El próximo domingo se llevarán a cabo elecciones en Michoacán. Se renovarán las alcaldías, el Congreso y el Ejecutivo estatales. Para nadie resultará extraño decir que son muy importantes por las implicaciones locales, pero además, por las de carácter nacional.
Michoacán es una de las entidades que más ha sufrido de la violencia engendrada por el narcotráfico y por la delincuencia organizada. En esta entidad de la República las bandas del narcotráfico han construido una de sus bases de operación debido, entre otras cosas, a su posición geográfica (un paso intermedio con muchos kilómetros de costa entre Centroamérica y la frontera norte del país) y, particularmente, la existencia en el estado de uno de los puertos marítimos más importantes de México.
Es por ello que los cárteles de la droga han ubicado a Michoacán como “plaza estratégica para su negocio” y en razón de ello la disputan ferozmente, sin importarles los daños que le han causado a la población y a la economía formal de esa región.
El gobierno federal no ha comprendido cabalmente las circunstancias específicas de esta entidad del Pacífico mexicano, que la hacen propicia para la acción de la delincuencia organizada.
Eso ha conducido al Ejecutivo federal a desdeñar la solicitud de colaboración de las autoridades locales para, en lugar de ello y en una estrategia fallida, arremeter constantemente contra el gobernador de ese estado.
El mejor ejemplo de la incomprensión de Calderón sobre la situación real de Michoacán es el famoso michoacanazo, acontecimiento que el gobierno federal utilizó para acusar con ligereza a varios alcaldes y otros funcionarios del gobierno local. El resultado sólo fue debilitar la ley y a las instituciones federales encargadas de procurar la justicia.
Otro error, más grave aún, es disponer del peso y la influencia del Ejecutivo federal para, en el marco de la campaña electoral, desatar una nueva ofensiva en contra del gobernador Leonel Godoy, pero ahora incluyendo a Silvano Aureoles, ambos, obviamente, militantes del Partido de la Revolución Democrática.
Digo que comete un grave error político, en razón de dos consideraciones: la primera es que, olvidando la lucha —durante décadas— del PAN en contra del presidencialismo, pareciera que este partido ahora se recrea y se reproduce en sus vicios; y la segunda es que golpeando casi de manera exclusiva al PRD y a su candidato a la gubernatura, el Presidente yerra en la estrategia nacional.
En Michoacán el PRD y el PAN son contrincantes electorales y, desde luego, existe —como debe ser— una confrontación política y programática que se desarrolla intensamente y nadie intenta ignorarla.
Pero lo que tampoco se debe ignorar, sobre todo desde una visión nacional, es que el verdadero obstáculo para el desarrollo democrático del país se encuentra en la posible restauración del antiguo régimen de partido de Estado.
En la confrontación política, como en la guerra, confundir al enemigo es un acierto; confundirse de enemigo resulta fatal.
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