martes, 21 de mayo de 2013

El Congreso y los partidos, ¿enemigos?


En el programa político del PRD se encuentra asentado con toda claridad que el nuevo régimen político al que aspiramos es el del parlamentarismo.

Y así lo entendemos por varias razones, pero de todas éstas sobresale el hecho de que el poder concentrado en una sola persona —esencia de la historia del poder político en México— ha sido enormemente dañino para la nación. Por lo demás, un partido que busca “una revolución democrática” está condicionado intrínsecamente a esforzarse por democratizar al poder y ello implica necesariamente desconcentrarlo. Es así, que para el PRD, cualquier proceso de transición hacia la democracia implica dejar atrás el presidencialismo, que es expresión nítida, diáfana —especialmente en México— del poder concentrado en un individuo.

Pero para que exista, primero, un sistema democrático y segundo, un parlamento fuerte que impida —o cuando menos acote— la existencia del caudillo, del cacique y del presidente omnipotente, obliga a que existan partidos políticos que reflejen la pluralidad social y política de la sociedad, y sobre todo que la representen. 

“La democracia, dice Kelsen, es un sistema de partidos (en plural) porque los electores se expresarían en vacío y producirían el vacío —el caos de una miríada de fragmentos— sin la existencia del marco de referencia y de opciones propuesto por los partidos. Los partidos canalizan y organizan el voto y para bien o para mal sólo la ilusión o la hipocresía puede creer que la democracia sea posible sin partidos políticos”.

Por eso mismo, los adoradores del autoritarismo presidencialista mexicano (unos ingenuos y otros perversos, pero ambos conservadores) son los principales impugnadores de los partidos (como de la democracia) y no pasa día en que éstos no sean agraviados con infinidad de calificativos tales como inútiles, incompetentes, improductivos, etcétera, etcétera.

Pero nunca son más agredidos los partidos como cuando son el Congreso, el Parlamento. Los diputados y los senadores han sido y son “la piedra de vómito” de los conservadores y de los autoritarios y eso sucede porque son, como Congreso, la síntesis de la representación ciudadana pluripartidista y democrática.

Hoy, sin embargo, y a propósito del Pacto por México, se presenta un ataque al sistema de partidos, más inteligente cuanto más hipócrita y avieso: pretenden enfrentar al Congreso… contra los partidos, cuando ambos son uno mismo; cuando el Congreso es la expresión ciudadana que toma forma a través del sistema de representación democrática pluripartidista.

Desde luego que el Congreso debe ser autónomo e independiente... de los otros poderes y especialmente del Ejecutivo. Pero los legisladores son dependientes de la voluntad ciudadana, que en todo sistema democrático (de nueva cuenta cito a Kelsen) se expresa desde los partidos políticos.

Falsarios aquellos que ahora se “desgarran las vestiduras” para supuestamente defender al Congreso de los partidos. Son los mismos hipócritas que hace algunas semanas vomitaban sobre el Congreso.

PD: Las candidaturas independientes no son contradictorias con el sistema democrático de partidos.

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