martes, 12 de junio de 2012

“Le hice caso a mis asesores”

Excélsior

Restan apenas algunas semanas para el 1 de julio y en la recta final AMLO ha adoptado — haciéndole caso a la gente— la estrategia correcta. La ciudadanía, cierto, quiere un cambio, pero ésta lo desea, como lo reiteró López Obrador en el debate, pacífico y con estabilidad.


Antier domingo se llevó a cabo el segundo de los debates presidenciales y, contra la opinión de algunos analistas, sí hubo muchas cosas que resaltar.

Observamos los constantes ataques de JVM hacia los demás contendientes; la propuesta de Quadri más audaz (la legalización de la mariguana); la calculada cautela de EPN, y la acertada moderación que exhibió 
López Obrador.

Me detendré en este punto porque asumo que este comportamiento podrá ser decisivo en el resultado de la elección y en el eventual triunfo del abanderado de las izquierdas. “Le hice caso a mis asesores que son ustedes, el pueblo”, dijo AMLO en nocturno mitin en Guadalajara.

Y ciertamente, vimos a López Obrador haciendo un llamado a la unidad de los mexicanos; a unirse los pobres, las clases medias, los empresarios por un proyecto nuevo de país.

Llamó a los priistas y los panistas a que se sumen a ese proyecto; convocó a lograr el crecimiento de la economía a partir de la inversión privada junto a una adecuada inversión pública.

Explicó de la necesidad de una nueva relación comercial y política con los norteamericanos; mencionó a algunos de los eventuales integrantes de su gabinete en donde sobresalen ex priistas, ex panistas, liberales progresistas y otros personajes que, en su conjunto, hablan de un equipo alejado de cualquier visión extremista o polarizante.

Citó, incluso, a Franklin D. Roosevelt como impulsor de un modelo económico (Keynes) que así como pudo sacar a EU de la gran recesión de los 30 del siglo pasado, igualmente podría sacar a nuestro país de la crisis económica y política que padecemos.

En síntesis: en Guadalajara vimos a AMLO como un candidato conciliador, alejado de confrontaciones estériles; representando un proyecto de una izquierda moderada e incluyente y evitando (lo logró) caer en la trampa —tendida desde hace muchos años— de hacerlo aparecer ante los electores como violento y excluyente.

Restan apenas algunas semanas para el 1 de julio y en la recta final AMLO ha adoptado —haciéndole caso a la gente— la estrategia correcta. La ciudadanía, cierto, quiere un cambio, pero ésta lo desea, como lo reiteró López Obrador en el debate, pacífico y con estabilidad.

El candidato de las izquierdas fue enfático en la necesidad de un cambio pacífico para el país, y eso requiere de dos condiciones. La primera: un Presidente que sepa dar pasos firmes y sin concesiones al statu quo degradante. Y la segunda: que los pueda dar desde la virtud que acompaña a aquellos políticos que logran elevarse a la condición de Hombres de Estado, esto es, desde la serenidad que hace posible reconocer a nuestra nación como diversa y plural y que por ello mismo, se obliga a gobernar para todas y todos los mexicanos.

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