Hablamos de la necesidad de cambiar pero tal cambio lo ceñimos a un pensamiento ya preconcebido y establecido por los revolucionarios decimonónicos.
En poco más de un mes el PRD llevará a cabo su Congreso Nacional. Ese acontecimiento se encuentra enmarcado en situaciones específicas que en alguna u otra manera influirán en su desenlace. La más importante es la salida de AMLO del PRD, que si bien no ha significado, hasta ahora, que muchos perredistas lo sigan, sí tendrá diversas implicaciones que podrían ser determinantes para el futuro de nuestro partido.
Relacionado con lo anterior se encuentra un elemento de gran importancia, sin embargo, un buen número de perredistas se niegan a reconocer: Nos encontramos en un punto de inflexión desde el cual podemos ir hacia la modernidad de la izquierda mexicana o, ignorándolo, mantenernos en un statu quo que más temprano que tarde nos conducirá no sólo a perder capacidad de influencia en el acontecer político y social del país, sino más grave aún, a anularnos como opción de gobierno nacional.
Salvador Gallardo Cabrera un filósofo hidrocálido escribió: “Hoy, decenas de analistas políticos escriben y opinan a diario sobre nuestra actualidad. Pero en realidad esos analistas nunca escriben para pensar nuestro presente […] anclan su mirada desde un terreno ya construido [...] Los opinadores siempre tienen ideas justas cuando de lo que se trata es tener, como dice Godard, justo ideas. Ideas de vida, renglones de resistencia a nuestro presente”.
Esto nos pasa en la izquierda ahora mismo. Hablamos de la necesidad de cambiar pero tal cambio lo ceñimos a un pensamiento ya preconcebido y establecido por los revolucionarios decimonónicos; aquel pensamiento del “asalto al cielo”; de la renovación social que deberá ser total, absoluta, de una vez y para siempre; del cambio que habrá de venir por que —razonaban y así lo seguimos haciendo— “somos los buenos”; porque “el triunfo de la reacción —dicen— es “moralmente” imposible. (Aunque política y materialmente sí sea posible).
Somos, en la izquierda mexicana, persistentemente redundantes en un pensamiento político claramente anacrónico que predica moral —como si de una iglesia se tratara— en lugar de presentar a la sociedad ideas nuevas, propuestas concretas, políticas públicas viables, contemporáneas para transformar un presente que es injusto y lacerante.
Uno de los cambios indispensables en el Congreso del PRD será trascender la imposición de una “ideología de la moralidad” que en su propia condición es subjetiva y relativa para reencontrarse y sustentarse en un pensamiento político innovador, contemporáneo que traduzca el imperativo ciudadano (este sí objetivo) por una República democrática y por un Estado de derecho.
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