lunes, 13 de junio de 2011

Un Cuarto Camino: El de los demócratas de Izquierda.

Agradezco, en primer término, la disposición del compañero Marcelo Ebrard para estar presente en este acto de Nueva Izquierda,  en el cual intentamos llevar a cabo un ejercicio de reflexión crítica y constructiva sobre la situación del país, la de nuestro Partido, y desde luego, para intercambiar opiniones en torno a las perspectivas políticas que observamos en el futuro inmediato, el mismo en el que se inscribe el proceso electivo de 2012.
Una primera tesis: La existencia de una crisis política de Estado
Hay que reconocer que son muchos y diferentes los acontecimientos políticos y sociales que impactan la vida nacional y que de algún modo, todos ellos, están entrelazados y englobados en el escenario de una grave crisis de carácter político que padece el conjunto del Estado mexicano.  Compartir esta tesis es fundamental para encontrar  respuestas viables y posibles a los grandes problemas del País y a las justas exigencias de la gran mayoría de la población.
La existencia de una crisis de Estado es, desde luego,  una afirmación controversial y es perfectamente comprensible que muchas personas, y sobre todo no pocos actores políticos, no la compartan.  Unos, los defensores del status quo,  se resisten a reconocer su existencia porque saben que en ello se encuentra implícita la necesidad de cambios y no quieren cambios porque desean mantener privilegios.
Otros la niegan debido a que simplemente no quieren reconocer su autoría,  y existen algunos que  la ignoran sencillamente por banalidad, por ignorancia.
Pero aún hay otros, los más astutos pero al mismo tiempo los más irresponsables, los que saben de la existencia de la crisis,  pero que en la sinrazón de privilegiar pequeños intereses partidistas, ganancias grupales o propósitos individuales apuestan a que se profundice aun a costa de un daño irreparable a la nación.  
Unos y otros buscan hacer creer que la problemática del país es sólo resultado de la ineptitud del gobierno o de algunos de sus integrantes. Desde luego que es evidente la ineptitud e incluso la torpeza en el actual gobierno panista, como también es claro que tal incompetencia es precisamente resultado de su negativa a reconocer la realidad y como parte de esta, la existencia de una crisis de Estado.
Hay ineptitud en el gobierno pero la naturaleza de la problemática del país no es coyuntural, es, en sentido diferente, estructural. En otras palabras: hay que cambiar de gobierno pero además -si queremos salir de la crisis- hay que reformar estructuralmente al Estado
Una segunda tesis: Recuperar a la política
Hasta los más escépticos compartirán que existe entre la población en general, una creciente incredulidad e incluso desprecio hacia la política, hacia los políticos, hacia los partidos, hacia las instituciones públicas. Es un delicado y peligrosos fenómeno que ha sido bien estudiado y que tiene diversas causas.
En México han abonado a ese fenómeno - desde luego los gobiernos ineptos de cualquier signo ideológico como de cualquier identidad partidista- la corrupción que ha invadido al ser nacional, la impunidad ante la violación a la ley, y la inaplicabilidad de derechos sociales y humanos.
Todo esto es cierto,  pero hay que señalar de manera particular un elemento aún más influyente en este fenómeno de rechazo a lo público: la incertidumbre de la sociedad mexicana acerca del rumbo del país, el sentimiento social  de que el país se encuentra al garete.
El secretario de Hacienda, en una más de sus desafortunadas declaraciones, ha dicho que México está superando la pobreza. No es necesario insistir demasiado en su ligereza, pues es tangible,  que por el contrario,  va en aumento la pobreza alimentaria y patrimonial de las y los mexicanos. Pero saco a colación este desafortunado comentario porque la pobreza que padece la mayoría de la población acarrea muchas desgracias,  pero la mayor de ellas es que invita al desánimo en la lucha por salir de ella.
Este desánimo, dependiendo de la coyuntura o de la circunstancia,  se convierte en escepticismo, en incredulidad, en abstencionismo, en individualismo, en desesperación, en  resignación o, como lo observamos ahora,  en el surgimiento de movimientos espontáneos que tienen como divisa principal el rechazo a la política y a los políticos,  no importando a qué partido pertenezcan (los indignados, los acampados, los consolados, los que están hasta la madre, el Morena, etc., etc.,).
Los ambientes de esta naturaleza, contrario a lo que pueden pensar algunos, no propicia en ningún país alternativas viables y consistentes para salir de crisis políticas como la que ahora experimentamos. En algunos casos  pueden, incluso, propiciar salidas falsas  que como ha sucedido en nuestra propia historia y en la de otros países, animan al surgimiento de extremismos mayormente de derecha y autoritarios.
La salida a la crisis no se encuentra en el rompimiento del tejido social, en el menoscabo de los valores democráticos como el del sufragio libre, en el descrédito a la ley,  en el deterioro de la política, en el rechazo a los partidos y menos aún en la apuesta al derrumbe del Estado, pensando que desde las ruinas de este se puede construir lo nuevo.
