martes, 29 de mayo de 2012

Reconciliación para superar crisis política.


Es indispensable promover tolerancia, diálogo y acuerdos para en-contrar respuestas a problemas del país.

En su gira por Oaxaca, el candidato presidencial de las izquierdas, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) hizo un llamado a la reconciliación. Expuso la necesidad de unidad porque hay un objetivo superior: “transformar a México y tenemos que unirnos todos”.

Es pertinente que AMLO mantenga la posición de convocar a la reconciliación durante el actual proceso electoral, ya que existe una grave crisis de carácter político que padece el conjunto del Estado mexicano.

Esta crisis política ha debilitado al Estado al grado de que no es capaz de garantizar los mínimos de seguridad para la población, promover el desarrollo económico, combatir eficazmente a la pobreza ni regular a una, cada vez más, creciente gama de poderes fácticos.

La naturaleza de la problemática del país no es coyuntural es, en sentido diferente, estructural. En otras palabras: Hay que cambiar de gobierno pero además —si queremos salir de la crisis— hay que reformar estructuralmente al Estado.

La salida a la crisis no se encuentra en el rompimiento del tejido social, el menoscabo de los valores democráticos como es el sufragio libre, en el descrédito a la ley, en el deterioro de la política, en el rechazo a los partidos políticos, la polarización; y menos aún, en el socavamiento del poder estatal.

Es radicalmente irresponsable, aprovecharse de la existencia de esta crisis política para privilegiar pequeños intereses partidistas, ganancias grupales o propósitos individuales. Inclusive, existen actores políticos que le apuestan a la profundización de la crisis, aún a costa de un daño irreparable a la nación. 

Contrario a lo anterior, hay que plantear desde la política y desde la democracia las alternativas que, con viabilidad y objetividad, recuperen para la sociedad la certidumbre sobre un rumbo de desarrollo para el país. Con la política, y desde una izquierda progresista, deben presentarse alternativas y no promover el encono y la división entre la ciudadanía.

El país necesita y demanda una agenda de las grandes reformas estructurales y progresistas, esas que superando ideologismos y doctrinarismos obsoletos, resulten por su innovación, por su originalidad, por su fertilidad, eficaces para superar el deterioro político del Estado mexicano.

Que quede claro, no buscamos retornar a un Estado omnipresente que asfixie a la sociedad, por el contrario, nuestro objetivo es un Estado social y democrático de derecho; con la suficiente fortaleza para poder garantizar la seguridad, contener la violencia, impulsar el desarrollo social y económico para elevar la calidad de vida y superar la pobreza, así como para regular con eficacia intereses particulares y poderes fácticos.

Por todo lo anterior, resulta oportuno convocar a la reconciliación para transformar a fondo la situación del país. En cualquier circunstancia, pero especialmente en la de una situación tan grave, de crisis institucional, de crisis del Estado como la que ahora vivimos, es indispensable promover la tolerancia, el diálogo y los acuerdos como vías para encontrar respuestas viables y posibles a los grandes problemas del país y a las justas exigencias de la gran mayoría de la población.

martes, 22 de mayo de 2012

La táctica de las plazas, la estrategia de las urnas

Excélsior

No hay que perder de vista lo que en 1989 le escuché a Heberto Castillo: “Ya sabemos cómo llenar plazas, ahora también hay que llenar urnas con votos libres a favor del cambio pacífico”. Jesús Ortega Martínez*

La izquierda mexicana ha venido participando en las elecciones constitucionales desde 1979 y ese hecho ha permitido —como nunca en su historia contemporánea— crecer y convertirse en una fuerza influyente en la vida política y social del país.

Para lograr caminar por la vía de la democracia electoral, se tuvo que vencer muchas resistencias internas, especialmente las de aquellos compañeros que privilegiaban la “movilización de las masas en las calles” como el rumbo para transformar la vida social y política de nuestro país.

Recuerdo un debate a finales de 1988, a propósito de la necesidad de disolver al entonces Partido Mexicano Socialista para integrarnos de lleno a los trabajos de la formación del PRD, y en consecuencia para dotarnos los ciudadanos con pensamiento de izquierda, de un partido que buscara acceder al poder político a través de las elecciones.

