Eso quedará en pura palabrería hueca y en demagogia si no se termina con los monopolios.
En México, un tema recurrente para el análisis de nuestra economía, han sido los monopolios. Es un asunto que se ha estudiado exhaustivamente en su “carácter distorsionador” y en su condición de obstáculo para el desarrollo económico del país. Cierto que se han tratado con mayor interés los monopolios estatales, y especialmente aquellos que están presentes en un área económica estratégica como lo es la energía. Pemex y CFE han estado sujetos, durante décadas, a una ofensiva de los sectores neoliberales que incluso han planteado la desaparición de estas empresas del Estado como la parte sustantiva de los que llaman: “la tercera generación de las reformas estructurales”.
Es verdad que CFE y Petróleos Mexicanos requieren de una reestructuración de fondo y en ese proceso deberían dejarse de lado todo tipo de dogmas. Estrictamente Pemex ya no es un monopolio, pues en la extracción del crudo, refinación, transportación e incluso en la comercialización de los derivados participan muchas empresas de carácter privado tanto nacionales como extranjeras.
En el fondo, la razón de la permanente ofensiva contra Pemex, no se encuentra tanto en cómo evitar un monopolio sino en cómo lograr su privatización.
Pero fijar la atención en estas dos empresas estatales, ha propiciado que se deje de lado la existencia de múltiples monopolios privados que, ciertamente, se han convertido en uno de los principales problemas que impiden que nuestro país pueda salir del estancamiento económico.
Los monopolios existen, a pesar de la prohibición constitucional, y son los que ejercen mayor concentración del mercado nacional.
Son varios los monopolios, pero de entre éstos, los de mayor importancia se encuentran en las telecomunicaciones. Esta es un área estratégica para los próximos 50 años y las empresas más grandes se encuentran en una batalla, no para alentar la competencia y un mercado diverso, sino para ver quién de ellas la monopoliza.
Si se abriera una tercera o cuarta cadena televisiva, tanto TV Azteca como Televisa están presionando para ser ellos mismos los concesionarios, y al mismo tiempo, Televisa se asocia con Azteca para juntos ser parte del control, al lado de Telmex, de la telefonía. De este hecho el gobierno es un mero espectador que no ejerce sus facultades para impedir la concentración y la Comisión Federal de Competencia observa impotente la consolidación de estos monopolios.
Todos los candidatos presidenciales han hablado de la necesidad de hacer crecer el mercado interno y lograr un crecimiento sustentable de la economía. Eso quedará en pura palabrería hueca y en demagogia si no se termina con los monopolios.
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