El sábado anterior se llevaron a cabo en la mayoría de las ciudades capitales de las entidades federativas marchas y manifestaciones en las que miles de personas reclamaron “defender a la familia”. No pretendo —en modo alguno— desconocer el derecho constitucional de todas estas personas a manifestarse, pero también es necesario decir que la realización de estas marchas no fue por “generación espontánea”, sino que fue el resultado de la participación frenética, en algunos casos, de diversas agrupaciones religiosas y, de manera destacada, de la jerarquía de la Iglesia católica.
Estas manifestaciones hacen evidente que hay una actitud de hipocresía en el Vaticano y en los obispos mexicanos, que en los últimos años han reiterado “su arrepentimiento” por los daños que causaron —durante siglos— a las personas con preferencias sexuales diferentes a las de los heterosexuales. Francisco llama a la constricción pero, al mismo tiempo, permite que en México sus obispos alienten el odio, la violencia, la homofobia y la discriminación en contra de las personas que son LGBTTTI.
Esta actitud entre algunos jerarcas católicos (y de otras iglesias) no es nueva, pues a lo largo de su existencia hemos podido reconocer infinidad de eventos de violencia, de agresión y de odio en contra de todas aquellas personas que no se sujetan a sus dogmas o que no se ajustan a sus diversos intereses, muchos de los cuales no tienen nada que ver con la salvación de las almas.
¡Vender indulgencias o condicionar indulgencias! Ésta ha sido una práctica común de la Iglesia católica durante siglos. Ahora, en México, en pleno siglo XXI, los obispos católicos pretenden imponernos, a toda la sociedad, su modelo de vida y su modelo de matrimonio. Quien se salga de ese modelo integrista, dicen, está contra la naturaleza y, desde luego, contra las leyes de dios. Para la iglesia no puede haber otro modelo de familia que no sea el que se desprende de sus dogmas: “Y Dios hizo caer sueño sobre Adán,[…] y entonces tomó una de sus costillas e hizo una mujer. Y dijo Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos, y carne de mi carne”. U otro dogma: “He aquí que el Ángel del Señor se le apareció en sueños, diciendo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella ha nacido, de Espíritu Santo es”.
No abordaré por ahora lo irracional de muchos de los dogmas de ésta o de otras religiones. Por el contrario: diré que quien los adopte está en su derecho y el Estado se encuentra obligado a defenderlo y preservarlo. Pero sí hay que oponerse a todo intento de imponer tales creencias y tales dogmas religiosos como el sustento y el contenido de nuestras leyes y de nuestra Constitución. No podemos admitirlo porque la sociedad mexicana es plural, diversa, multicultural, pluriétnica y las leyes del Estado mexicano deben proteger a quienes profesan cualquier tipo de religión, como también deben proteger a quienes no profesan ninguna.
Éste es el elemento sustantivo que debiera cubrir el debate sobre las familias y el matrimonio y que ahora es motivo de manifestaciones y de debates.
La Iglesia católica, como si no hubiese vivido nuestro país la Revolución de la Reforma, continúa insistiendo en que la familia no puede ser otra que aquella que se desprende de su dogma y que el matrimonio, por lo tanto, debiera ser un acto que se conciba sólo desde su liturgia. Por ello es que las manifestaciones a las que hacemos referencia defienden no a la familia, sino al concepto que de ésta tiene la Iglesia católica.
Igual sucedió en el siglo XIX cuando levantaron ejércitos para oponerlos a las leyes civiles y, con ello, provocaron una guerra civil; igual en el siglo XX, que en el nombre de cristo rey iniciaran otra guerra para oponerse a la Constitución de 1917.
¿Qué están haciendo a principios del siglo XXI? Dicen que piden perdón por los hechos de intolerancia y horror que propiciaron, pero en los hechos se siguen oponiendo a la ciencia y a la razón. También se oponen a la educación laica y científica (se alarman algunos obispos y gritan histéricos otros conservadores, porque en los libros de texto se hace referencia a… la sexualidad humana y porque aparecen explícitos los órganos genitales). Se resisten a la diversidad del pensamiento y, como lo hacían miles de años antes, odian, condenan, excluyen, persiguen, discriminan a los homosexuales, a las lesbianas y a toda persona que se aleja de sus estrechos, obtusos conceptos sobre la sexualidad.
¿Y qué pasa con el Estado laico? ¡Nada! Porque en el gobierno, en el PRI, en el PAN, en Morena hay influyentes funcionarios públicos y dirigentes políticos que hacen prevalecer sus propias creencias religiosas por sobre sus deberes y obligaciones constitucionales.