En esa discusión, un grupo de compañeros insistía en que la participación en las elecciones debería entenderse sólo como vehículo que condujera hacia “la gran rebelión de las masas” y con ello lograr, por fin, la transformación revolucionaria del país.

Esos compañeros fueron entonces derrotados en el debate y se podría pensar —después de más de tres décadas de participar en las elecciones— que esa visión “insurreccional” en la izquierda estaba superada. Pero no ha sido así, pues hay compañeros y hay ciudadanos que piensan que llenando las calles y las plazas será suficiente para derrotar a Peña Nieto y a la oligarquía económica que lo apuntala.

Alguien, incluso, ha calificado a las movilizaciones de los últimos días, como “la primavera de México” en clara alusión a la primavera de Praga, que como sabemos, con grandes concentraciones en las calles, pudo asestar un golpe mortal al antiguo régimen soviético.

Respeto tal opinión, pero creo que la comparación no es correcta y parte de un equivocado análisis político de nuestra realidad.

Es verdad que como en 1968, ahora también existe una gran inconformidad entre la gran mayoría de la población; que hay hastío entre los ciudadanos por la ineficacia de la clase política; que existe manifiesto deseo por cambios verdaderos. Todo eso es cierto, pero no hay que perder de vista lo que en 1989 le escuché a Heberto Castillo: “Ya sabemos cómo llenar plazas, ahora también hay que llenar urnas con votos libres a favor del cambio pacífico”.

Muy bien por las protestas de los jóvenes universitarios; beneplácito para las masivas muestras de inconformidad; en buena hora el enérgico rechazo a la restauración priista y al continuismo panista. Pero, celebrando todo ello (especialmente la severa crítica de los jóvenes) lo principal sigue siendo el impulso a la movilización de la mayoría de los ciudadanos hacia las urnas para votar el 1 de julio a favor de AMLO y los partidos que postulan el cambio verdadero.

Sé que habrá quien opine diferente, pero cualquier táctica de llenar plazas y calles debe ser entendida complementaria a una estrategia que anime a millones a ir a las urnas para de esa manera ganar las elecciones. ¡Cierto! Para ganar las próximas elecciones se puede y se debe evidenciar la mezquindad política y la cortedad de ideas en los candidatos del PRI y PAN, pero junto a esto se debe enfatizar la organización de todas nuestras fuerzas para que, casa por casa convenzamos a los electores de las virtudes de nuestra propuesta alternativa.

martes, 15 de mayo de 2012

El dilema de la izquierda: denuncia o propuesta

Excélsior

En agosto de 2006 el PRI era la tercera fuerza electoral en el país y parecía que este partido se encontraba en fase terminal. Seis años después esa apreciación ha cambiado radicalmente y ahora, el dinosaurio, se encuentra en condiciones de retomar su antigua condición de fuerza hegemónica e incluso de convertirse en mayoría absoluta en el Congreso.

No pienso que el retorno al pasado sea fatal, pero sí hay que reconocer que la posibilidad existe y que de materializarse, nuestro país, sería el único, en la época contemporánea, en donde un ancien régime regresa al poder y lo podría hacer sin haber experimentado en sus prácticas y en sus concepciones ideológicas cambio sustantivo alguno.

Ni en Europa del Este los antiguos partidos comunistas han logrado tal hazaña; ni en Sudamérica o en Centroamérica han regresado al poder las viejas dictaduras. Sólo con nosotros, en México, como decía Marx: podría repetirse la historia como una farsa.

¿Qué ha ocasionado que esta peligrosa circunstancia se pueda presentar en nuestro país? Varios son los hechos, pero particularmente dos. El primero: Entre 2006 y 2009 la izquierda cedió su condición de fuerza política más influyente para replegarse a las tradicionales trincheras del oposicionismo sistémico y del mero testimonialismo. Lo segundo: que tal repliegue de la izquierda posibilitó que el PRI —a partir de una estrategia de alianzas con el gobierno de Calderón— recuperara la condición de fuerza más influyente en las decisiones políticas fundamentales del gobierno. Vázquez Mota dice que el PRI se opuso a reformas estructurales y ello es cierto, pero le falta agregar que eso fue con la anuencia y la complacencia del gobierno panista.

