martes, 7 de mayo de 2013

Democratización de la economía


Hace unos días estuvo en México James A. Robinson, autor junto con Daron Acemoglu del famoso libro que lleva por título: Por qué fracasan los países. Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza.

A Robinson lo invitó el senador Zoé Robledo y el Grupo Parlamentario del PRD en el Senado y tuve la oportunidad, junto con otras personas, de escuchar algunos comentarios de este relevante economista.

Robinson habla de que hay un proceso de transición en la sociedad mexicana, pero que éste no podría culminarse si no hay, paralelamente, un proceso de democratización de la economía y un desmantelamiento de “legados institucionales” del viejo régimen.

Siguiendo a Robinson, la democratización de la economía es condición ineludible para el desarrollo nacional.

La actual situación del país está marcada por una atroz concentración de la riqueza en manos de una minoría y ello, desde luego, es expresión de una sociedad mexicana terriblemente injusta y que nadie con elemental sentido ético y humanista, debiera soportar y permitir. Pero, debo subrayar que la abismal desigualdad social que se vive en México es, además, el principal problema económico que obstruye el desarrollo de nuestra nación.

El viejo Estado creó a la clase empresarial, pero se previno de mantener control político sobre ella a partir de privilegiarla, de protegerla dotándola de canonjías casi ilimitadas; de apoyarla de múltiples maneras y permitiéndole, por ejemplo, que no pagara impuestos (los regímenes especiales, los créditos fiscales o la consolidación) o de plano, siendo omiso cuando abiertamente, los empresarios más poderosos, eludían o evadían tal obligación.

El Estado también aceptó e incluso alentó la creación de monopolios y los empoderó a grado tal, que les entregó las empresas que alguna vez fueron del Estado.

Sin embargo, el control político que el Estado mantuvo sobre los grandes capitalistas ya no existe. Sigue, sí, controlando a los empresarios medios y pequeños, pero ya no a la oligarquía que procreó y que de facto se ha sobrepuesto al poder mismo del Estado.

Este es uno de los legados del viejo sistema que nos detienen, paralizan y hacen que hasta hoy, estemos fracasando como país. Es decir: el viejo régimen nos legó a una oligarquía económica que obstruye el desarrollo empresarial e impide la democratización de la economía de nuestro país.

La pobreza y el hambre que padecen millones de mexicanas y mexicanos no se terminarán con las medidas asistencialistas (otro legado del viejo régimen) que ahora aplica Peña Nieto.

México necesita del crecimiento de la economía; de inversión productiva, de desarrollo empresarial, de educación de calidad, de seguridad social universal, de empleos bien remunerados que son hoy, la mejor forma de combatir la pobreza y el subdesarrollo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario