martes, 19 de marzo de 2013

¿Se necesita una reforma energética?

Excélsior
Mi opinión es que sí, porque el mayor recurso natural de la nación se está dilapidado en financiar, en parte importante, el gasto corriente del gobierno.

La renta petrolera, no debe ser utilizada para compensar la ineficacia fiscal del gobierno, ni como botín de funcionarios de Petróleos Mexicanos (Pemex), de contratistas, funcionarios corruptos o de la cúpula sindical igualmente corrupta.

La renta petrolera ya no debe servir para ocultar el déficit fiscal, en lugar de eso, debe ocuparse como la principal palanca para el desarrollo económico, el financiamiento de inversión productiva y la creación de infraestructura indispensable para que se generen nuevos empleos y se aliente la creación de cadenas productivas.

Pemex debe de ser una empresa pública para el interés general con autonomía administrativa (para que ya no sea utilizada con fines político-partidarios por el gobierno).

Aunado a esto, se debe impulsar la creación de fuentes nuevas de energía, especialmente renovables, porque debemos garantizar la soberanía energética de México.

Todos los objetivos antes enunciados de una reforma energética deben implicar, necesariamente, que los hidrocarburos seguirán siendo propiedad de la nación, que ningún ente privado, nacional o extranjero, se apropiará de la renta petrolera o de parte de ésta; que Pemex y la Comisión Federal de Electricidad (CFE) no podrán ser privatizados en ninguna circunstancia o tiempo.

¿En qué consistiría entonces una reforma energética que le sirva al país y a los mexicanos?

En construir una reforma legislativa para que Pemex y la CFE sean empresas públicas para el interés general con autonomía administrativa.

También desde el Congreso, elaborar una reforma fiscal para que los ingresos de Pemex no se contabilicen como parte de los ingresos del gobierno. Pemex debe pagar los impuestos debidos y los derechos establecidos por la explotación de los hidrocarburos.

Hay que garantizarle a Pemex recursos suficientes para una agresiva política de exploración de yacimientos que aumente nuestras reservas de hidrocarburos.

Paralelo a esto, realizar una reforma administrativa para que cuente con recursos técnicos y económicos. Lograr que la contratación por Pemex y la CFE de empresas privadas nunca implique entregarles a éstas ninguna parte de la renta, ninguna parte de los hidrocarburos extraídos. Las empresas privadas que tengan un contrato de servicios con Pemex o la CFE recibirán en efectivo el monto establecido en el contrato. Necesitamos que se modernice administrativa, técnica y comercialmente.

Posibilitar convenios con otras empresas en el propósito de ser más eficiente técnicamente para la exploración y explotación en las aguas profundas comprendidas como parte de la nación. Estos convenios nunca implicarán pago en crudo.

Lograr que aumente sustancialmente su capacidad de refinación y se garantice el abasto para el país, de los productos.

Hacer posible que el transporte de refinados primarios o productos de la petroquímica secundaria y en donde participan contratistas privados sea modernizado (ductos) y no sea ya monopolizado por empresas transportistas privadas y cuyos dueños son favorecidos por cercanías políticas al gobierno.

Alentar la creación de una industria petroquímica secundaria que dé valor agregado al crudo y al gas.

Lograr que se aliente el desarrollo industrial del país con precios para el gas competitivos internacionalmente.

Recuperar la investigación científica y técnica en materia energética y garantizar que Pemex y la CFE sean amables con el entorno ecológico.

En conclusión: en una reforma energética no debe contemplarse ni la entrega de la renta petrolera a particulares ni la privatización de Pemex y la CFE, pero sí es indispensable su modernización, el aumento de su eficiencia, su consolidación como palanca para el desarrollo industrial y económico del país y para el bienestar de las y los mexicanos.

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