martes, 11 de diciembre de 2012

Me opongo, luego existo




Los lectores conocerán de la famosa frase de Descartes: “Pienso, luego existo”. Con este aserto, el filosofo francés establece que más allá de toda duda (y el dudar es elemento central para acercarnos a lo cierto) el sólo hecho de pensar, le da a cualquiera certidumbre de su existencia. Me apoyo en esta reflexión, que es vertebral en la filosofía, para tratar un tema menos trascendente como lo es el de la vida política en nuestro país.

Entre algunos sectores de la izquierda mexicana se tiene una concepción equivocada de lo que es ser oposición política. Para ellos, el hecho de que el PRD se autodefina como fuerza de oposición al gobierno priista implica, indubitablemente, oponerse a todo y cuando digo a todo, lo digo sin exceso retórico. Si alguien del gobierno (del partido que fuera, incluido cualquier gobierno perredista) dijese que la Tierra gira alrededor del Sol, no faltaría algún compañero que saltaría de inmediato, convocaría a conferencia de prensa —y desde luego ésta le daría gran difusión— para decir que no es verdad, que por el contrario, es el Sol el que gira alrededor de la Tierra. Si alguien osado le dijese a tal compañero que hace 480 años Nicolás Copérnico demostró que la Tierra se encuentra en un sistema heliocéntrico y heliostático, probablemente respondería que ese tal Copérnico es parte de la “mafia del poder”.

Parecería que exagero y seguramente así es, pero recurro a ello para hacerle explícito al lector cómo se comportan algunas personas ante ciertas discusiones. Para éstas, ser oposición política obliga a no razonar, a no conocer, a no informarse, a no dialogar, a no intercambiar opiniones con nadie y, principalmente, a no acordar nada con otros partidos que son diferentes al nuestro, mucho menos con aquel que está en el gobierno. Comportarse como oposición debe asemejarse al comportamiento de aquellos clérigos medievales que se negaban a leer: De revolutionibus orbium coelestium pues corrían “el riesgo” de que se derrumbara el pensamiento dogmático con el que siempre habían vivido.

Es con base en este pensamiento estrecho que muchos se opondrán a los acuerdos entre las principales fuerzas políticas para transformar a nuestro país, negando incluso, la posibilidad de materializar demandas históricas de la izquierda, como es el caso de una reforma educativa integral.

No faltarán quienes se opongan a los acuerdos para aumentar la equidad y calidad de la educación. Seguramente habrá quienes no se sumen al esfuerzo para que el Estado mexicano recupere la rectoría del sistema educativo nacional, manteniendo el principio de laicidad.

Sin embargo, a aquellos que nada más saben oponerse por oponerse, les resultará muy difícil explicar su rechazo a establecer un sistema de concursos meritocráticos para ocupar las plazas de maestros nuevas o las que queden libres a partir de un retiro, invalidez o fallecimiento, estableciendo reglas para obtener una plaza definitiva, promover que el progreso económico de los maestros sea consecuente con su evaluación y desempeño, así como establecer el concurso de plazas para directores, supervisores e inspectores. Muy difícil será que argumenten en contra la creación de un Servicio Profesional Docente, es estratégico, ya que permitirá eliminar la discrecionalidad en la asignación de plazas magisteriales, lo que hasta ahora ha sido una de las piedras angulares del poder desmedido de la cúpula sindical del magisterio y su lideresa vitalicia.

Afortunadamente, quienes le dan sentido a su existencia oponiéndose sistemáticamente a todo, se encuentran cada vez más en minoría, mientras quienes quieren serle de utilidad a la sociedad tejen acuerdos de gran visión en beneficio de todas y todos.

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