“A menudo sólo vemos lo que queremos ver e interpretamos lo que vemos según lo que deseamos creer”. Esta es una frase de Luis Villoro, de su libro El poder y el valor, fundamentos de una ética política.
Este impecable razonamiento explica la falta de objetividad y de realismo en las declaraciones de algunos personajes de la vida política, incluidos quienes son aspirantes a la Presidencia de la República.
Vicente Fox, por ejemplo, en “su deseo de creer” que durante su gobierno se lograron las grandes transformaciones democráticas, ahora se atreve a asegurar que el regreso del PRI al Poder Ejecutivo sería manifestación de una democracia consolidada. El ex presidente “no quiere ver” que su gobierno preservó lo esencial del sistema priista, que no se avanzó hacia una transición, y que precisamente por ello ahora existe la posibilidad, no de una normal alternancia, sino de un nocivo fenómeno de restauración del viejo régimen.
Cosa parecida sucede con Calderón, “en su deseo de creer” que su estrategia de combate a la inseguridad es la correcta; cualquier otra que se le presente, la soslaya, la minimiza, la desecha y, lo peor es que, ante la terrible violencia que desangra al país, que deteriora su tejido social, que debilita al Estado, él sólo ve lo que “desea ver”, es decir, “a delincuentes matándose entre ellos”.
Lo mismo sucede con López Obrador. Para éste, todo aquel ciudadano que no comparta su punto de vista es parte de la “mafia del poder”, y todo perredista que difiere de su posición “es un traidor”. Esta postura es evidentemente subjetiva, pero lo más grave es que, cuando alguien ejerce poder y, desde éste, sobrepone sus deseos exclusivos y excluyentes, se deriva frecuentemente hacia concepciones absolutistas. Pongo un ejemplo: “Seré candidato —dice AMLO— de uno, de dos, o de tres partidos”. Con esta actitud, López Obrador ve los comicios de 2012 a partir, principalmente, de sus deseos, y no en razón de las necesidades de las fuerzas progresistas y de las propias del país.
Satisfacer el deseo particular de aparecer en las boletas electorales es intrascendente para México. Lo importante es razonar objetivamente sobre quién debiera ser el candidato que la izquierda necesita para ganar y para construir el nuevo gobierno progresista que el país necesita.
Cito de nueva cuenta a Villoro: “Al intentar ver el mundo desprendido de mis deseos, puedo considerar a los demás con imparcialidad y juzgar de los intereses ajenos con la misma ecuanimidad con que podría juzgar los propios. La postura desprendida de los deseos propios abre al diálogo y a la comprensión de las posiciones ajenas”.
Acceder a una postura desprendida de los deseos propios no es fácil, pero es lo que el país requiere.
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