martes, 27 de marzo de 2012

Libertad para creer o no creer


Una sociedad civilizada y democrática es necesariamente multicultural y pluralmente religiosa, por ello, la libertad religiosa debe concebirse como el derecho de las personas a profesar la religión que considere conveniente.

Hacer de México una República Democrática, de Derecho y con Bienestar social para todas y todos (o para su gran mayoría) no es un propósito que se pueda alcanzar desde la aplicación de preceptos, principios o convicciones religiosas.

A lo largo de la historia de la humanidad, las teocracias —ninguna de ellas— han hecho posible ese objetivo y por el contrario, cualquier gobierno de los hombres en el nombre de Dios, han resultado en desgracias o en dictaduras que son antítesis de ese ideal civilizatorio que es la democracia política y el bienestar social.

Aún más, el concepto de República es claramente contradictorio con el de una teocracia. Ésta última por su propia “naturaleza” (aplicar principios y ordenamientos de “origen divino”) no considera necesario para los asuntos del gobierno, las opiniones (diversas y plurales) de los integrantes de la sociedad. Un gobierno teocrático se guía por los principios y los dogmas que identifican al credo religioso que profesa.

En una República Democrática, en sentido diferente, el gobierno actúa en función de los DERECHOS de los ciudadanos, los cuales son absolutamente terrenales, es decir; el derecho a una VIDA digna, el derecho a la libertad, a pensar de manera diferente, a profesar la religión que desee, a opinar sobre el futuro de la sociedad y de la nación, a votar y decidir sobre quién debe gobernar, etcétera, etcétera.

Por estas claras diferencias conceptuales, entre una democracia y una teocracia, es que la libertad religiosa en una República debe entenderse como el derecho de cada persona a profesar la religión que desea.

Entendemos que una sociedad civilizada y democrática es necesariamente multicultural y pluralmente religiosa, y por ello mismo, la libertad religiosa debe concebirse entonces, como el derecho de las personas a profesar la religión que considere conveniente y no como una concesión del Estado para que alguien tenga “la libertad para IMPONER” su religión a los demás.

La presencia del papa Benedicto XVI en México y su claro propósito de pontificar la libertad religiosa, está siendo aprovechada por algunos sectores de la Iglesia católica para abrir de nueva cuenta, un viejo tema que a lo largo de nuestra historia como nación ha sido polarizante y más allá de ello, causa de guerras y cruentas confrontaciones. Me refiero al supuesto derecho de algunas religiones de “garantizarles” a los infantes mexicanos educación religiosa.

En una teocracia los gobernantes adoctrinan sobre principios religiosos. En una República Democrática, los gobernantes deben enseñar principios democráticos y de entre éstos, el derecho de cada quien a pensar y ser diferente. Por eso la importancia del actual proceso legislativo para cambiar el artículo 24 y 40 de nuestra Constitución. Son asuntos trascendentes, pero el más importante es que la República Mexicana sea democrática, LAICA y procure para todas y todos libertad de creer o no creer.

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