martes, 18 de junio de 2013

Corrupción: obstáculo del desarrollo


La corrupción es el abuso del poder para beneficio propio. Perjudica a todos aquellos cuya vida, sustento o felicidad dependen de la honradez de quienes ocupan un puesto de autoridad. Así, el poder político, no es visto como instrumento para lograr objetivos que eleven la calidad de vida de la ciudadanía, sino en el extremo de la degradación, se utiliza como medio para enriquecimiento personal o de grupo.

Obviamente, la corrupción es un problema ético y, por ello, debe ser combatida. Pero tampoco hay que perder de vista su dimensión económica. La corrupción es consustancial al subdesarrollo, basta hacer un comparativo internacional entre los índices de corrupción y desarrollo para comprobarlo. No es que la corrupción sea un fenómeno exclusivo de México y sea inexistente en otras latitudes, pero los grados que existen en nuestro país tienen un enorme impacto en la economía, ya que con gobernantes corruptos es muy difícil que los recursos que deberían de ser destinados a la inversión productiva, así como al desarrollo social y humano, sean utilizados realmente para esos fines.

El mejor ejemplo de que la corrupción es un obstáculo para el desarrollo, es la situación actual de Pemex. El sector energético es estratégico para la conquista de un desarrollo sostenido, sustentable e incluyente. Su gestión debe ser en el interés del pueblo y la nación. El objetivo es aprovechar los recursos energéticos para fomentar la industrialización del país generando empleos para ser competitivos en el mercado internacional y abastecer de insumos al mercado interno. Sin embargo, debido a problemas administrativos, pero sobre todo al alto grado de corrupción existente en la paraestatal, no se cumplen cabalmente los objetivos mencionados.

El hecho de que Pemex sea botín de contratistas, funcionarios corruptos y de la cúpula sindical igualmente corrupta impide su modernización, el aumento de su eficiencia, su consolidación como palanca para el desarrollo industrial y económico del país y para el bienestar de las y los mexicanos.

Por esta razón, al plantearse una reforma integral de Pemex se tienen que contemplar aspectos como disminuir la carga fiscal, dotarla de autonomía presupuestal y de gestión; impulsar decididamente la investigación y el desarrollo tecnocientífico, pero, sobre todo, el combate real y decidido a la corrupción. No habrá verdadera reforma energética si no se termina con la terrible corrupción en Pemex.

Para lograr el desarrollo económico, social y humano en el país, es indispensable establecer las condiciones que nos permitan construir una administración pública menos costosa para la ciudadanía, más eficiente, transparente y honesta, que limite los excesos de los funcionarios.

Más allá de demostrar voluntad política de desterrar la corrupción, los acuerdos clientelares y el manejo discrecional, es necesario aplicar el marco normativo actual y terminar con la impunidad, ya que mientras los actos de corrupción de contratistas, funcionarios y líderes sindicales no tengan consecuencias jurídicas y políticas, se continuará con una especie de “institucionalización” de prácticas que dañan a Pemex y a la economía de México.

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