Contrario a todo esto,  hay que plantear, paradójicamente desde la política y desde la democracia las alternativas que con viabilidad y objetividad recuperen para la sociedad la certidumbre sobre un rumbo de desarrollo para el País. Con la política y desde una izquierda progresista deben presentarse alternativas y no repetir hasta el cansancio  las profecías de desastres.
Nada favorece más al progreso que alentar, con propuestas, con alternativas, la idea generalizada de que se puede progresar.  La izquierda es por definición progresista; la izquierda construye y es por ello que en el desafío del 2012 el PRD debiera presentar soluciones, no ilusiones; respuestas, no promesas; programas posibles y no sólo deseos. Esto es lo que hace la diferencia entre una izquierda moderna y progresista y un populismo demagógico.
Una tercera tesis: El estancamiento de la Transición
Antes del año 2000 se observaban de manera diáfana los síntomas de la agonía del viejo régimen,  pero en lugar de dar el paso para crear uno nuevo, ello a través de una reforma profunda del Estado, se llevaron a cabo sólo reformas electorales -algunas de ellas ya revertidas- que al mediano plazo están resultando inoperantes.
Para las elecciones tanto federales como locales la actual legislación es anacrónica y se vuelven a presentar, como en los viejos tiempos, las prácticas que con mayor daño agreden el sufragio libre.  Pero lo más lamentable es que la alternancia en el Ejecutivo federal y en el de algunos estados de la república  se limitó a un simple cambio de chofer para seguir conduciendo al inservible carromato del viejo sistema. Fox antes  y ahora Calderón tomaron el volante, pero conducen igual o peor que los priistas, siguen, en esencia,  el mismo camino y continúan montados en el  viejo sistema cuya agonía sólo alarga, y que ahora a principios del nuevo siglo  llega al grado del articulo mortis.
Las acciones de Fox fueron de sobrevivencia para su gobierno y las de Calderón sólo pretendieron una legitimidad política personal, de sí misma, inalcanzable.
El hecho tangible de una alternancia gubernamental inútil,  que interrumpió o incluso frustró la expectativa de una verdadera transición hacia un nuevo régimen, ha ocasionado, incluso, la posibilidad real de la restauración del viejo sistema priista y más grave que esto,  ha propiciado, como ya se observa en muchas regiones del país,  la inexistencia del propio Estado nacional.
Esto  debiera  hacer comprender a los más diversos actores políticos,  pero especialmente a los que militan en la izquierda, que lo que el país necesita y demanda es precisamente la agenda de las grandes reformas estructurales y progresistas, ésas que superando ideologismos y doctrinarismos obsoletos, resulten por su innovación, por su originalidad, por su fertilidad, eficaces para  enfrentar y solucionar los grandes y enormes desafíos de la nación y a las justas exigencias de prosperidad y seguridad de la gente. 
En esencia ésa es la misión de la política y ésa misma es la razón de la existencia del PRD.
Éste es el verdadero principio ideológico del PRD, el que nos identifica de izquierda y al que debiéramos responder con puntualidad en cualquier momento, en cualquier circunstancia, pero especialmente en la de una situación tan grave, de crisis institucional, de crisis del Estado como la que ahora vivimos.
Si compartimos que ése es el principio vertebral del PRD, entonces nuestros esfuerzos debieran estar orientados a impulsar desde todos los ámbitos de nuestra actividad la gran reforma del Estado nacional que haga avanzar al País hacia el desarrollo, la democracia y la igualdad social.
Una cuarta Tesis: Una nueva ecuación del poder político en México
Pero una acción de esta envergadura y trascendencia no será resultado de ningún individualismo arrogante; no lo será de ningún chauvinismo partidario.
En sentido diferente, las reformas de gran calado, por su propia naturaleza obligan a la concurrencia de la pluralidad política y social a la participación de los principales  actores políticos, económicos, sociales del país, pero sobre todo obliga a la amplia participación ciudadana.
Necesitamos cambiar la actual ecuación del ejercicio del poder público y sustituirla por una  nueva y diferente cuyo contenido esencial sea el de la participación ciudadana en los asuntos públicos y en los temas del poder político.
Urge terminar con un poder hegemonizado por una oligarquía económica, por una clase política insensible e inservible, por poderes fácticos y parainstitucionales y restablecer un poder hegemonizado por una ciudadanía activa, presente e influyente en una nueva arquitectura constitucional que condicione la formación del Estado democrático, social y de derecho que el México del siglo XXI necesita con urgencia.
Por eso son tan importantes y definitorias las elecciones legislativas y presidenciales del próximo año.  Son, literalmente, cruciales porque en ellas se definirá el rumbo del país para las próximas décadas y para las próximas generaciones.
Una quinta tesis: Los cuatro caminos
El primer camino: El continuismo panista
Colocado el país en ese tiempo y en ese espacio de cruce de caminos debiéramos trabajar de inmediato para impedir que México continúe transitando por el camino del continuismo de la derecha panista. Ese rumbo nos conduciría hacia una mayor debilidad del Estado, hacia el fortalecimiento de los poderes fácticos y de la oligarquía económica, hacia la parálisis económica y la  profundización de la desigualdad social.
