martes, 31 de mayo de 2011

Acuerdo político; fortalecer la soberanía popular, no anularla


En días pasados se reunieron en Morelia los presidentes nacionales de los tres partidos políticos más importantes del país. Es bueno que existan puentes que permitan a los dirigentes partidarios el diálogo y el intercambio de opiniones sobre los diversos temas que interesan a la gente. Ojalá esa reunión sirviera para acercar posiciones y lograr acuerdos a materializare en el Congreso de la Unión.


De manera particular, he venido insistiendo en la necesidad de acuerdos políticos de carácter estratégico que abran camino a una profunda reforma del Estado nacional. Una reforma de este contenido permitiría soluciones estructurales a problemas igualmente estructurales. Un problema de carácter estructural, como es el de la inseguridad, no se enfrentará con éxito mediante acciones ordinarias o superficiales. Albert Einstein solía decir que una forma de locura es hacer siempre lo mismo y esperar resultados diferentes.


¿Queremos resultados diferentes en nuestro país? ¡hagamos entonces, las cosas de manera diferente!


Un ejemplo: pretender resolver el gran problema del estancamiento en la economía nacional, aplicando las mismas formulas que durante las últimas tres décadas han fracasado, es una forma –ciertamente- de locura o cuando menos de algún desequilibrio.


El acuerdo de Estado para la economía resulta indispensable, como lo es para enfrentar la violencia y otros grandes problemas del país. 


Pero un acuerdo de Estado no debería confundirse con lo que pretenden algunos empresarios y algunos políticos en Michoacán, que en síntesis es lograr que el próximo Gobernador de esa entidad fuese resultado de un consenso de los partidos.  Entre lo que es un acuerdo de Estado y la pretensión de un gobernador de consenso en Michoacán, existe una diferencia del tamaño del Cañón del Sumidero.


El acuerdo de Estado no desaparece las diferencias y menos la diversidad política, tampoco anula la competencia partidaria, no obliga a la sujeción de uno a otro, y menos coloca a la política y a los partidos en retirada. Lo que se logra con un acuerdo de Estado, es hacer prevalecer los intereses del país por sobre intereses particulares; privilegiar respuestas eficaces para el país por sobre ideologismos; el interés de la nación por sobre egoísmos individualistas, sean de partido o fuera de ellos.


El acuerdo de Estado en Sudáfrica, por ejemplo, no desapareció a los partidos, no eliminó las diferencias entre estos y menos desapareció las elecciones, como si ello fuese obligado para lograr consensos sociales. Se trata, por el contrario, de empatar los intereses de los partidos y los políticos con los superiores de la gente y del país. En el acuerdo de Estado se trata de hacer prevalecer el interés y la soberanía popular y no de desaparecerla.

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