jueves, 17 de febrero de 2011

Estado de México


Como casi todos los días, especialmente cuando necesita que algún periódico dé cuenta de sus actividades, Andrés Manuel López Obrador lanza, como el día domingo, sus anatemas en contra de la dirección del PRD.

Sus expresiones son,  literalmente, anatemas. En éstas se ha apoyado para ser consecuente con un comportamiento de perseguir, zaherir, insultar, maldecir y tratar de excluir a todos aquellos que no “profesan su religión o su pensamiento”. Su anatema favorito es el de “traición” y lo utiliza para denostar a quienes, por alguna circunstancia o simplemente por pensar de manera diferente, no coinciden con él.

Desde luego que hay asuntos que son de mayor relevancia para López Obrador y son en éstos en donde se encuentra más dispuesto a denostar e insultar. Pero nadie debería engañarse: AMLO agrede porque es su forma más eficaz para eludir su propia responsabilidad o para ocultar sus verdaderos propósitos.

Uno de estos asuntos es la elección para la gubernatura en el Estado de México. En los hechos y más allá de los discursos, AMLO está en una campaña de apoyo a Enrique Peña Nieto. Su negativa a que se establezca una coalición electoral opositora a Peña Nieto y al PRI, es un comportamiento que en la realidad significa una gran ayuda al gobernador de esa entidad para que éste cumpla sus planes de ser candidato y eventualmente, el próximo presidente de la República.

Si Peña Nieto gana las elecciones de julio de este año, entonces, se enfila para ser candidato del PRI. Por el contrario, si pierde Peña Nieto y quien triunfara fuese una coalición democrática y de alternancia opositora al priismo, entonces estaría en enorme riesgo su posibilidad de ser candidato y desde luego, de ser presidente.

La lógica es elemental: Peña Nieto es el precandidato de la parte más poderosa y retardataria  de la oligarquía económica del país. Para evitar que esta oligarquía gobierne México a través del ahora gobernador mexiquense,  es necesario derrotarlo en julio de 2011 y en julio de 2012.

AMLO no es inexperto y menos es un político ingenuo, y desde luego que  entiende de esta lógica elemental  y comprende lo que significa oponerse a la conformación de la coalición opositora para la alternancia. Oponerse a la coalición democrática opositora es apoyar a Peña Nieto y con ello, contribuir a la regresión del viejo régimen priista.

Como se observa, hay una gran diferencia política respecto a las alianzas y especialmente respecto a éstas en el Estado de México. ¿Pero por qué no se dirime esta diferencia a través de un método democrático, es decir, a través de una consulta a la ciudadanía?

AMLO es un fanático de las consultas, pero parece que sólo de aquellas que sabe que puede ganar. AMLO no está dispuesto a una consulta en donde el resultado es impredecible, es decir, en donde el resultado se somete al juicio de la colectividad.

Ikram Antaki en el “Espíritu de Córdoba” decía: “Y el acuerdo no era una derrota, ni el desacuerdo una ofensa; pero al arreglar cuentas, poco queda por deber”.

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