Excélsior
Ricardo Garibay, importante escritor de novelas, cuentos y crónicas, escribió sobre la política... y sobre el boxeo. Era aficionado a esta disciplina e hizo en su última época una biografía sobre El Púas Olivares, gran boxeador y verdadero ídolo popular. Garibay decía que el púgil “ha de acabar como bagazo de los publicistas”, y con ello describía la constante relación del pugilismo con el negocio de la publicidad.
¿Y por qué citar a Garibay, a su pasión por el boxeo, y relacionarlo con Peña Nieto y con un joven boxeador jalisciense? ¿Qué tiene que ver el gobernador del Estado de México con El Canelo Álvarez?
Veamos lo siguiente: El Canelo Álvarez es una de las figuras principales del boxeo actual, es un negocio muy exitoso y altamente redituable para una empresa televisiva. La televisión ha logrado hacer de El Canelo un nuevo “ídolo” que, cuando pelea, logra grandes ratings televisivos y, desde luego, deja enormes ganancias. Pero esto lo ha hecho posible la empresa televisiva, a través de pactar enfrentamientos del joven boxeador con similares que son —como decía Garibay— “bagazos”, esto es: boxeadores olvidados, muy golpeados, dañados, diezmados en potencia y facultades; o con otros que, de tan inexpertos, no conocen de la más elemental técnica boxística y que los suben al ring sólo para perder. En su última pelea, El Canelo enfrentó a un inglés tan malo como desconocido, con tantas cicatrices y con tantos golpes que no ofreció, como se sabía de antemano, ningún obstáculo para otra victoria del ya famoso Canelo.
Pues bien, de la misma manera que se ha hecho la carrera profesional de El Canelo hacia los campeonatos mundiales, se está haciendo la propia del que pareciera ser candidato del PRI hacia la Presidencia de la República, es decir: publicidad, más publicidad, grandes ganancias y buscándole contrincantes a modo.
En su última “pelea”, la del Estado de México, Peña Nieto tuvo —como dicen algunos cronistas de boxeo— un “día de campo”, ni se despeinó como dicen otros. Y así lo llevan, cuidándolo, no exponiéndolo a golpes ni a castigo innecesario, protegiéndolo para que “lo hagan” Presidente de la República. Como hicieron campeón a El Canelo Álvarez. A éste ahora le andan programando una nueva pelea y le buscan contrincante adecuado.
Peña Nieto, ya sabemos que va a competir en julio del próximo año y, de igual manera, sus publicistas y apoderados, se encuentran trabajando afanosamente, buscándole contrincantes a modo. Quisieran, por un lado, a alguien poco conocido, con poco tiempo en las lides políticas, que se precie de conocer la técnica en los libros, pero que apenas haya subido a un cuadrilátero y, para colmo, con mal manager, o quisieran a otro contrincante que, aunque pudiera tener experiencia, también se encuentre muy golpeado, debilitado en su potencia, con muchas heridas que se abran al primer contacto y suficientemente desgastado para que no les signifique demasiado riesgo.
El Canelo seguirá por buen tiempo, generando altas ganancias a sus promotores; pero se trata —dice Garibay— sólo de “un espectáculo con noches de gloria que llevan al alarido a multitudes”.
No es así en el caso de las elecciones de julio, y más vale que a los promotores de la restauración del viejo régimen no les quede más remedio que enfrentar a un candidato con reales posibilidades de vencerles. Ello es responsabilidad de la izquierda y en ello va el futuro del país.
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