El riesgo de una nueva crisis financiera se avizora en el panorama mundial.
Las mínimas reformas regulatorias emprendidas en Estados Unidos y Europa, no lograron modificar las prácticas bancarias y bursátiles que llevaron a la crisis en 2008, por lo que los factores estructurales que golpean a la economía global subsisten.
Por otro lado, en la mayoría de los países industrializados no se ha podido superar totalmente la crisis, debido a que se ha seguido el dogma neoliberal de no utilizar el gasto público para reactivar la economía.
Desafortunadamente, ese credo es seguido por economías emergentes, como la mexicana. A diferencia de Brasil y Argentina, quienes llevaron a cabo una agresiva política de gasto público que les permitió crecer a tasas de casi dos dígitos en los últimos años. El gobierno mexicano ha decidido apegarse al dogma restringiendo el gasto público, aún cuando se cuenta con reservas suficientes, así como con excedentes derivados de los altos precios del petróleo.
La obsesión de la tecnocracia mexicana por el déficit nulo, así como su resistencia al endeudamiento público controlado, tienen su origen en la primera oleada de políticas neoliberales que comenzó en los años ochenta con los gobiernos de Reagan en Estados Unidos y Thatcher en el Reino Unido. Sin embargo, el día de hoy es necesario observar el debate sobre el tema en los Estados Unidos.
Actualmente, el presidente Obama libra un enfrentamiento con el sector conservador del Congreso de ese país por la ampliación del techo de la deuda en el presupuesto federal y su impacto en el déficit presupuestario. Obama insiste en ampliar el monto de endeudamiento del Gobierno Federal, mientras que el Poder Legislativo dominado por los republicanos se niega a aumentarlo, considerando un supuesto daño por el incremento del déficit en las finanzas públicas.
El debate sobre endeudamiento, déficit y gasto público en Estados Unidos se está convirtiendo, junto con las reformas al sistema de salud, en uno de los momentos cruciales de la presidencia de Obama. Debido a que se discuten definiciones de fondo acerca de cómo se concibe la política económica en el siglo XXI.
Sin estar sujetos a preconcepciones, que todavía están a debate en la aún economía más poderosa del mundo, sería posible que la política económica aplicada durante los últimos 30 años en nuestro país, se despojara de dogmas y buscara alternativas.
Desde el inicio de la crisis financiera, hemos insistido que una alternativa es aplicar una estrategia contracíclica basada en la expansión del gasto público, el cual no provendría exclusivamente de la deuda pública, sino de excedentes petroleros y de una política fiscal progresiva. Además, este gasto se utilizaría para actividades productivas como la reconstrucción de la planta industrial, el rescate al campo y la construcción de infraestructura social.
Ante el peligro de que la profundización de la crisis financiera en la eurozona impacte globalmente, México necesita estar preparado para afrontar este reto con todos los instrumentos de política económica a su alcance, evitando recorrer la misma ruta que antes nos ha impedido crecer en medio de un entorno mundial adverso.
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