Las izquierdas en México, aún no terminamos de salir del pasmo que nos provocó el derrumbe del Muro de Berlín. Nos desenvolvemos aún en la incertidumbre programática y continuamos transitando en una especie de orfandad ideológica. Durante varias décadas, la izquierda mexicana ha buscado nuevos paradigmas, pero no hemos logrado romper con la herencia estatista y autoritaria que nos legaron nuestros dos principales referentes del pasado; el socialismo estalinista y el nacionalismo revolucionario priista.
El PRD, nuestro partido, pretendió genuina y atinadamente superar a ambos y, ante el país, aparecimos como una alternativa nueva y diferente al conservadurismo panista y al priismo que ya se debatía en su degeneración. La izquierda representada por el PRD, creció de manera impresionante y como nunca en la historia del país, avanzando hasta la condición de una fuerza progresista capaz de ser opción de poder. El PRD actuó con gran audacia y oportunidad para avanzar en la unidad de fuerzas progresistas y de avanzada; con sentido de oportunidad e incluso con frescura nos abrimos para recibir a la amplia pluralidad de fuerzas políticas que reclamaban el cambio, convirtiéndose nuestro partido en receptor de marxistas, nacionalistas revolucionarios, liberales, progresistas y de demócratas del más diverso signo. Lo hicimos con apertura y tolerancia. Sin duda ello fue razón de nuestro crecimiento electoral y de nuestra fuerte influencia en la vida política nacional.
Sin embargo, no hemos descubierto dos asignaturas que, después de más de 20 años, continúan pendientes: La aceptación de la democracia como nuestro principio fundamental y la modernización de nuestra propuesta programática.
¿Qué implica la aceptación de la democracia como principio fundamental de una izquierda moderna? Varios son los puntos, pero las esenciales son a mi juicio los siguientes:
1.- Aceptar que el PRD no representa solamente a una clase o a un sector de la sociedad. Desde luego que representamos los afanes de los más pobres y desprotegidos, pero también debemos representar a las amplias y diversas clases medias; a los trabajadores desde luego, pero también, y no hay contradicción en ello, representamos a la gran mayoría de los empresarios; a los movimientos que reivindican derechos sociales, pero de la misma forma a quienes luchan por los derechos civiles, políticos y humanos. Debemos representar no sólo a los enojados de la coyuntura, sino a todos aquellos que aspiran a progresar y a mejorar sus condiciones de vida. En síntesis, una izquierda nueva y moderna debe representar al conjunto de la población, ya que ello significa serle útil al país en su conjunto.
2.- Una izquierda democrática se recrea en la pluralidad del país y por ello es laica y libertaria. La libertad y los derechos individuales no están en conflicto con los derechos sociales y por ello mismo, una izquierda democrática es defensora de la legalidad.
Estas asignaturas pendientes, tienen que ver con un verdadero proceso de renovación de las ideas y concepciones que debieran caracterizar una izquierda democrática, progresista y moderna como la que necesita el país y como la que requiere la coyuntura de la próxima elección presidencial.
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