martes, 7 de febrero de 2012

La elección presidencial y las mujeres


Josefina Vázquez Mota será la candidata presidencial por el PAN. Ella, junto a Peña Nieto y López Obrador, completan el trío de aspirantes de entre los cuales surgirá el próximo Presidente de la República. No olvido que Nueva Alianza, deberá postular a un candidato o candidata, pero es cierto que quien lo fuese, no tendrá ninguna posibilidad de ganar la elección de julio.

Algunos analistas sugieren que siendo mujer la propuesta del PAN, ello le dará alguna ventaja frente a las propuestas del PRI y PRD. En esta reflexión se alega el mayor número de electoras en el listado nominal y la mayor participación de éstas en los comicios. Es verdad que quienes se abstienen mayormente de participar en los comicios son los varones; pero lo que no es cierto —según estudios recientes— es que, entre las mujeres, prevalezca por sobre cualquier otra consideración alguna forma de solidaridad de género. Para decirlo de otra manera: en la gran mayoría de las ciudadanas, el género de las o los candidatos no es el elemento fundamental para definir el sentido de su voto. En sentido diferente, lo que sí toman en cuenta los y las electoras (principalmente éstas últimas) es el grado de credibilidad que las o los candidatos logren adquirir y transmitir genuinamente.

Todos lo sabemos: un elemento presente en la vida política del país y, además, de gran influencia en el ánimo de las y los electores, es la enorme desconfianza de éstos hacia la política y hacia las y los políticos, al margen del partido y del género al que pertenezcan. Por lo tanto, el candidato que sepa reconocer esto con mayor claridad, el que mejor pueda remontarlo desde un comportamiento leal y verdadero, será el que acumule más condiciones para triunfar en las próximas elecciones.

Para el caso específico de las mujeres, las y los presidenciables tienen diferentes estrategias. A Peña Nieto le construyen una imagen mediáticamente “atractiva” (“¡¡¡Enrique, pimpollo, por eso yo te apoyo!!!”, le gritan mujeres en sus mítines) que explota las impresiones más pueriles y huecas, tal como si fuera participante, no de una elección constitucional, sino de un reality show televisivo. Josefina, esboza (en el marco del doctrinarismo católico del PAN) la idea de “una ama de casa” (como las hay muchas en el país) que son “pilar” de la familia tradicional mexicana y donde la mujer juega un papel que reproduce jerarquías y posiciones asimétricas tanto en la familia como en la sociedad. “Cuidaré a sus hijos como yo cuido a los míos”, les dice Josefina a las mujeres. Una “presidencia maternalista” que no es diferente, en lo sustantivo, al presidencialismo paternalista del PRI.

Desde la izquierda, AMLO dice que luchará contra la discriminación. ¡Bien! Pero terminar con la discriminación obliga a garantizar la plena igualdad entre las mujeres y los hombres, y ello significa la intervención decidida del Estado para garantizarla. Un programa de la izquierda debe impulsar la aplicabilidad de leyes que garanticen iguales derechos humanos, laborales y educativos entre hombres y mujeres; que eviten la feminización de la pobreza; que haga realidad el derecho a una vida libre de violencia; el derecho a la sexualidad, a la maternidad voluntaria y a decidir sobre su propio cuerpo; el derecho a participar, en igualdad, en la vida social y los asuntos políticos.

Decirlo así, sin ambages, sin confusiones retóricas, contribuirá a que, sin importar el género del candidato, las mujeres voten por la izquierda.

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