El pasado domingo 5 de abril se iniciaron las campañas electorales para diputados federales. Antes han comenzado otras en donde se elegirá a gobernadores y cabildos. En fin, que nos encontramos ya en plena contienda y, como en otras, no dejarán de aparecer los ataques personales antes que las propuestas y los programas político-partidarios. Este comportamiento no debería causarnos extrañeza, pues, como decía Demóstenes en el año 330 a. C. de en un discurso de réplica a Esquines: “La otra ventaja que lo favorece es que hay una propensión natural a escuchar con agrado las acusaciones y el vituperio, y a oír con disgusto a los que se ven obligados a hablar bien de sí mismos”.
Esta frase dicha hace miles de años durante un debate político, define con claridad que las cosas no han cambiado mucho y que durante las confrontaciones políticas del siglo XXI sigue existiendo la propensión a escuchar la acusación antes que la propuesta. En el eterno dilema de los políticos de vituperar al contrincante o proponer soluciones a los problemas, casi siempre —y podría quitarle el casi— prevalece el vituperio.
Escuchemos con atención los discursos de los partidos, veamos los spots que estos promueven y confirmaremos que lo que predomina en esta campaña que inicia, es hacer todo lo posible por demeritar a los contrincantes y muy poco por enseñar a los electores méritos, ideas, propuestas, alternativas, soluciones.
Un partido político es, esencialmente, un programa, una propuesta con la cual pretende representar a un sector o a la mayoría de los electores y, en consecuencia, todo partido político se encuentra en todo momento, pero especialmente durante las contiendas electorales, obligado a “hablar de sí mismo”, es decir, a hablar de su programa, de su propuesta, de su ideario y de aquellas medidas que considera las más adecuadas para resolver los problemas de sus representados o los del país en su conjunto.
Pero decía Demóstenes que “resulta más agradable escuchar las acusaciones y el vituperio”, y por ello mismo los partidos, en el desesperado afán de ganar votos, continuamos en la inercia de la acusación antes que de la solución.
Y no es que sea yo un ingenuo idealista que no entiende que la política es una tremenda lucha por el poder en donde o no existen protocolos o cuando estos existen se pueden burlar, como recientemente lo hemos visto con el PVEM.
¡No!, no hay ingenuidad. Sé que existe esta parte en la política, pero también comprendo que de lo que se trata ahora es de transformarla para que la lucha por el poder político tenga un sentido diferente para quienes realmente aspiramos a un México de prosperidad y bienestar para todas y todos los mexicanos.
Ciertamente las cosas en el país están mal; hay una enorme desconfianza de las y los ciudadanos hacia los asuntos públicos; la economía no crece y lo que sí aumenta es la pobreza, el desempleo y la inseguridad. Ciertamente de todo esto hay responsables personales y partidarios y, desde luego, es válido tratar de ubicarlos y señalarlos. Pero lo anterior no será suficiente, porque en la realidad que viven a diario los mexicanos, lo que se necesita son las respuestas sensatas, urgentes, viables a los grandes problemas del país y a los que padece la población. Esto debería ser el principal aporte de la Izquierda Democrática. Para vituperar hay otros especialistas.
*Expresidente del PRD
Twitter: @jesusortegam
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