El segundo camino: La restauración del viejo régimen
Éste es quizás peor para el país; ése es el del regreso hacia el viejo régimen, el de la  restauración del autoritarismo y la corrupción,  el de la resurrección de los muertos para hacer vagar por el país el espectro de un presidencialismo necrosado.  Peña Nieto  y el PRI significan el secuestro del país por amanuenses  al servicio de los monopolios.
El tercer camino: El rupturismo
La del repturismo es una salida en falso, es el de buscar profundizar la crisis para administrarla mas no para superarla; el de un gobierno convertido en comité de salvación pública y asentado en un presidencialismo igualmente anacrónico  que le ofrece al país ilusiones, no soluciones.
Este camino,  el del ilusionismo político, como todo ilusionismo, no es real, como todo ilusionismo sorprende, asombra,  pero al final del espectáculo todos sabemos que engaña.
El cuarto camino: El de los demócratas de izquierda para la reforma del Estado y la nueva economía de crecimiento y prosperidad para todas y todos
En sentido contrario, el país necesita de un cuarto camino: el de las reformas profundas y estructurales que serán resultado de un gobierno capaz de llamar a la diversidad y concitar el acuerdo.
Para el crecimiento económico y la generación de empleos, para alentar la inversión privada y aumentar la pública,  para la seguridad nacional y la de las personas,  para la reforma educativa verdadera, para la fiscal, para la reforma del Estado y para el impulso a los demás cambios indispensables, es verdad que se necesita de un Estado fuerte y de un gobierno firme, pero junto a ello  es indispensable un gobierno con capacidad de diálogo, con disposición para conciliar intereses y con la sabiduría que se requiere para el acuerdo. México necesita de un pacto nacional que implique a todos en el consenso democrático.    
El camino que México requiere es contrario al continuismo, rechaza la restauración y es antítesis de cualquier rupturismo crispante.
Entendemos, compañero Jefe de Gobierno, que la izquierda democrática del PRD debe postular un programa de gobierno que vele por los  intereses de los más desprotegidos, pero sin olvidar que protegerá los derechos de todas y todos los mexicanos, que defiende el principio fundamental de la laicidad y la libertad, pero que sabe que esa libertad se ejerce en el respeto a la libertad de los demás, que no alberga ninguna duda sobre el necesario respeto a la legalidad como condición de la democracia y que desecha, por principio, cualquier forma de violencia; que sabe que sólo en la paz es posible encontrar el desarrollo y la prosperidad para todos.
El camino correcto en el 2012, pensamos,  es el de un gobierno que no pretende restablecer una economía estatizada pero tampoco continuar con una economía de monopolios. La izquierda democrática desecha estos extremos y por el contrario alienta la iniciativa individual, protege el patrimonio legítimo y al mismo tiempo garantiza la aplicabilidad de todos los derechos humanos individuales, sociales y colectivos.
La alternativa es entonces la de un gobierno de izquierda democrática que desarrollará los acuerdos necesarios para resolver la crisis que padece el Estado nacional y para impulsar, en la inclusión, el diálogo y la diversidad, los acuerdos que hagan posible las reformas profundas  que necesita nuestro país. 
Termino citando este párrafo de Carlos Marx y contenido en su famoso libro: El 18 Brumario de Luis Bonaparte:
La Revolución social del siglo XIX no puede sacar su poesía del pasado, sino solamente del porvenir. No puede comenzar su propia tarea antes de despojarse de toda veneración supersticiosa por el pasado. Las anteriores revoluciones necesitaban remontarse a los recuerdos de la historia universal, para aturdirse acerca de su propio contenido. La revolución del siglo XIX debe dejar que los muertos entierren a sus muertos, para cobrar conciencia de su propio contenido. Allí, la frase desbordaba al contenido; aquí, el contenido desborda a la frase”.
Esto era dicho en el siglo XIX,  pero adquiere actualidad, porque el camino del continuismo panista, el de la restauración priista y también el del rupturismo ilusionista,  continúan en la veneración supersticiosa del pasado. Siguen sin enterrar, cada uno de ellos, a sus muertos y por el contrario los presentan como si fuesen la solución para el futuro.
El cuarto camino, el de una izquierda democrática, libertaria, incluyente; una izquierda que se reconoce en el conjunto del país en su pluralidad; que sabe que las soluciones verdaderas lo serán sólo resultado del conjunto de la sociedad no sólo de una parte;  que propicia y sabe impulsar los acuerdos locales y nacionales, sectoriales e integrales; una izquierda respetuosa de la diversidad de ideas, de intereses, de objetivos individuales y colectivos que significa la nación pero que al mismo tiempo,  comprende que esa diversidad puede y debe sintetizarse en una sociedad de desarrollo y prosperidad para todas y todos.
Jesús Ortega Martínez

No hay comentarios.:

Publicar un comentario