lunes, 24 de noviembre de 2014

No a la vuelta al pasado

(Colaboración especial para el periódico Milenio)
En 1968, 21 años antes de la caída del muro de Berlín, los jóvenes mexicanos entablaban una heroica lucha por las libertades civiles y por la justicia social.
En medio de esos esfuerzos, toda la izquierda debatía la disyuntiva de "reforma o revolución" y, acertadamente, la izquierda progresista en México optó por el camino de la paz, de la democracia y de las reformas para la transformación del país.
Habiendo resuelto ese dilema, la izquierda democrática ha recorrido un largo camino de más de 35 años --no sin errores, con tropiezos, pero también con aciertos y muchos más éxitos-- que ha permitido que nuestro país haya avanzado en el ejercicio de los derechos sociales y las libertades políticas. Cierto que falta mucho por hacer y que aún prevalecen injusticias, pobreza y desigualdad, pero la participación de la izquierda en la lucha legal y democrática por el poder político ha contribuido sustantivamente a la transformación del país.
Sin embargo, en estos días existen fuerzas políticas y económicas que de manera irresponsable están creando condiciones para que la izquierda sea colocada, de nueva cuenta, en el dilema de continuar luchando por la vía democrática y pacífica o retornar a la insensatez de la confrontación violenta. Así lo hacen cuando se pretende reducir la pluralidad partidista en el Congreso; cuando se regresa a los usos y costumbres del presidencialismo autoritario y corrupto; cuando la Suprema Corte de Justicia de la Nación obstruye las vías de participación ciudadana en los asuntos trascendentes del país; cuando se hacen fraudes electorales para impedir que la izquierda acceda al poder; cuando, desde algunos medios de comunicación, se construyen grotescos macartismos nativos para atacar y zaherir a la izquierda democrática; cuando neciamente se persiste en la aplicación de un modelo económico que escandalosamente concentra la riqueza en unos cuantos y hace que millones y millones de mexicanos, hombres y mujeres, vivan en condiciones de extrema pobreza.
Son insensatos, pues con todo lo anterior lo que están haciendo es portar antorchas encendidas en medio de la enorme pradera seca que es ahora el país.
Ante esa estupidez política, la izquierda democrática, como la que representa el PRD, no debe voltear a las viejas fórmulas y, en sentido diferente, debe enfrentar esas concepciones absolutistas para seguir avanzando en la lucha por reformas cada vez más profundas que amplían los cauces democráticos y que posibilitan los cambios para garantizar una vida de dignidad y bienestar para todas y todos los mexicanos.
Los dogmas o los evangelios políticos no fueron en el momento de nuestro origen, y menos lo son ahora, parte de los principios y de las estrategias del PRD para acceder al poder político y para lograr los cambios que el país requiere. El PRD tuvo en su origen el sustrato de la pluralidad del pensamiento de la izquierda y es tiempo de reafirmar que nuestra unidad y el éxito de nuestros objetivos por la igualdad sólo tienen sustento en la democracia y el respeto a la libertad.


                *Expresidente del PRD

                Twitter: @jesusortegam

                http://ortegajesus.blogspot.com/

                agsjom52@gmail.com 

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