martes, 19 de abril de 2016

La ciudad de los derechos y libertades


En 1996 no sólo se sentaron las bases para la formación de un órgano electoral autónomo, una fiscalía especializada en delitos de carácter electoral, un tribunal igualmente especializado en la materia, el sustento conceptual para el financiamiento público de las campañas y la responsabilidad del Estado para garantizar equidad y transparencia.

Se avanzó en cambios políticos de manera sustantiva, pero especialmente se terminó con el oprobio que significaba la presencia de una regencia en la capital de la República y, por primera vez, se llevarían a cabo elecciones generales para elegir a un jefe de Gobierno del Distrito Federal.

Sin embargo, la izquierda enarbolaba desde varias décadas atrás el propósito para que, en lugar de un Distrito Federal, se constituyera una entidad federativa autónoma que hiciera posible que los habitantes de la Ciudad de México pudieran ejercer los mismos derechos políticos que ya ejercían el conjunto de la ciudadanía del país.

Apenas un año después de esa reforma se llevaron a cabo las elecciones para elegir democráticamente a un jefe de Gobierno, responsabilidad que, por voluntad de los electores de la ciudad-capital, recayó en Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.

Es así que a partir del movimiento democrático de 1988, de las posteriores reformas políticas, especialmente las de 94-96, de la elección del 97 y de la sólida presencia e influencia del PRD en una buena parte del país, y de manera particular en la Ciudad de México, es que se han dado, después de los acontecidos durante la presidencia del general Lázaro Cárdenas, los mayores avances en materia de derechos sociales, de derechos humanos y de libertades políticas en la historia reciente de nuestro país.

La ciudad-capital vivió y vive una etapa de libertades ciudadanas que son ejemplo en el resto del país y en otras partes del mundo.

Aquí fuimos, desde 1988, y seguimos siendo, como en ninguna otra parte de la República, una sociedad singular que podemos ejercer la libertad de expresión sin reservas (y en ocasiones hasta cuando se cometen excesos).

Aquí, como en ninguna otra parte de nuestra nación, se puede ejercer el derecho a la crítica a los gobernantes, el derecho a hacer públicas nuestras inconformidades, a la libertad de prensa e información, aquí las mujeres pueden ejercer su derecho a decidir sobre su propio cuerpo, como no sucede en ninguna otra parte del país.

Aquí se alienta la pluralidad y la diversidad política, étnica, cultural, sexual, como en ninguna otra región de México y otras del mundo.

Cuando en la Ciudad de México llevábamos varios años realizando matrimonios entre personas del mismo sexo, en Nueva York o en París apenas se discutía sobre su pertinencia legal o su legitimidad ética. Cuando, desde hace años, las parejas de homosexuales o de lesbianas de la CDMX pueden adoptar niños o niñas, hay urbes o ciudades capitales de Europa o de Estados Unidos en donde ahora mismo esto no está permitido.

Cuando aquí en la Ciudad de México el PRD aprobó como mandato de ley la pensión universal a los adultos mayores, las becas a cientos de miles de estudiantes, los uniformes y útiles escolares gratuitos, es entonces cuando estos derechos se pudieron generalizar en las demás entidades federativas.

Ahora, con la Constitución de la CDMX podremos avanzar mucho más de lo que lo hemos hecho, pero ello implica que el PRD gane la elección y tengamos el mayor número de diputados del Constituyente.

Se requiere ampliar derechos, profundizar en libertades, garantizar responsabilidades ciudadanas y las del gobierno y, sobre todo, impedir que regrese la regencia a través del PRI, el gobierno eclesial del PAN o al nuevo “rey sol” personificado en AMLO.

Twitter: @jesusortegam

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