Las reformas constitucionales en
materia energética causan a la nación un enorme daño y entre varias razones,
menciono ahora tres para sostener mi dicho...
Desde luego, opino con seguridad,
que las reformas constitucionales en materia energética causan a la nación un
enorme daño y entre varias razones, menciono ahora tres para sostener mi dicho.
La primera es que las
modificaciones a los artículos 25 y principalmente 27 y 28 constitucionales, de
aplicarse harán que perdamos soberanía política a partir de perder
autosuficiencia energética.
El gobierno se planteó —con
dichas reformas— un objetivo inmediatista (sacar y vender el mayor volumen de
gas y petróleo en el menor tiempo posible) en lugar de aplicar una estrategia
energética que nos garantizara soberanía energética y que los hidrocarburos y
otras fuentes de energía, fuesen utilizados para el desarrollo del país a
corto, mediano y largo plazos; para con ello, garantizar menor pobreza y mayor
bienestar para la gran mayoría de las y los mexicanos.
La segunda es que el gobierno de
Enrique Peña Nieto privilegió, desde el punto de vista económico, la visión
neoliberal —a estas alturas anacrónica en casi todo el mundo— en lugar de
fortalecer al Estado mexicano como el factor fundamental en la conducción de la
vida económica del país. Las reformas en materia energética debilitan y
empequeñecen al Estado nacional y, en sentido contrario, fortalecen a poderes
fácticos del país y a otros intereses extraños a nuestra nación.
La tercera es que algunos de los
personajes principales del gobierno y de otros partidos —incluyendo a algunos
del PRD— en lugar de asumir la condición de políticos de Estado, actuaron bajo
la concepción vulgar de entender a la política como “la capacidad de comer excreciones
sin hacer gestos”. Sé que esta acepción de la política es muy común y muy
recurrida, y desde hace muchas décadas se ha convertido en inercial para
personajes que se encuentran situados en espacios de decisión para el rumbo del
país.
Precisamente de eso se tratan las
reformas progresistas, es decir, de vencer esas inercias para transformar el
quehacer político y con ello contribuir al progreso y desarrollo de nuestro
país.
Estos tres elementos pueden
sintetizarse en el comportamiento que adoptaron el gobierno, sus coordinadores
parlamentarios y otros legisladores en las sesiones en donde se aprobaron las
reformas mencionadas y en aquella en donde se descartó la aprobación de la ley
que debiera reglamentar las consultas ciudadanas.
“La toma del salón de sesiones”
por un grupo del Morena, del MC y de un reducido grupo de legislador@s del PRD
fue una marrullería —planeada por los liderazgos del PRI y del PAN— y admitida
(consciente o torpemente) por los “tapiadores” del salón de sesiones, para que la
reforma más importante de los últimos 50 años a la Constitución, se llevara a
cabo sin cumplir con los procedimientos que obligatoriamente establece la
normatividad congresual. “Que tomen el salón de sesiones algunos de los
despistados de la izquierda (así decidieron los líderes del PRI y del PAN) y
tenemos el pretexto ideal para violentar la norma legal y aplicar impunemente
el fast track.
En el caso de la Consulta
Ciudadana, en el Senado sucedió lo mismo: “Que suba a la tribuna otro de esos
‘despistados’, que insulte en lugar de argumentar, nos hacemos los ‘indignados’
y —como si se tratara de una fiesta— suspendemos por falta de quórum —con el
apoyo inexplicable de algunos perredistas y petistas— el ¡periodo de sesiones
del Senado!”
Así, la que suponen la
“marrullería” perfecta: “Se aprueban las reformas constitucionales y a lo mejor
impedimos la Consulta Ciudadana”.
¿Políticos de Estado? ¡No!
simplemente marrulleros que son acompañados de tontos útiles.
*Ex presidente del PRD
Twitter: @jesusortegam
http://ortegajesus.blogspot.com/
ortegamartinezjesus@hotmail.com
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