¿Cómo, entonces, evitar la regresión hacia el viejo sistema priista?

Sé que no hay, y menos en política, respuestas absolutas, pero entiendo que sí es posible evitar tal regresión a partir de que las izquierdas, principalmente, se constituyan en verdadera alternativa de gobierno frente al continuismo panista y a la regresión priista.

Pero ser alternativa implica ciertamente, evidenciar lo que representan Peña Nieto y Vázquez Mota, pero si nos detenemos en la denuncia nos quedamos a la mitad del camino. Es claro que los ciudadanos necesitan saber del riesgo que significa el regreso del PRI al poder, pero por sobre ello, necesitan saber de las acciones y las medidas que un gobierno de izquierda adoptaría para terminar con la violencia, con la pobreza, con el desempleo, con el pasmo y la crisis que vive el país.

Por años la izquierda se ha entrampado en un dilema falso: la denuncia o la propuesta, y parecería que ahí queremos seguir cuando algunos simpatizantes de la izquierda convocan a una marcha para profundizar nuestro rechazo al abanderado de la regresión.

Respeto esa posición, pero para ganarle a Peña Nieto, aparte de refrendar a quien ya nos apoya, es indispensable sumar a quien aún no lo hace. Eso lo podríamos hacer si convencemos a los que todavía no deciden por quién votar y a aquellos ciudadanos que —dándoles razones— podrían votar por un cambio verdadero.

martes, 8 de mayo de 2012

El Pacto Nacional

Excélsior

En una nueva actitud, AMLO ha planteado en el debate, la necesidad de ese pacto como condición para superar los grandes y complejos problemas del país.

Durante el primer debate presidencial, el candidato de la coalición Movimiento Progresista, Andrés Manuel López Obrador, describió con más detalle lo que significa un cambio verdadero, ello en contraposición a la propuesta ofertada por el PRI o a la continuidad que representa el PAN y su candidata.

El cambio verdadero, expuso AMLO, es serenar al país con justicia y con trabajo, sobre todo para los jóvenes, muchos de los cuales ahora robustecen las filas de la delincuencia. En el fondo de esta visión, se encuentra un cambio de estrategia política para superar estructuralmente las causas de la creciente pobreza y desde luego, de la inseguridad y violencia que la acompañan. Se trata básicamente de poner énfasis en las acciones preventivas que a su vez, requieren de nuevas concepciones acerca de las responsabilidades del Estado mexicano, de sus funciones, de sus obligaciones. En realidad, un cambio verdadero, significa una profunda Reforma Política que construya un nuevo entramado constitucional y legal del Estado nacional.

Algunas de las propuestas que el candidato del PRD a la Presidencia de la República presentó con este sentido, se encuentran enfocadas, por ejemplo, a los cambios de fondo del sistema educativo. AMLO expuso la necesidad de hacer efectivo el derecho humano fundamental a la educación y en consecuencia, a lograr que el Estado garantice para todas y todos los niños y los jóvenes, su ingreso a la educación pública; lo que conlleva necesariamente, facilidades y condiciones como becas a los educandos de menores recursos.

Pero el candidato de las izquierdas no se quedó en el sólo ingreso a las aulas, sino más allá de ello, garantizar educación de calidad. A principios del siglo XXI, se obliga al acceso y uso de las herramientas modernas de la enseñanza como el internet. La Reforma Educativa es, sin duda, la gran reforma estructural que más necesita el país para salir del subdesarrollo y del atraso.

En otro sentido, pero igualmente enmarcado en atacar las causas y no sólo los efectos, AMLO expuso que un gobierno verdaderamente progresista tiene que tener un enfoque sustentable a cualquier propósito de desarrollo. Desarrollo sustentable en términos de proteger el medio ambiente; sustentable en términos de garantizar progreso equitativo; sustentable en términos de un crecimiento de nuestra economía que posibilite la creación de millones de nuevos empleos, en fin, desarrollo sustentable en términos, sobre todo, de garantizar bienestar para la gran mayoría de las y los mexicanos.

