martes, 23 de junio de 2015

¡Es la libertad, estúpido!


Desde la Fe, periódico de la Arquidiócesis de la Ciudad de México, ahora arremete en contra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). La causa de ello es que el máximo tribunal de justicia resolvió que son “inconstitucionales los códigos civiles que no contemplen el matrimonio entre personas del mismo sexo”.

La SCJN establece que no existe justificación racional para negar el acceso al matrimonio a las parejas homosexuales, aun cuando existiera un régimen jurídico diferenciado al que pudieran optar e incluso si esa figura tuviera los mismos derechos que el matrimonio, con lo que reafirma, entre otros temas, el principio de la libertad de las personas a unirse en matrimonio y constituir una familia, al margen de sus identidades y orientaciones sexo-genéricas.

Este criterio jurisprudencial de la Corte implica, para una parte de la jerarquía eclesiástica “un serio peligro de carácter relativo, antropológico, que disuelve el sentido del matrimonio como origen de una comunidad esencial para la sobrevivencia social”. En otras palabras: para la Arquidiócesis, la resolución de la Corte pone en riesgo a la sociedad, pues ésta debe sostenerse —inclusive desde el punto de vista antropológico— en los fundamentos dogmáticos de su iglesia.

Si se observa con cuidado, esta opinión nos regresa a los debates y a las discusiones previas a la Revolución de la Reforma en el siglo XIX, que precisamente rebatía el hecho de que la sociedad mexicana debiera sostenerse en una sola concepción sobre la vida y sobre el contenido de las relaciones sociales, así fuese la de la Iglesia católica o la de cualquier otra.

Lo que debiera parecer obvio a partir de una elemental revisión de la historia del país, es decir, que la sociedad mexicana se rige por leyes civiles y no por preceptos religiosos, no lo es para la Arquidiócesis de la Ciudad de México, la cual insiste en anular, en cancelar, la libertad de pensamiento. Ése es el verdadero contenido de la crítica de la Iglesia católica a la Corte y eso mismo es lo que estaba presente en sus ataques —durante las campañas electorales— al Partido de la Revolución Democrática (PRD).

Desde la Fe no debate sobre lo que debiera ser el matrimonio: lo que impugna, verdaderamente, es la libertad de pensamiento como uno de los principios fundamentales en los que debe sostenerse el conjunto de las relaciones de la sociedad; lo que confronta en la resolución de la Corte, es si el Estado mexicano debe ser laico y, por lo tanto, lo que está combatiendo, en lo sustantivo, es el contenido plural y diverso de la sociedad mexicana.

¿Importa esto? La respuesta debiera ser, igualmente, obvia: ¡Es la libertad, estúpido!

Pero, dirán algunos, eso de la libertad está bien para los liberales, pero para la izquierda no tiene la menor importancia. Para nosotros, dirá, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), lo realmente importante es el asunto de la corrupción. Y entonces, a partir de la declaración del dirigente principal de Morena y desde los editoriales expuestos en Desde la Fe es notable —que no sorprendente— su coincidencia con la del arzobispo Norberto Rivera.

¿Pero es que acaso un dirigente político comete una falta si coincide con un prelado de la Iglesia católica o de cualquier otra? Desde luego que no, pues la propia Constitución Política, precisamente por su carácter laico, protege a AMLO o a cualquier otro ciudadano para opinar de manera libre y a coincidir, por ejemplo, en que la familia monoparental es el cimiento moral de cualquier sociedad. Podría, incluso, en el uso de su libertad constitucional, llegar al extremo de coincidir con el sector más conservador de la Iglesia católica acerca de que la homosexualidad es una enfermedad. A lo que no tiene derecho AMLO y tampoco Norberto Rivera es a atentar en contra de los derechos humanos, de ninguno, incluido el derecho a la libertad de pensamiento.

Ésta es una diferencia sustancial con la izquierda democrática, la cual, históricamente, ha tenido como uno de sus principios fundamentales la libertad de pensamiento. A diferencia de la derecha conservadora y de las izquierdas populistas y autoritarias, para la izquierda democrática la libertad de pensamiento es consustancial a las demás libertades, ya que, sin la generación y expresión libre de las ideas, las libertades no pueden existir.

Por lo tanto, también es insostenible e incongruente que un individuo que se asume de izquierda considere, precisamente, al asunto de la libertad como de poca importancia.

*Expresidente del PRD


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