su papel
de impulsor y regulador de la economía.
La diferencia está en construir los cimientos de una
economía sólida o insistir en una economía de sobrevivencia, sostenida en el
“gran alfiler” del petróleo.
*Ex
presidente del PRD
@jesusortegam
http://ortegajesus.blogspot.com/
ortegamartinezjesus@hotmail.com
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