Desde hace tiempo, hemos venido considerando que para terminar el estancamiento de nuestra economía y la inequidad social que trae aparejada, es indispensable la concreción de un nuevo pacto nacional entre el gobierno, las fuerzas políticas, los empresarios y los trabajadores. A esta propuesta siempre se le anteponen argumentos falaces, los cuales encubren intereses particulares de grupos económicos o políticos.

En una nueva actitud, AMLO ha planteado en el debate, la necesidad de ese pacto como condición para superar los grandes y complejos problemas del país.

No desmerezco otras propuestas planteadas por los otros candidatos, pero su materialización obliga a reconsiderar el contenido de nuestro quehacer político; a replantearnos que ningún cambio será posible si no hay conciliación en lo fundamental. Para eso debiera servir el acuerdo que AMLO ha propuesto a los otros candidatos y al país en su conjunto.

México requiere que el próximo gobierno tenga la voluntad de catalizar un acuerdo nacional para una reforma profunda e integral del Estado, paralela a la aplicación de un modelo económico alternativo que logre el consenso de los actores políticos, económicos y sociales.

martes, 1 de mayo de 2012

El momento de definición

Excélsior

En un sistema electoral tripartidista como el nuestro, está demostrado que son éstos los momentos en donde uno se queda definitivamente rezagado y son dos los que llegan, en la recta final, a disputar el triunfo.

El proceso electoral entra ahora en una fase en donde las decisiones que adopten los candidatos presidenciales y sus equipos serán definitorias del resultado final. En muchos países se han analizado campañas electorales en donde las estrategias han puesto énfasis en la medición acertada de los tiempos, pues de ello ha dependido —en gran porcentaje— el éxito o el fracaso.

De esas experiencias se ha aprendido que es en el tiempo del lanzamiento masivo de los mensajes de los partidos o candidatos, en donde algunos se quedan para pelear un lugar entre los últimos o en donde otros se lanzan a disputar la victoria.

En un sistema electoral tripartidista como el nuestro, está demostrado que son éstos los momentos en donde uno se queda definitivamente rezagado y son dos los que llegan, en la recta final, a disputar el triunfo.

En el año del 2000 fueron Fox y Labastida los contendientes con la posibilidad de la victoria y Cárdenas el que se quedó rezagado. En 2006, Madrazo fue el que se estancó y la contienda por la Presidencia se concentró entre López Obrador y Calderón.

Son extraordinarios aquellos comicios (en sistemas tripartidistas) en donde los tres llegan con iguales posibilidades o en donde dos se rezagan y uno solo despunta. Éste último es el escenario que las fuerzas progresistas y democráticas (en su mayor amplitud) debieran evitar a toda costa.

En otras palabras: Es ahora, precisamente ahora, el momento en el cual hay que zafarnos de la estrategia priista que pretende colocarnos en la disputa por el segundo lugar; es ahora en donde se necesita el punto de inflexión, el golpe de timón, el giro estratégico para acercarnos, la izquierda, a disputarle el primer lugar a EPN.

Es obvio que el candidato del PRI se encuentra “resguardado” en una pecera y “nadando de a muertito”; evitando cualquier tipo de actos en donde se evidencie su fragilidad, y desde luego rechazando toda confrontación o debate. Su estrategia busca, literalmente, que el tiempo pase lo más rápidamente y tratando de evitar todo riesgo de caer en errores estratégicos.

El debate del día 6 de mayo es vital para Peña Nieto, pero lo es especialmente para López Obrador. El candidato de la izquierda debe ir claramente a la ofensiva. Con la serenidad de un jefe de Estado, pero con la determinación, la fuerza y la seguridad de la que ha hecho gala antes.

Opino que AMLO debe proponerle a todas y todos los mexicanos un gobierno de Reconciliación Nacional (único con posibilidades para sacar al país de la crisis institucional en que se encuentra) pero también debe evidenciar al candidato priista como la punta de lanza de la oligarquía económica; como el abanderado de la corrupción y la regresión autoritaria. Así acompañará la esperanza de millones de mujeres y hombres por un México de democracia y justicia.