El diccionario de la Real Academia Española dice que la Heurística es la “técnica de la indagación y del descubrimiento”. Heurística es “encontrar, descubrir, obtener, encontrar lo que se busca […] discurrir la solución de un problema”. Gabriel Zaid, profundiza y le da al término una acepción más completa. Heurística, dice el poeta, “es el arte de buscar” (Gabriel Zaid, Letras Libres, no 171).
Zaid, en este ejercicio hermenéutico cita a Mauricio Beuchot quien dice “que la tradición filosófica ha contrastado la heurística y la erística, siendo esta última el “arte de los peleoneros que refutan (todo) para lucirse llevando la contraria”.
Me apoyo en Zaid para descubrir, dentro de la política mexicana, a los erísticos; es decir, los que refutan no en el propósito de buscar, de encontrar, sino con el objetivo sólo de llevar la contraria. Los “políticos” erísticos los podemos encontrar en todos los partidos, y no es que éstos sean de “fidelidad principista” infranqueable, son en sentido diferente erísticos o para decirlo en términos más coloquiales: son simplemente “contreras”.
Dentro de un sector de la izquierda, los erísticos pretenden elevar su obtuso comportamiento a calidad de oposición política y en esta pretensión, lo que logran, aunque no lo noten, es reducir la condición de oposición política a la sinrazón del pleito por el pleito. Confunden —como sucede frecuentemente entre la izquierda— el medio con el fin, la acción táctica con el objetivo estratégico y más grave aún, la lucha por el poder con la lucha contra todo poder, aún aquel, que en parte detenta la propia izquierda y que, elementalmente, debe utilizarse para favorecer los cambios al statu quo existente.
Nuestros erísticos se opusieron en el Congreso a la reforma educativa y —en el absurdo— a terminar con el cacicazgo sindical que la obstruía; se opusieron a terminar con la impunidad que gozan —gracias al fuero constitucional— gobernantes pillos y legisladores frívolos e irresponsables; se oponen a la reforma estratégica que convierte a las telecomunicaciones en un servicio público de interés general para garantizar con ello, el derecho de los mexicanos a información veraz, plural; se oponen a una reforma que recupera para el Estado el espacio radioeléctrico, que terminará con los monopolios en éste y otros sectores económicos, que alentará la competencia para lograr tarifas más bajas y mejores contenidos, etcétera.
A esto, que es sentida demanda de la sociedad mexicana, se oponen por oponerse. Con ello, algunos de nuestros erísticos de izquierda (Andrés Manuel López Obrador, Ricardo Monreal, Dolores Padierna, etcétera, etcétera) en los hechos convierten su oposición sistémica en oposición funcional al poder que dicen combatir.
¿Cuál es su razón para tal comportamiento? ¿Una estrategia? ¡Entonces se equivocan! Pero más bien opino que no hay razonamiento en el sentido heurístico; lo que hay son sentimientos más prosaicos como la vanidad y el egoísmo. Y no debiera extrañarnos, pues como decía José Martí: en la lucha política hay que “obrar conforme a la naturaleza humana y batallar con los hombres como son o… contra ellos”.
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