Felipe Calderón, de viaje por Estados Unidos, explicó a los estudiantes de la Universidad de Stanford cómo era el sistema priista y lo que, a su juicio, se ha hecho para sustituirlo. Calderón dijo que nuestro país tenía un régimen autocrático, que todos los gobernadores y los senadores eran de un solo partido, que el PRI controlaba todo, que censuraba a los medios, que además masacró a estudiantes, secuestró y desapareció a muchos ciudadanos.
El relato que hace Calderón sobre el sistema priista es correcto y desde luego que es acertado recordar a ese régimen en su autoritarismo y en su corrupción, pues, como sabemos, existe el riesgo de que en poco tiempo pudiera volver.
En lo que no acierta Calderón es en afirmar que ese viejo sistema ha desaparecido, y más erróneo es no mencionar las causas y las razones por las cuáles sigue vigente en muchos sentidos.
Contrario a lo que piensa Calderón y otros analistas políticos, en México no se ha dado el cambio de régimen político, es decir, no se ha culminado lo que en otros países se conoce como un proceso de Transición Democrática.
Cierto que en el año 2000 se dio una alternancia en el Poder Ejecutivo federal y en el de algunos estados de la República, que se aprobaron reformas de carácter electoral que en su momento ayudaron al ejercicio libre del sufragio, que se llevaron a cabo algunos cambios legales y constitucionales que alentaron el ejercicio de libertades civiles, pero la esencia del viejo régimen sigue presente y peligrosamente preparado para recuperar plenamente su hegemonía política e ideológica.
Antes del año 2000 ya se observaban de manera diáfana los síntomas de la agonía del sistema priista, pero en lugar de sepultarlo mediante una profunda reforma del Estado, la alternancia en el Ejecutivo federal se limitó a cambiar de chofer para que Fox y Calderón continuasen conduciendo el inservible carromato del viejo sistema.
Los panistas tomaron el volante pero conducen igual o peor que los priistas, siguen en lo fundamental el mismo camino, y sin ninguna reforma del Estado de por medio, el viejo sistema sobrevive y nos amenaza con volver.
Lo que en realidad vive el país es la aguda crisis que provoca el largo intermezzo entre un tipo de Estado claramente anacrónico, evidentemente inservible que no acaba de morir, y la ausencia de la opción democrática que no acaba de construirse. Los panistas fueron incapaces para alentar al país en la necesidad de construir la alternativa al viejo régimen. Se impuso en ellos su instinto conservador y lamentablemente el barco del país se encuentra al garete.
Este dilema no tiene salida en la restauración priista; ello significaría una desgracia. La respuesta al México del siglo XXI no está en el pasado inmediato como tampoco en el pasado decimonónico que otros plantean.
La respuesta se encuentra en un gobierno que se decida a la construcción del nuevo entramado constitucional, legal y económico que dé cause a la construcción de un nuevo Estado democrático, social y de derecho.
En el 2012 el país necesita en el gobierno una concepción política claramente reformadora; a México no le serviría convertirse en un taller de anticuarios restauradores.
Pero estamos mucho más lejos que eso de aquellos tiempos autoritarios Jesús, el arresto de Hank Rhon ha dejado, una vez más, al descubierto, igual que con el michoacanazo la forma facciosa en que las instituciones de seguridad se ocupan; en ambos casos los ministerios públicos no fueron capaces de armar los casos, lo cual es preocupante sobre todo en el caso de Hank, que implicaba una supuesta flagrancia y que la defensa terminó demostrando la siembra de pruebas.
ResponderBorrarMuchas de estas cosas son también preocupantes por que si bien somos muchísimos los servidores públicos que trabajamos con amor a la patria y de una manera honrada hay funcionarios de este nivel que seguirán subsistiendo independientemente del color que gobierne.