martes, 20 de enero de 2015

¿Es absoluta la libertad de expresión?

Excélsior

Hay quienes, equivocadamente, asumen que “su libertad de expresión” no tiene límite alguno y que por lo tanto en el nombre de dicha libertad, que consideran absoluta, pueden señalar, acusar, denostar, agraviar, deshonrar, estigmatizar a cualquier otra persona sin tener evidencia alguna...

Imagine que un día cualquiera, usted, amable lector, va caminando por alguna avenida en donde otras personas hacen lo mismo. Transita rumbo a su trabajo o a la escuela y de pronto se topa con un sujeto al cual no conoce o que circunstancialmente sí lo ha visto o que hasta puede ubicarlo como su vecino. Imagine que el sujeto en cuestión se detiene frente a usted y, alzando la voz, comienza a increparlo acusándolo de asesino. Continúe en este ejercicio de imaginación para que entonces, sorprendido, observe que las personas a su alrededor voltean la vista hacia usted y hacia su desconocido acusador. Algunos de los transeúntes se acercan hacia ambos, pero a usted lo comienzan a observar con mirada inquisitoria e incluso otros más suman sus voces al del intempestivo acusador y de igual manera le gritan asesino. Desconcertado, usted reclama a su acusador del por qué de tales señalamientos y éste, blandiendo el dedo índice como espada le dice: “Estoy ejerciendo mi derecho a la libertad de expresión”.

Esta escena que para el lector parecerá irracional, es en sustancia lo mismo que argumentan algunos profesionales de la comunicación, para —dicen— defender su derecho a la libertad de expresión.

Por fortuna no todos comparten esta concepción de la libertad de expresión, pero otros, equivocadamente, asumen que “su libertad de expresión” no tiene límite alguno y que por lo tanto en el nombre de dicha libertad, que consideran absoluta, pueden señalar, acusar, denostar, agraviar, deshonrar, estigmatizar a cualquier otra persona sin tener evidencia alguna que elementalmente sostenga desde el punto de vista profesional, legal y éticamente lo que de ella dicen, escriben, difunden. Esta concepción sobre la libertad de expresión no es, a mi juicio, sensata.

En sentido diferente opino que la libertad de expresión, ciertamente no puede estar sujeta a censura o restricción y que el Estado y las leyes deben fijar con claridad el establecimiento de aquellas condiciones para que las personas puedan ejercer plenamente su derecho a la libertad de expresión. Sin embargo, para ejercer éste y otros derechos, las personas, los ciudadanos, como escribía Rousseau: “Perdemos la libertad natural y el derecho ilimitado a todo lo que intentamos y podamos alcanzar… lo que gana en él mismo es la libertad civil y la propiedad a todo lo que posee... podríamos añadir a ello la adquisición del Estado civil y la libertad moral, que sólo hace al hombre ser verdaderamente dueño de sí, puesto que la impulsión del solo apetito es esclavitud, y la obediencia a la ley que se ha prescrito uno a sí mismo es libertad”.

En el marco de un contrato social como el establecido en nuestra sociedad y nuestro país y que está regido por una Constitución y por otras leyes y por normas y reglas, nadie puede ejercer “su” libertad de manera absoluta, ilimitada y de la misma manera nuestros derechos individuales están, necesariamente, limitados al ejercicio de los derechos de los demás.

Por lo tanto nadie puede usar su derecho a la libertad de expresión si ello implica cancelar el derecho y la libertad de los otros, de los demás.

Éste es, ciertamente, un principio liberal, pero no es contrario a la izquierda libertaria y democrática.

                *Expresidente del PRD

                Twitter: @jesusortegam

                http://ortegajesus.blogspot.com/

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