Publicado hoy en EXCÉLSIOR
Dolores Padierna, actual secretaria general del PRD, está manteniendo un comportamiento político que claramente podríamos considerar atípico.
Hace apenas unos meses, cuando era integrante de la Comisión Política del PRD, Dolores aprobó todas y cada una de las resoluciones mediante las cuales, este instituto político, estableció amplias alianzas opositoras que incluían la participación, desde luego, del PRD pero también del PAN y de otros partidos como Convergencia y el PT. Padierna aprobó dichas coaliciones en Oaxaca, Puebla, Sinaloa, Hidalgo y además en Durango. No sólo las aprobó con su voto, lo cual consta en las actas de las sesiones respectivas de dicha comisión, sino que además con destacada euforia, participó en las referidas campañas electorales para apoyar a los diversos candidatos a gobernador. Su intenso esfuerzo y su vehemente activismo fueron verdaderamente notables al grado tal de que llevó a cabo entrevistas personales, con cada uno de los candidatos a gobernador postulados por las mencionadas alianzas. Se entrevistó con ellos y lo hizo en varias ocasiones.
Estableció comunicación directa con Gabino Cué, con Xóchitl Gálvez, con Rosas Aispuro e incluso con Moreno Valle, para construir acuerdos de diversa naturaleza y que incluían, por supuesto, la entrega a compañeros de su corriente, de cargos, empleos y carteras en los futuros gobiernos aliancistas.
En el caso de Guerrero hay que decir, en honor a la verdad, que cuando en la Comisión Política se discutió la candidatura de Ángel Aguirre, Padierna votó en contra de tal propuesta, arguyendo que Aguirre “tenía un pasado de oscuras complicidades y de graves violaciones a derechos humanos”. Sin embargo, apenas pasaron algunos días para que acompañada de algunos de sus compañeros, incluido René Bejarano, se reuniera con el mencionado Aguirre para que al igual que lo hizo con los otros candidatos, negociaran con éste, algunos puestos en el eventual caso de que Ángel Aguirre –como sucedió- ganara la elección.
Este fue el comportamiento de Dolores Padierna durante los comicios de 2010 y principios de 2011. Hay que decir, además, que con la misma exaltación aprobó las alianzas con el PAN en Nayarit y en Coahuila, entidades en las cuales se llevarán a cabo elecciones en el próximo mes de julio de este año.
Esta fue su conducta habitual, regular y digamos que usual. Sin embargo, en el caso del Estado de México su comportamiento es claramente inusual respecto a la política de alianzas del PRD. En esta entidad federativa ha adoptado una arrebatada oposición a la alianza con el PAN y para ello ha venido arguyendo que una alianza con este partido violentaría principios del PRD y resoluciones del mismísimo Congreso Nacional perredista.
Hay, como todos lo observamos de manera notable, un cambio conductual de Dolores Padierna. Antes, apenas hace unos meses, aprobaba las alianzas con el PAN y ahora, a partir del Estado de México, las condena encrispadamente; y lo hace a tal grado, que de manera exaltada, encolerizada, no duda en calificar de perjuros y traidores a todos aquellos que difieren de ésta, su última, posición.
¿Qué es lo que sucede en una persona que modifica su conducta en tales extremos? Si fuese un asunto de carácter médico, ello podría explicarse como desordenes bipolares; pero como estamos hablando esencialmente de conductas políticas, lo que sucede en este caso, es simple y sencillamente un vulgar oportunismo el cual se junta a otros elementos para que se cometa un error de contenido estratégico. Con ese mismo desajuste conductual se comporta AMLO, cuando, para decirlo en términos coloquiales, “se hace de la vista gorda” durante la conformación de la alianza PRD, PAN, PT y Convergencia en Oaxaca y otros estados, mientras que en el Estado de México, igual de exaltado que Dolores, la condena.
Esto no creo que sea problema de desorden fisiológico. Tampoco es un asunto de principios como tramposamente argumenta; es para decirlo llanamente, un asunto de oportunismo o, como lo afirmo, de contribuir a cometer un tremendo error estratégico.
La guerra, decía, Carl Von Clausewitz no es más que la continuidad de la política y esta frase permite entender algunos de los movimientos políticos como si de una guerra se tratara. Este destacado militar prusiano, habla de los fines y objetivos de la guerra y concluye que tal objetivo tiene tres partes fundamentales: “imponer la voluntad al enemigo, usar como medio la mayor fuerza posible y privar al enemigo de su poder”.
En el Estado de México, se debería entonces, tratar de “imponer” una voluntad democrática, a un contrincante que utiliza al gobierno de esa entidad como poder cuasi absoluto y evidentemente contrario al interés general.
En la política del México del siglo XXI, la forma de “imponer una voluntad democrática” al contrincante autoritario sólo es posible a través de las elecciones y haciendo posible que a través de estas se exprese de manera libre la voluntad ciudadana de las y los mexiquenses. Lograr este propósito democrático, frente a un gobierno que ha utilizado y utilizará todos los recursos ilegales para mantener su hegemonía política, sólo es posible “utilizando la mayor fuerza posible” aquella que deba constituirse a partir de sumar aliados tácticos, como es el caso del PAN, y todo ello en razón del propósito estratégico fundamental: privar a Peña Nieto del enorme poder que significa el gobierno del Estado de México.
¿Y por qué es estratégico privar a Peña Nieto y al PRI de ese poder que significa el gobierno del Estado de México?
La razón es tan obvia que no sería necesario explicarla, pero ante la circunstancia de que un buen número de compañeros no la comprende, hay que decir que el actual gobernador mexiquense no sólo es el más probable candidato del PRI a las elecciones presidenciales y por lo tanto seguro contrincante del PRD en esa contienda, sino que además es el candidato de la oligarquía económica depredadora del país y este mismo personaje, representa una regresión hacia el viejo régimen y en ese caso, la inminencia, de una mayor degradación de las relaciones y procesos políticos y un mayor deterioro del tejido social de la nación.
Trazando el camino del PRD hacia las elecciones presidenciales, fue de gran importancia que el PRI perdiera el poder en Oaxaca, Puebla y Sinaloa, y que lo disminuyera de manera significativa en Guerrero, Durango e Hidalgo. Esas pérdidas del PRI y desde luego de Peña Nieto, fortalecieron al PRD y a la izquierda en general (véase la última encuesta de Mitofsky: El PRD se fortaleció y el PRI y PAN se debilitaron).
Con la vista puesta en el 2012 y en un rumbo que haga posible que la izquierda se convierta en la alternativa que los electores elijan para dirigir al país, obviamente que todas las elecciones previas son importantes, pero es un grave error no entender que la del Estado de México es estratégica. Por tener ese carácter deberíamos hacer lo necesario para como escribía Clausewitz; imponer al contrincante -que está perfectamente identificado- la voluntad democrática de las y los mexiquenses, usar como medio la acumulación y suma de la mayor fuerza posible y privar a ese contrincante del poder que significa el gobierno de la segunda entidad federativa más importante del país.
El otro camino tiene, de igual manera tres elementos: o se trata de un desajuste bipolar, de vulgar oportunismo político o de un enorme error estratégico.