Dada la circunstancia que vive el Partido de la Revolución Democrática, debemos estar atentos y abiertos a toda idea que busque resolver de la mejor manera los desafíos que enfrentamos, especialmente el que tiene que ver con la merma de credibilidad que seguramente tenemos ahora.
En principio, no descalifico la propuesta del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano acerca de que deba de renunciar el Comité Ejecutivo Nacional y otras instancias de dirección estatal o municipal del PRD. Por el contrario, hay que atenderla e intentar comprenderla.
Así debe ser, porque en nuestro partido, en razón de principios democráticos, todas las propuestas, planteamientos y sugerencias deben ser no sólo escuchadas sino también reflexionadas. Pero, además, dada la circunstancia que vive el PRD, debemos estar atentos y abiertos a toda idea que busque resolver de la mejor manera los desafíos que enfrentamos, especialmente el que tiene que ver con la merma de credibilidad que seguramente tenemos ahora.
Desde luego, este problema hay que atenderlo de manera urgente, pero en donde existe una diferencia es en el cómo hacerlo. Y, en ese sentido, creo que la mejor manera es llevar a cabo, en primer término, un diagnóstico certero de la situación del partido, pero principalmente de la situación del país. Digo que del país porque no es correcto ignorar que la situación del PRD —si bien tiene sus particularidades— se encuentra inmersa en una crisis del conjunto del sistema de partidos y, más aún, en una crisis de la totalidad del Estado nacional. Con esta reflexión no pretendo eludir nuestras propias fallas y errores, sino más bien situar nuestra problemática en el marco de esa crisis de Estado que impacta en el conjunto de la sociedad mexicana.
En ese sentido, un partido que se asume protagonista del quehacer político nacional no puede hacer abstracción de la enorme debilidad que padece el Estado, porque la consecuencia de ello sería, exactamente, perder ese protagonismo que, por cierto, ha sido fundamental para la vida del país en los últimos 25 años. El protagonismo político del PRD durante ese periodo es incuestionable en el logro de profundas transformaciones de carácter democrático y sería una necedad el pretender —como lo quieren algunos de nuestros contrincantes— ignorarlo o menospreciarlo. De quienes nos confrontan política y programáticamente es hasta natural que busquen restar valor a las contribuciones del PRD, pero lo que resulta inexplicable es que propios perredistas, incluyendo algunos de los que fueron sus fundadores, reiteren insistentemente su propósito de debilitar al PRD. Esto es un grave error porque con ello lo que lograrían sería fortalecer a la derecha.
Estoy cierto de que es indispensable que los perredistas hagamos un esfuerzo de reflexión autocrítica para adoptar todas aquellas medidas, las más profundas y radicales, para superar nuestros errores de antes y los actuales. Sin embargo, la autocrítica en un partido político no debe confundirse con la autoflagelación, la penitencia y menos aun con el suicidio.
El PRD es una fuerza representativa de la izquierda cuya importancia en la vida del país va más allá de los intereses o propósitos de quienes son ahora integrantes de su actual dirección. Esto es verdad, pero también es cierto que nadie con pensamiento progresista puede arrogarse el derecho de debilitar a la izquierda a partir de continuar golpeando al partido que con más consistencia, más trayectoria y más fuerza la representa.
*Expresidente del PRD
Twitter: @jesusortegam
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