Según datos del propio gobierno de Enrique Peña Nieto, en apenas dos meses de su gobierno han fallecido más de dos mil personas en actos de violencia, relacionados con el negocio de las drogas. El dato en mención da cuenta de que la “guerra” contra el narcotráfico no ha terminado y que quizás nos encontraremos, dentro de algunos meses, con el hecho de que ésta se habrá agudizado y con saldos más trágicos que los del gobierno de Calderón.
Habrá quienes dirán, con justa razón, que en tan poco tiempo es inadecuado valorar las acciones implementadas por el actual gobierno en contra de la violencia ocasionada por el narcotráfico. Sin embargo, considero necesario decir que hasta ahora no se observa una estrategia diferente y es previsible, entonces, que no debiéramos esperar aún en un tiempo mayor, resultados diferentes a los del sexenio panista.
Y es que tanto los gobiernos panistas como el actual de Peña Nieto, no han localizado la esencia de la problemática y menos aún, lo sustantivo para su solución.
¿El tema del consumo de las drogas es un problema de salud? ¡Cierto! Pero reafirmando ello, no debe perderse de vista que sobre todo es un impresionante negocio económico de extraordinaria rentabilidad en México, Estados Unidos y en muchos otros países; negocio que por sus gigantescas ganancias y fuera de todo control del Estado, es generador de violencia brutal e ingobernabilidad.
Insisto en que el problema de la violencia derivada de la prohibición del consumo de alcohol en Estados Unidos no fue resuelto con el encarcelamiento de Al Capone y otros delincuentes. El caso de este mafioso fue sólo un capítulo (sino es que una anécdota bien aprovechada por Hollywood), para enmascarar —igual que lo estamos haciendo ahora en México— la verdadera naturaleza del consumo y tráfico de las drogas, es decir: uno de los más redituables negocios en el mundo y del que participan —siempre con ganancias desiguales— los campesinos pobres que producen o recolectan la hoja de coca en Perú y Bolivia; que cultivan mariguana en México o en Asia; los procesadores en Sudamérica o en cualquier otro país del mundo, y de ahí, hasta los grandes traficantes que actúan en el Caribe, Centroamérica, México, Europa y en Estados Unidos, hasta llegar, con las mayores tasas de ganancia, a los grupos financieros y los grandes bancos mundiales.
¡Que se detuvo ayer a un sicario del cartel de Sinaloa; que en un operativo el Ejército mexicano se aprehendió a 20 halcones de Los Zetas y a 30 narcomenudistas; que La Barbie está encarcelado! ¡Nada o poco importa esto! porque las necesidades del negocio hacen de estos individuos “carne de cañón” y apenas pequeños eslabones que son inmediata y fácilmente sustituibles.
Como todo negocio altamente redituable, el de las drogas, genera de manera natural competencia. El problema es que en ésta, por su control es con fusiles y hasta eliminar (literalmente) al competidor.
Por ello la brutal violencia y la necesidad de la intervención del Estado para impedirla.
Pero en los hechos, “la estrategia” del Estado mexicano es contraproducente porque —al margen de intenciones— alienta el mercado ilegal y clandestino, y en consecuencia lo hace más redituable para todos aquellos que son eslabones de la cadena, especialmente para los narcofinancieros.
Una manera diferente de enfrentar el problema es como se hizo con la legalización del consumo del alcohol y el tabaco en Estados Unidos o como lo están intentando en el caso de la mariguana, en varios estados de nuestro vecino del norte. Sin embargo, me parece que las medidas más audaces e inteligentes son las que ahora mismo busca en Uruguay el presidente Mújica, que ha enviado al Congreso una iniciativa para separar el mercado de las drogas y ubicar a las menos dañinas o a las no dañinas, de las verdaderamente agresivas para la salud.De prosperar la iniciativa en mención, el Estado uruguayo asumirá el control y la regulación de la importación, producción, adquisición, comercialización, distribución y consumo de mariguana. Así como el Estado mexicano controla y regula la cadena de valor de la producción, comercialización y consumo del tabaco.
No es toda la solución, pero en una parte importante se da un golpe al gran negocio del tráfico de drogas y a éstas se les tratará, más como un problema de salud pública, que como motivo de una “guerra” que entre más violencia genera y más víctimas produce, más redituable se hace, desde el punto de vista económico.
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